Parte 8

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Desperte por que un ronquido me levantó. Yo estaba roncando. Reí con los ojos cerrados y me gire hacia Khamila para levantarla pero ella ya no estaba en la cama. Bostece y me senté. El día estaba soleado. Un sábado con aire de lunes ya que iríamos al colegio. Organizariamos las ventas de comida en los tres kioscos que tendríamos. Pintariamos las gradas y haríamos un mural para homenajear a un chico del colegio que hacen tres meses estaba entubado pero falleció hace muy poco. Me levanté de la cama para ir al baño que quedaba fuera de mi habitación ya que me gustaba más. Tenía los ojos entre cerrados y volví a bostezar cuando tropecé y caí.

—Que, que pasó, que fue eso?— escuche desde el suelo.

—Auch!—me queje. Khamila estaba sentada en el suelo mirando a todos lados con los ojos cerrados.—Abre los ojos Khamila—murmure poniendo los ojos en blanco. Khamila se estrujo las palmas de las manos en los ojos y los abrió. Tenía el cabello alborotado y los ojos muy verdes.

—Que pasó?—preguntó bostezando.

—Me tropecé contigo y caí— contesté.

—Que día es hoy?—preguntó.

—Que hacen en el suelo—preguntó papá asomado a la puerta. Nos encogimos de hombros. El hizo lo mismo. —Bajen a desayunar—dijo antes de irse.

—Que día es hoy—volvió a preguntar Khamila.

—Sábado?—contesté en forma de pregunta.

—Oh—. Khamila volvió a recostarse del suelo. Me dirige al baño y cepille mis dientes.

Diez minutos más tarde Khamila y yo estabamos devorando el plato de revortillo con pan que mamá nos había hecho. Mi teléfono vibro.

<<Despierta que ya amaneció>> Tyler podría ser una buena alarma pero sonaría quince minutos despues de que yo estuviera lista.

—Eh, no teléfonos en la mesa—dijo mi padre. Era una de las reglas que teniamos en la casa. Termine de desayunar y subí con Khamila a la habitación.

<<Desperté hace unos treinta y cinco minutos>>contesté.

<<Vaya, sabía que tenía que enviarte el mensaje más temprano. Fallé>> reí y sabía que el lo había hecho también.

—Oye y es cierto que anoche dijiste que el chico sin nombre esta en nuestro colegio o yo lo soñé?— preguntó Khamila.

—No, no lo soñaste—respondí.

—Y también dijiste que me conocía?—.

—Eso dijo él—contesté. Khamila cepillaba su cabello con un cepillo negro en forma de espejo.

—Demasiado interesante—dijo buscando en su mochila una cartuchera llena de maquillajes. Tomó el delineador negro y lo pasó por el borde de su párpado. Eso hacía que los ojos verdes de Khamila resaltaran en gran manera.

—Si—dije no más. Me hice una trenza fina en la parte de al frente de la cabeza y colgué frente a mis orejas dos mechones de fino cabello corto. Mis ojos eran color chocolate pero no me quejaba, también me gustaban.

Hoy no tomé autobús, fui al colegio en bicicleta. Llevando a Khamila en su patineta. El colegio no abría hoy, simplemente irían algunos voluntarios a ayudar para las cosas de la competencia. Antes de llegar al colegio hicimos una parada en una floristería.

—Para quien vas a comprar flores?—pregunté.

—Quiero llevarselas a un viejo amigo—contestó. Entramos a la floristería. Habían muchas flores de distintos colores y tamaños. Había un olor exquisito.

—Flores, a un viejo amigo?—pregunté. No conocía chicos que le gustaran las flores.

—Murió hacen días. Era del colegio—. Sentí por un momento su dolor. Aunque cuando llegue al colegio el chico ya estaba entubado. Nunca lo conocí y ahora nunca lo conoceré.

—Lo lamento—dije bajando la cabeza. Era muy lamentable que un chico joven muriera. Tenía toda una vida por delante.

—Yo también lo lamento—. Khamila escogió unas flores color azul marino. Eran bellísimas. Salimos de la floristería y nos encaminamos al cementerio. El cementerio de mi sueño. Me estremeci tan fuerte que perdí el equilibrio y el control del manubrio y caí haciendo que Khamila cayera también.

—Estas bien?—preguntó Khamila. Traía pantalón corto así que mis rodillas se pelaron. Había sangre y tierra en ellas. Al menos ibamos en la acera del cementerio.

—Si, estoy bien pero creo que es mejor que vayas. Yo me quedaré aquí—. No quería sufrir un ataque de pánico al entrar al cementerio de mi horrible pesadilla.

Por suerte en mi mochila de campo heche unas cuantas servilletas. Coloqué una en mi rodilla derecha. Hice un poco de presión en ella y seque la sangre. Dolia pero tenía que hacerlo. Al rato Khamila salió del cementerio. Estaba cabizbaja. Sus ojos estaban cristalizados y sus pestañas mojadas. Estaba llorando.

—Lo lamento—volví a decir levantándome del suelo. Ella quedo en silencio unos segundos hasta que no aguantó. Corrió hasta a mi y me abrazo. Comenzó a sollozar sin parar. Empapando mi camisa blanca de sus tristes lagrimas.

—El era mi amigo Antonella, era un chico bueno y ya no está—hizo silencio. Solo se escuchaba su llanto. —Se fue—. Yo acariciaba su cabello. No encontraba que más decir. Estuvo recostada en mi hombro hasta calmarse. Me subí a mi bicicleta y Khamila a su patineta. Hicimos una parada más antes de ir al colegio. Teníamos sed, así que nos detuvimos en un puesto de gasolina.

—Que es eso?—en la nevera de mantecados había una especie de araña grandísima.

—No la toques Khamila. No sabes si es venenosa—dije tomandola del brazo para halarla. Fuimos a la nevera de sodas y tomamos dos latas.

—Creo que es mejor de botella— sugerí. Khamila colocó las latas donde estaban antes y tomo dos botellas. Fuimos al cajero y pagamos.

—No se si debería comprar aquí—decía Khamila al chico que nos atendía. —En aquella nevera hay una araña—se giro y señaló la nevera.—O una rata, no lo se—. Me moría de la vergüenza. No sabía si meter la cabeza en la nevera en donde se encontraba la araña o meterla en la caja de chocolates frente a mi. Salimos a la calle.

—Estas loca, como vas a decirle a ese chico lo de la araña. No se puede estar haciendo esas cosas en estos días— Khamila puso los ojos en blanco. Y así fui reprendiendola todo el camino.





Un angel vestido de mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora