8. Cansancio.

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Hoy ha sido un largo día.

De esos que se hacían tan largos que el peso de los segundos aplastaba.

Sólo tenía ganas de volver a casa y dormir.

Mientras estaba mirando el reloj, la mesa, mi libreta negra (la cual siempre viaja conmigo) y una serie innumerable de objetos al azar que encontraba a mi alrededor, me di cuenta de lo que me pedía mi mente.

«¡Oh, maldita sea! ¡Sal de ahí!»

Así que abrí esa libreta, deslicé mi bolígrafo de tinta incolora por mis dedos y dejé volar el tiempo.

Escapé de ese horrible lugar, sí.

He de admitir que me lo pasé como nunca, como siempre que abro ese maldito cuaderno que me tiene hechizada.

Y aquí estoy, exhausta pero realizada.

Compartiendo el tiempo plasmado por mis hojas con quienquiera que lea esto.

Y bueno, como ya he dicho, a veces hacen falta unas buenas pausas de la vida.

He de admitir que es increíble que me haya hecho falta pasar un mal día para recordar que mi pausa siempre estará en las letras.

En cada uno de los puntos suspensivos, en las comas y en cursivas, en cada párrafo, en cada renglón.

En cada punto y seguido, y en cada punto y final.

Y en cada sentimiento que albergue cada palabra.
Porque al fin y al cabo, lo que siempre acaba importando es el peso que tenga en nuestro corazón.

~A.

Viajando en aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora