|Capítulos finales|
Sus labios se funden en los míos produciéndome una sensación de alivio en mi angustiado pecho. Con la respiración pausada y mi concentración en la lucha que nuestras lenguas inician, me armo de valor y decido colocar mi mano en su pequeña cintura.
Camille se separa de mi boca para después clavar sus intensos ojos en mí y me regala una de esas sonrisas que llenan el alma y te encienden el corazón.
—Lo siento, lo necesitaba —murmuro a penado por haberlo hecho en un momento.
—Está bien, Josh.
Me contempla para segundos después perderse en mi mirada. No sé porque le gustan tanto mis ojos. Son de lo más común que hay, lo único que sobresalta son mis pestañas. Mamá decía que eran perfectas para usarlas como sombrillas.
Me faltarán tanto sus chistes matutinos y sus sermones cada vez que me equivoque y no tenga razón, pero sin duda lo que más voy a extrañar de ella será su voz; esa voz que podía calmar y aplacar hasta la más furiosa bestia.
Camille me toma de la mano y entrelaza nuestros dedos. No dice nada, y no hace falta que lo haga. Ahora, lo único que necesitamos es acompañarnos. Recarga su rostro en mi hombro y nos quedamos a contemplar el cielo anaranjado que se pinta sobre nosotros.
No sé exactamente cuanto tiempo nos quedamos ahí, sin embargo, cuando mi padre me informa que ha llegado la hora de preparar las cosas para irnos a la playa nos levantamos.
Mi princesa me mira de forma curiosa.
—Acompáñame —le pido—. Necesito ir arriba y no quiero hacerlo solo.
—Por supuesto que sí, amor.
Mi corazón late más fuerte al escuchar como me ha llamado. Me encanta que me diga así.
Cuando entramos tomados de la mano noto como algunos familiares nos miran de forma curiosa, resoplo un poco, pero de igual forma evito decir algo.
Entramos al dormitorio de mis padres que ahora se siente vacío y me agacho para buscar la caja que contienen los globos de cantoya que mi madre compró desde hace años.
—¿Para qué es eso? —cuestiona la castaña más preciosa de todas.
Al incorporarme de nuevo, decido contarle.
—Nuestra familia tiene una tradición respecto a los funerales —digo, mientras quito mi saco y lo dejo en la cama—. Creemos que si iluminamos el cielo, nuestros seres amados podrán llegar al paraíso.
Camille escucha con atención.
—Es algo que nuestra madre nos inculcó desde que la madre de la abuela falleció, y al morir su madre se volvió a repetir —continuo—. Ella los compró desde que se enteró que tenía cáncer. Así que en cuanto se obscurezca iremos a la playa y las encenderemos, para luego ir al crematorio.
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Cuando eras mía©
RomanceSecuela de "Cuando era tuya", para poder leerla tendrás que haber leído el primer libro. Dicen que el primer amor nunca se olvida; dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero Camille está convencida de que ha olvidado a James Scott, el hombre...