Capítulo único - Brillante

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El ambiente estaba inundado por los distintos aromas de las flores que lo rodeaban. Él estaba bien vestido, su cabello limpiamente peinado hacia atrás, mostrando la frente que solía esconder tras su flequillo oscuro. La mujer de la repisa, delgada, de nariz larga y ojos ovalados, se fijaba en él con una amplia sonrisa que denotaba curiosidad, o quizás enternecimiento. Sehun tomó una buena cantidad de aire cuando el muchacho que estaba frente suyo se retiró con una corona de flores, e ignoró la vergüenza ya marcada en su rostro para acercarse a la repisa.

—Me gustaría pe-pedir un ramo de rosas rojas... —¡excelente! Ya lo había dicho.

—Disculpa, pero no nos quedan rosas rojas.

La mente de Sehun se volvió un torbellino por la simple aparición de un obstáculo en su plan.

—No... ¿No hay? —apretó sus labios, visualizando alrededor.

—Justo hoy tuvimos un enorme encargo de parte de un morenito desteñido —sonrió la fémina.

"Ese maldito de Jongin..." frunció ligeramente las cejas, suspirando para mantenerse calmado. "No importa, aún tengo todo bajo control, todo bajo control".

—¿De qué color le quedan? Me refiero, las rosas.

—Nos quedan rosas amarillas y rosas blancas —Sehun estuvo por hablar, pero la mujer se le adelantó con lo que ella vio como un necesario señalamiento—. ¿Buscabas rosas rojas, no? ¿Es un regalo para la chica que te gusta?

—No, es que...

—Las rosas amarillas significan amistad; las blancas, completa pureza. Si quieres confesarte, o regalarlas en plan amor, lo mejor sería escoger las blancas porque también significan lealtad.

Sehun pestañeó, enterándose en ese preciso momento de que el color de las flores guardaba un significado al obsequiarlas. Asintió débilmente a la muchacha, decidiéndose por las blancas. 

"Creo que le quedaría como anillo al dedo si lo pienso bien... Baekhyun significa puro y virtuoso, después de todo".


*


Oh Sehun no era de la clase de chicos que se maravillaban con fácilidad. Por el contrario, usualmente costaba demasiado que algo llamara su atención. Con una altura considerable para su edad y un siseo desgraciadamente torpe en su voz, era conocido en su colegio como el cara de tabla que se la pasaba pegado del celular.

La vida escolar era en exceso aburrida para sus intereses actuales, y más de una vez terminaban regañándolo o quitándole el celular durante las clases para devolvérselo a la salida. Era sobrino de un ricachón amigo de la directora, y por ello le perdonaban las malcriadeces.

Sin embargo, volviendo al hecho de que existían muy pocas cosas que lo maravillaran; había algo que lo conseguía últimamente. Algo nuevo, o alguien, o bueno, siendo más específicos: dos personas.

Kim Jongin y Park Chanyeol eran unos conocidos suyos. Siendo el primero su vecino y el segundo compañero en el club de música, siempre los había tratado sin mucha particularidad. Nunca le habían parecido la gran cosa hasta que empezaron a salir. Justo en ese momento, mientras salía de la tienda, se imaginó que Jongin habría gastado todos sus ahorros en un arco de rosas para su novio ese día de los enamorados, tal y como le había contado pensaba hacer hace un par de semanas.

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