Todavía no había abierto los ojos y aun así sabía que algo no andaba bien. Pero tenía tanto miedo de siquiera moverse.
Estaba paralizado, su espalda se sentía húmeda y le costaba respirar. Sentía algo suave entre sus dedos y un leve perfume en el aire que apaciguaba levemente el horror que estaba a punto de vivir. Con pesar, abrió sus órbitas y solo observo oscuridad. Se removió un poco y se dio cuenta de que se encontraba recostado. Empezó a palmar a su alrededor para descifrar en donde estaba. Grande su sorpresa al ver - o más bien sentir - que el lugar era estrecho, como si fuera una caja lo que lo contenía ahí.
Con un escalofrió calándole los huesos, intento levantarse. Mas se desesperó cuando su cabeza choco contra el supuesto techo. Su ritmo cardíaco aumento y su respiración se hizo irregular. Con exasperación empezó a golpear y rasguñar las paredes a su alrededor, lastimando sus manos. Lloro con angustia y grito con desaliento esperando a quien alguien viniera, pero nadie lo hizo.
El mareo y los temblores que tenía era lo de menos. Sus cuerdas vocales quedaron afónicas, el oxígeno en el lugar escaseaba a cada segundo, sus uñas se rompieron y sus nudillos sangraban. Y las suaves flores blancas que alguna vez tuvo en las manos, se fueron marchitando con los días. Nada de lo que pudo llegar hacer iba a surtir algún efecto, pues se encontraba tres metros bajo tierra.