Noche de Miedos/Sandor-Sansa

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La celebración acabó. Todos los borrachos se tambaleaban de un lado a otro de vuelta a sus respectivos aposentos. El recién casado era uno de los susodichos. Se sujetaba gracias a la pared que recorría por inercia hacia su nueva casa, que había
había sido presentada esa misma mañana antes del peculiar bodorrio por el rey Joffrey.

Sandor de vez en cuando emitía un gruñido para equilibrarse y no caer redondo al sucio suelo empedrado de la calle.

Sansa lo seguía con prudencia varios metros atrás. Ella no había bebido en absoluto, estaba mal visto en la alta sociedad que una mujer estuviera ebria.

A la joven le horrorizaba ver al perro así, pero recordó lo que le dijo su doncella y por un rato se permitió la libertad de sonreír, era muy posible que se quedara dormido en cuanto tocara los retales de la cama y no consumaría el matrimonio con ella, al menos le dejaría esa noche para respirar y asimilarlo con detenimiento.

Sansa notó que algo no iba bien cuando vio antorchas encendidas enfrente de la que se suponía que iba a ser su nueva casa.

Había un puñado de aldeanos con caras de malas pulgas esperándolos para hacerles de todo a excepción de darles la bienvenida al barrio.

-Sandor, Creo que nos quieren emboscar. -dijo a su esposo que seguía arrastrándose por las paredes y emitió un sonido gutural como protesta ante la voz aguda y angustiada de la muchacha.

-déjame niña, que tengo que llegar y hacerte mía. - dijo el Perro con la voz ronca y casi inentendible.

- Si seguimos caminando nos matarán, tenemos que irnos. Parece que esos hombres intentan hacernos daño. - justificó ella tratando de que su forzoso marido entrara en razón e hiciera algo más que tambalearse y gruñir como un verdadero canino.

Sandor seguía en su extraño mundo, con los ojos enrojecidos por el alcohol, y una actitud ausente.

Sansa vio un caldero en la puerta de una casa en una posición cercana a la suya. Parecía ser el recipiente destinado a recoger las goteras que descendían desde el tejado. Sansa, sintiendo un creciente miedo, y a causa de un impulso sin apenas razonar lo que estaba a punto de hacer, cogió el cubo repleto de agua fresca y con algunos rastros de suciedad y se la tiró a Sandor en la cabeza dejándolo empapado al instante.

-¡Tienes que hacer algo! Esos aldeanos están en la que se supone que será nuestra casa.- volvió a intentar sansa, obteniendo mayor resultado que en su primer intento.

Sandor pareció salir de su trance alcohólico, su cara estaba totalmente mojada, y parte de su traje ceremonial, algunas algas habían quedado atrapadas entre su pelo y cejas, dirigió a Sansa una mirada rabiosa llena de reproches. Sin embargo, el Perro ladeó la cabeza hacia dónde le señalaba Sansa, al final de la calle, y su furia se acrecentó más en su interior al ver a una turba de hombres utilizando el fuego como cobardes en la puerta de su nueva casa.

- No hagas ruido.- le advirtió Sandor a la joven Stark. Ella se encogió y aguardó para presenciar lo que el mercenario iba a hacer a continuación.

Tenía miedo, y no admitir que estaba aterrorizada sería su mayor error. Sentía
Que algo malo e inevitable iba a sucederle. Quería correr lejos de esos hombres, lejos de ese esposo impuesto por el rey el cual era un salvaje despiadado. Y lo que le siguió a su advertencia le demostró que todos sus prejuicios sobre el perro eran totalmente ciertos.

El hombre sacó unas pequeñas lanzas de sus botas nupciales, y las lanzó desde lugares estratégicos en dirección a los hombres, acertándolas todas, protegido cobardemente por la oscuridad de la callejuela desde donde las lanzaba. Sansa se tapó la boca, muy asustada, algo así de brutal no se veía todos los días. Los cuatro hombres restantes que no se habían desplomado contra el suelo, recogieron a los que no habían sido heridos de muerte de la calle y se los llevaron de ahí, mirando hacia todos lados con temor. Se fueron corriendo.

Lo que pudo ser (One Shoots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora