Amaba cuidar de niños en mi tiempo libre, sin embargo, jamás me cansaré de decirlo, ese mocoso parecía un mal sentimiento encarnado. Haber aceptado cuidarlo fue el peor error que haya cometido en mi vida y hasta el día de hoy me arrepiento de eso. He tratado de hostigar a sus padres diciéndoles lo perverso que es su hijo, pero me ignoran al igual que al resto.
Comenzó la noche de un día sábado. Llegando a la casa, los padres esperaban ansiosos mi presencia. La madre me dio un beso en la mejilla a modo de despedida, luego se marchó con su elegante vestir en dirección al auto que se estacionaba afuera; el padre divulgó que su hijo se hallaba ya acostado en su cuarto, cantarle una canción infantil era lo mejor que podía hacer en el caso de que despertase.
Asintiendo con una sonrisa me despedí de ellos mientras me informaban que regresarían a más tardar a las seis de la mañana.
Al cerrar la puerta me volteé y lo primero que divisé fue la cara del infante, no sé en qué momento caminó hasta mis espaldas sin que me diera cuenta.
─¡Dani! ─expulsé de mis labios dando un pequeño salto del susto─. Mucho gusto, soy tu...
─Sé bien quien eres. ─Me interrumpió antes de que terminara de presentarme.
─Oh...vaya. Bueno, tu padre me dijo que deberías estar acostado. ¿No tienes sueño?
─Tengo hambre.
─Ya veo... si gustas puedo prepararte algo. Dime, ¿qué prefieres comer?
─Chocolate.
─Chocolate... no sé preparar aquello. ¿No puede ser otra cosa?
─Quiero chocolate ─reiteró imponente.
─Está bien, está bien, buscaré si hay chocolate.
Lo primero que hice fue caminar hacia el refrigerador y acto seguido abrirlo con la esperanza de encontrar lo que el niño anhelaba, mas no había nada semejante.
─¡Stella! ¡¿Dónde está mi chocolate?! ─reclamaba el crío desde el living mientras veía caricaturas en la televisión.
─¡Dame un segundo! ¡Lo estoy buscando!
Desesperada por encontrar algo, al abrir un mueble, en lo alto pude ver una bolsa transparente al lado de los utensilios de cocina, dentro de ella había una dona cubierta de lo que parecía ser chocolate, por fuera tenía una etiqueta que decía: "propiedad de Alice". Era el nombre de su madre.
─¡STELLA! ¡MI CHOCOLATE! ─exclamó el muchacho, muy enojado.
─¡Voy! ─dije tomando de todas formas la bolsa.
Me senté junto a él en el sofá y lo consentí entregándole lo que pedía.
─¿Te basta con eso? ─pregunté incomoda, entrelazando los dedos.
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Relatos espeluznantes
HorrorConvocatoria de cuentos de terror que formarán parte de la antología "Relatos espeluznantes", con motivo de Halloween 2017.