Capítulo único

1.8K 123 54
                                    

Ella era un ángel, aquel traje moteado era la representación de la belleza como ninguna otra, necesitaba inmortalizarla, apropiarse de aquella belleza que parecía hechizar a toda la población de París. Era deliciosa, aquella nívea y pecosa piel, aquel oscuro cabello, tan suave y delicado que a la luz del sol parecía verse casi azul, aquellos ojos, tan grandes, tan enormes, celestes como el cielo y llenos de una jovial vitalidad que parecían llenar un vacío que la ausencia de su esposa había dejado e instarlo a hacer tantas cosas, un tanto inadecuado para alguien de su categoría, pero ya a estas alturas a quien le importa realmente.

Después de aquel desafortunado encuentro un año atrás en la mansión por el ataque de Jack a dit, el pensamiento de tenerla se volvió presente cada jodido día, empezaba a aparecérsele en cada rincón donde mirase, y la actitud de aquella jovencita en su mente se torcía mientras el tiempo pasaba. Sus diseños empezaron a estar centrado en lo que mejor le quedaría a ella, con aquellas deliciosas y largas piernas, quizás demasiado delgada por ahora, las faldas increíblemente cortas le quedarían muy bien, pantalones ajustados, los que no, los Capri probablemente quedarían mejor, habían tantas posibilidades que sentía que enloquecía, ni siquiera era necesario tocar el tópico de la vestimenta del torso, la urgencia de tenerla parecía que iba hacerle explotar la mente, y quizás otra parte...

Después de cada largo día, observaba que su hijo se fuera a dormir, ingresaba a su habitación y se preparaba para la contemplación en aquel rincón secreto de la mansión. Allí, una pequeña criatura, de morado y con alas de mariposa se acercó a él, su cabello rubio platinado casi blanco parecía reflejar la luz de la luna, sus ojos llenos de dolor, parecía que se hubieran congelado con el paso del tiempo, su complexión delgada, otorgaba un aire demasiado imponente, haciendo imposible decirle que no, menos a una criatura tan temerosa como ella.

—Gabriel, ¿estás seguro de que es esto lo que quieres? —preguntó, sin ser capaz de mirarlo a los ojos, era demasiado.

—¡Tú no comprendes, necesito verla! ¡¡Nooroo, transfórmame!! —aquella insolencia del ser divino, le sacaba de sus casillas, ¿Cómo osaba llevarle la contraria? — Ahora busquemos a algún pobre idiota que esté dispuesto a... cumplir con el designio de traer aquellas joyas que tanto necesito, y si puede traerla a mí.

Su rostro se ensombreció mientras sonreía de una forma un tanto aterradora.

El sol atravesó la rendija de la trampilla de aquella espaciosa habitación, se reflejó en uno de los espejos que se encontraban en una de las paredes de color rosa pálido, se iluminaron los pósteres del adorado modelo de París, y finalmente dieron...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sol atravesó la rendija de la trampilla de aquella espaciosa habitación, se reflejó en uno de los espejos que se encontraban en una de las paredes de color rosa pálido, se iluminaron los pósteres del adorado modelo de París, y finalmente dieron paso a despertar a la doncella de aquella torre.

Marinette se levantó como todas las mañanas, con el tiempo justo para poder llegar a la escuela sin atrasarse. Observó su cuarto, recordando que tenía que llevar el nuevo proyecto de arte de Alya y ella, un prototipo de un conjunto de su nueva colección, sonrió y llena de energía se dispuso a realizar su rutina, bajó de su cama, mientras Tikki, la deidad y mejor amiga, la acompañaba comentándole que no tenía tiempo suficiente como para poder hacer todo calmadamente.

Angel moteadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora