Cerré la puerta de mi departamento con prisa, Ana me esperaba en su casa para festejar su cumpleaños. Ya iba tarde y con todo el viaje hasta su casa era imposible llegar a tiempo. Toqué el botón para llamar el ascensor, mientras me observaba en el espejo de pared entera que hay al lado. Me encanta este edificio, me mudé hace 4 días y estoy muy feliz porque el lugar es hermoso. Todavía no conocí a nadie pero es entendible, no salí más que para comprar e ir a la facultad esos días con todo lo que tenía para desempacar.
Sonó mi celular, era Ana preguntando si ya llegaba. Antes de deslizar para atender la llamada, se abrió la puerta del ascensor. Entré y respondí, mientras le decía que ya estaba saliendo ví en el espejo el reflejo de un rubio de pelo largo lleno de rulos, vestido con jean militar, remera negra y campera de cuero negra, cruzamos miradas por 3 milisegundos y miramos para otro lado los dos. Wow, era hermoso, imponente, tenía una mirada cautivante, te atrapaba.
Cuando corté la llamada, el ascensor se paró, las luces titilaron y luego de un ruido de cadenas empezó a caer rápido. Me asusté y se me agitó la respiración del miedo, pensé que iba a morir, me desesperé. Pero paró, se escuchó un ruido y se apagaron todas las luces, quedando sólo una tenue luz roja que salía de la lamparita de emergencia.
Sentí alivio cuando el ascensor dejó de caer, pero ese sentimiento rápidamente fue reemplazado por una sensación de mareo. Empecé a sentir que me bajaba la presión, se me nubló la vista y sentí que no podía estar de pie, caí sentada contra la pared del ascensor consiente pero mareada. Al escuchar que caí, el chico rubio que estaba en el ascensor conmigo se me acercó asustado y me preguntó si estaba bien, me notó asustada y se sentó al lado mío haciendo que apoye la cabeza en su hombro, y me dijo que no me preocupe, que todo estaba bien. Me confesó que él también se había asustado. Cuando sentí su perfume cerca se me pasó toda sensación de malestar, qué rico perfume que tenía ese rubio! Levanté mínimamente la cabeza, le agradecí y lo abrazé de costado. A él pareció no importarle y puso su mano sobre la mía, que estaba sobre su pecho.
Habremos pasado 10 minutos en esa posición, hasta que sentimos que el ascensor se movió. Me resbalé y quedé acostada a su lado, giré la cabeza para verlo a los ojos y ni bien conectamos miradas me regaló una sonrisa de las más lindas que nunca haya visto. Me volví a apoyar en su hombro pero esta vez de costado y apoyé mi pierna por encima de su rodilla como abrazándolo. El rubio me sonreía y me estaba volviendo loca, se me venía cada idea a la mente.
Con la mano del hombro en el que estaba apoyada me hacía caricias en la cintura, con la otra en la rodilla que tenía encima de su pierna. Su mano subía cada vez más, me acariciaba con una tranquilidad que me volvía loca. Llegó a la parte trasera del muslo y se sentía genial, al sentir que seguía subiendo y acariciando mí trasero me sentía extasiada, pero cuando metió su mano entre mis piernas y me acarició por encima de la ropa no pude evitarlo más y solté el primer gemido. Al rubio parece que le gustaba hacerme sentir bien, porque siguió. Movió su mano de nuevo a mí muslo y subió mí pierna aún más, haciendo que mí sexo roce con su pierna y que la parte interna de mí rodilla roce con su entrepierna.
Moví la mano que tenía en su pecho delicadamente bajando haciéndole mimos en todo el abdomen hasta chocar con su cinturón. Mí mano siguió su recorrido llegando a su inminente erección, lo acaricié por encima de la fina tela de su bóxer sintiendo cómo crecía cada vez más, sintiendo la temperatura subir, sintiendo los gruñidos bajos del rubio más lindo que ví. Mí mente daba vueltas, mí razón se perdía, nada importaba sólo el rubio y yo.
Saqué mí mano de su pantalón y me senté encima de él a ahorcadas. Él se enderezó y me tomó del cuello con una mano y de la cintura con la otra y me impulsó al beso más apasionado que nunca me dieron. Nuestras lenguas jugaban, nuestras respiraciones se mezclaban, nuestros cuerpos se rozaban. Pero necesitaba más, había mucha ropa entre medio. Le saqué la campera y la remera de un tirón, acaricié su pecho desnudo ahora y lo besé desde los hombros hasta la boca. El ascensor se empezó a llenar de nuestros gemidos, el placer se sentía en el aire, las respiraciones agitadas se escuchaban claramente.
El rubio acarició mis piernas desde las rodillas hasta mí trasero ahora con más fuerza y decisión, mientras me levantaba el vestido y me acercaba así nuestros sexos rozaban mejor. Revoleó mí vestido hasta la otra punta del ascensor. Me desabrochó el corpiño, y ahí, justo cuando agarró uno de mis pechos a la vez que mordía el otro, en ese momento grité de placer. Estaba prendida fuego, el roce me estaba matando, la decisión con la que el rubio agarraba y acariciaba cada parte de mí cuerpo me ponía loca, necesitaba más.
Agarró mí tanga con su puño y tiró de ella hasta que se rompió, detalle que me prendió aún más. Ya sin nada entre su mano y mí sexo me empezó a acariciar piel con piel. Es indescriptible la sensación que tuve en ese momento, un éxtasis de placer. Me tocaba en los puntos justos, como si conociera mí cuerpo de toda la vida, seguro tenía mucha experiencia. Con una de sus manos seguía apretando mí trasero y con la otra comenzó a penetrarme con sus dedos. Primero fueron dos, los movía lenta y delicadamente dentro mío. Yo no paraba de gemir, la manera en que lo hacía era perfecta. Introdujo un dedo más y aumentó la velocidad. Se sentía genial, me retorcía de placer sobre su mano, la cual cada vez estaba más mojada de mis fluidos. Así estuvimos unos minutos, la sensación era realmente buena y sus dedos sabían exactamente qué hacer pero no podía llegar al punto. Él acercó su cara, apoyó su frente contra la mía, me miró a los ojos y con su boca a menos de un centímetro de la mía me dijo "dale nena, acaba para mí". Como si hubiera activado algo en mí hizo que en ese instante llegue al punto culminante y la sensación de liberación estalle dentro mío. Sin parar el movimiento de sus dedos, prolongando mi orgasmo, me sonrió y me besó tiernamente. Sacó sus dedos de mi interior y los metió en el medio del beso, saboreó cada parte disfrutando mí sabor. Luego me besó y yo también lo sentí, un sabor medio dulzón que mezclado con el sabor de los besos del rubio fue perfecto. La pasión del beso fue creciendo hasta que me sentí dispuesta a hacer lo que estaba pensando. Lo seguí besando y sin pensarlo ni una ni dos veces, sólo dejándome llevar por el momento, bajé mis besos por todo su cuerpo hasta llegar a su abdomen bajo, lo miré a los ojos y seguí mí camino bajando por su cuerpo. La suavidad de su piel no dejaba de asombrarme. Desabroché su cinturón, abrí el botón de su jean y bajé sus bóxers lo suficiente para que su miembro pueda salir, sin dejar de besar cada parte. Bajé mis besos hasta su hombría, tomé su miembro decidida y lo metí en mí boca. Lo besé con suavidad a la vez que lo acariciaba con una mano. El rubio me miraba sorprendido, sus ojos estaban abiertos, me miraba con deseo. Podía divisar el placer en su mirada y escuchar sus gemidos escapar de su boca a medida que la velocidad con la que movía mí boca aumentaba. Sus ojos se cerraron e inclinó su cabeza hacia atrás soltando un suspiro de placer, al mismo tiempo que un líquido dulce y pegajoso invadió mí boca entera. Levanté la cabeza limpiándome la comisura del labio, nuestras miradas conectaron una vez más, nos sonreímos y nos volvimos a besar. Volví a estar sentada sobre él. Mientras lo besaba mis manos recorrían toda su espalda y cuello llegando a sus rulos largos y tirando levemente de ellos, a lo que él respondía gimiendo sin cortar el beso. Abrió sus piernas y mí trasero cayó al piso del ascensor, de a poco y sin dejar de besarme se empezó a inclinar para adelante, haciendo que quede recostada sobre el piso con él encima. Se terminó de sacar el jean, con dificultad debido a sus borcegos, se sacó el bóxer negro completamente y se inclinó sobre mí.
Por su cara pude notar que él necesitaba la penetración tanto como yo, así que abrí las piernas y me recosté dejándole la entrada libre haciéndole saber que estaba lista, que lo necesitaba. El rubio pareció haberme entendido perfecto porque se tiró de una y me embistió sin dejarme pensar si quiera en qué estaba pasando, salió de adentro mío de una manera tortuosa y lenta sólo para volver a embestirme con fuerza y salir de mí lentamente otra vez, así siguió. Nuestras gargantas estallaban en gemidos, el aire cada vez era más denso, se sentía nuestro calor en él. Aumentaba cada vez más la velocidad e intensidad de sus penetraciones. Escondió su cabeza en mí cuello sin dejar de penetrarme ni de gemir. Sentirlo expresar su placer tan cerca sólo me hacía llegar más rápido al clímax. Todo era tan excitante, sentía esa sensación en la parte baja del estómago otra vez y con mi boca en su oído, después de mordelo, solté el suspiro aliviador, había llegado al orgasmo nuevamente. Siguió moviéndose dentro mío con la misma potencia hasta que gruñó de placer. Dejó caer su cabeza sobre mi hombro mientras sentía el líquido caliente dentro mío proveniente de su orgasmo. Había sido genial, el ambiente perfecto, la sensación necesaria.
Luego de unos minutos, él se movió de encima mío, y sacó su sexo de mí haciéndome gemir por el roce, me miró con la misma sonrisa luminosa de antes pero esta vez pude notar una ligera picarez en su mirada, no me contuve a esa sonrisa tentadora y lo empujé haciendo que quede él acostado sobre el piso y yo arriba suyo. Con mis manos recorrí su cuerpo desde el pecho hasta su entrepierna y lo acaricié hasta que estuvo listo para poder montarme sobre él. El rubio me ayudaba a moverme con sus manos, subía y bajaba cada vez más rápido. Su mirada se perdía mirando como rebotaban mis senos por el movimiento. Los dos estábamos por llegar nuevamente al clímax, un par de embestidas más y al unísono lanzamos el gemido final. Nuevamente sentí su líquido caliente dentro mío, salí de arriba suyo y me acosté a su lado mientras él me abrazaba y me decía cuánto le había gustado lo que acabábamos de hacer.
Estuvimos en esa posición unos minutos, hasta que escuchamos del otro lado de la puerta del ascensor una voz que preguntaba si había alguien adentro. El rubio dijo que si, que estábamos los dos, y desde afuera nos respondieron que iban a llamar al técnico para que nos saque.
El rubio y yo nos empezamos a vestir y a arreglarnos como podíamos con la poca iluminación.
El técnico llegó y empezó a trabajar sobre la puerta del ascensor para abrirla. El rubio me mostró la pantalla de su celular y me dijo que anote mi número en él. Lo hice.
Abrieron la puerta y salimos. Le guiñé un ojo al rubio y me fui para las escaleras. Cuando iba bajando saqué el celular para contarle a mi amiga qué había pasado (sin decirle que me cogí a un rubio que estaba buenísimo) y ella me dijo que la fiesta todavía no terminaba que me esperaba para cortar la torta. Cuando corté la llamada ví que tenía un mensaje de un número desconocido que decía "Hola bonita soy el chico del ascensor, me llamo Guido"
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Ascensor - Guido Armido Sardelli
FanfictionOne-Shot (un sólo capítulo) Cómo si no estuviera llegando lo suficientemente tarde al cumpleaños de mí amiga, el ascensor se paró. Pero no estaba sola, había un chico rubio de rulos y pelo largo con aire de rockerito atrapado conmigo.