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Una.

Dos.

Tres veces.

El golpeteo a su puerta comenzaba a ser molesto, y demasiado, hasta el punto de arrebatarlo de su sueño. Estaba tan concentrado en aquella pesadilla que lo embarcó su subconsciente, que le costaba reconocer su alrededor y su propia realidad.

Finalmente se levantó, colocándose sus zapatillas para dormir y restregándose los ojos con ahínco. La puerta seguía siendo golpeada, y lo único que pudo hacer en su desorientación fue dirigirse hacia ella y abrir.

Era algo estúpido, ¿Y si se trataba de un maleante? Podía allanarle la casa, por amor a Cristo.

Pero vaya que era un maleante. Frente a él estaba un chico bastante alto y atractivo, de facciones duras y apariencia similar a la de Jungkook, quien era sostenido por aquella persona. Parpadeó, haciéndose a un lado mientras el chico pasa, cargando al menor rumbo al mueble más cercano.

-¿Qué sucedió? -preguntó algo espantado. El aspecto de Jungkook no era el mejor, tosía con fuerza con bastante suciedad en su ropa y rostro, el cual está algo manchado de sangre al igual que sus nudillos notablemente rotos.

-Larga historia, él me pidió que lo trajera hasta acá -dijo el chico, mientras el menor empezaba a despabilarse de su trance, con muecas de dolor al moverse sin cuidado-. Se encuentra mal... Y confía en ti, supongo, aunque no te conozco.

El alto chico se encogió de hombros, pudo notar que también tiene rastros de golpes en sus pómulos y en su mandíbula. Suspiró, acercándose lentamente a Jungkook para tratar de hacer que se sentara correctamente. No le importaba que el otro joven le vea con su pijama de conejitos.

-Te ves mal... Joder, Jungkook -gruñó, tratando de recordar las cosas que mantenía en su dispensa de primeros auxilios.

-Yo me voy... Necesito solucionar unas cosas... -el chico se rascó la nariz, siendo observado de reojo por un desconfiado Jimin-. Solo lo traje porque estaba demasiado mal. No pueden saber que estuve aquí.

Asintió irregularmente, levantándose para poder cerrar la puerta con llave a la par que el chico se dirigía a la puerta con un semblante más que preocupado y un caminar azaroso.

Una vez ya no está, dirigió por completo su atención a Jungkook. El chico entre abría los ojos, tratando de permitirse ver su alrededor y con quien de encontraba. Jimin suspiró nuevamente, caminando hacia él y sentándose a su lado.

Una vez Jungkook tosió lo suficiente, decidió por fin preguntarle. El chico de veía mal, pero ya no tanto como cuando entró a su departamento.

-¿Qué sucedió? -musitó con una mueca bastante visible, acomodando los cabellos de Jungkook y acariciando su rostro en el camino. No podía sentir rencor por haberse quedado plantado, no cuando tenía a un Jungkook malherido casi en sus brazos-. ¿Quién era ese tipo?

Jungkook hizo una mueca, alejándose levemente del agarre del mayor y permitiéndose rascar sus ojos. Todo tacto dolía, todo su rostro se sentía delicado y sensible ante el roce.

-No importa.

-¡Sí importa! ¿Quién te golpeó? -masculló su pregunta, con una línea definida en su entrecejo mientras buscaba la mirada del pelinegro, quien la evitaba a toda costa.

(En realidad, detesta la idea de Jungkook volviendo a meterse en problemas.

No es alguien que pueda exigir un buen comportamiento, y son solo amigos, no puede reclamarle nada.

Pero aún así duele, porque Jungkook significa mucho para él.)

Jungkook resopló, tocándose con suavidad las heridas en su pómulo que ardían con vehemencia sin siquiera ser tocadas. La piel de había reventado y dejaba a la vista sangre tanto seca como fresca, además de un moratón notable en tonalidades rojizas y púrpureas.

JUEGO TÓXICO | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora