Reencuentro

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Fred salió del cuarto y caminó por el pasillo. Era largo y con muchas divisiones por lo que Fred se perdió y estuvo un largo rato buscando alguna forma de salir.–Por Dios estoy perdido. Dijo para sí mismo. Pasó horas intentando encontrar la salida, tenía sed. Era ridículo estar perdido en un pasillo de hotel.

Estaba por darse por vencido, los pies le dolían y tenía mucha sed. Pero por fin encontró la recepción, se alegró, se acercó a la recepcionista y le pidió un vaso con agua. Ella se lo dió y el vació todo el líquido en su boca. Se sintió refrescado.
Salió del lugar y se sentó en el césped. Sintió como la sangre circulaba nuevamente por la planta de sus pies. Era satisfactorio. Estuvo un rato sentado reflexionando acerca de los problemas de la vida y el cambio climático, cuando de pronto sintió que una mano se posaba arriba de la de él, cuando miró vio a Leila vestida de una hermosa manera y con una bellísima sonrisa, le dio un corto beso en los labios y ambos sonrieron y no dejaban de mirarse. Leila empezó a hablar:–¿Sabes Fred? Cuando yo... En ese momento empezó a sonar una alarma y todo se iluminaba de color rojo intermitente, la alarma era constante y ensordecedora, no se escuchaba nada más que eso, pero Leila parecía no darse cuenta y seguía hablando como si nada pasara. Fred le hizo señas para que dejara de hablar y ella obedeció.–¿¡Qué es ese ruido!? Preguntó Fred a gritos, ella respondió pero él no lo escuchaba. De repente todo se puso blanco y al segundo siguiente estaba en su cuarto acostado y el reloj despertador haciendo su habitual y jodido ruido. Fred apagó el aparato dándole un golpe en botón de apagar. Gruñó y se le escapó alguna que otra lágrima. «Fue un sueño. Pero que fue real. que Leila es real. No se como pero lo sé». Pensó Fred, se levantó y se fue a asear.

–Señor Philips debe entender que es un producto de su mente, no hay forma ni manera de que puedas hablar con gente viva a través de sueños. Dijo la psicóloga con la paciencia casi al límite.
–Créame. Es verdad, lo sé. Sé que Leila es real. Dijo Fred también con poca paciencia.
–La gente con estos problemas piensan el noventa y nueve por ciento de las veces que sus alucinaciones son reales. El otro uno por ciento se suicidan.
Fred no halló que decir.
–Que tenga un buen día. Dijo Fred y salió inmediatamente de ahí.

Esa noche apareció nuevamente la nave y lo succionó de la misma manera que la noche anterior, con esa inmensa presión. Y otra vez estaba adolorido.

Al despertar estaba con Leila acostada en el césped con él.–Leila. La llamó Fred. Ella lo miró.–Leila ¿tú eres real? Ella rio y respondió:–Claro que lo soy.

Igual Que Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora