Nunca pierdas la esperanza

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Cerré los ojos e intenté tranquilizarme. Todo iba a salir bien, o eso esperaba. Lo que iba a hacer iba a suponer un cambio radical en mi vida, dejaría muchas cosas atrás; cosas preciosas y que fueron alguna vez, la salvación de mi persona.

Respiré profundo y moví todas mis articulaciones para no ser presa de mis nervios. Cerrando los ojos de nuevo, volví a inspirar.

—J-hope, ya está todo listo. Puedes salir—avisó el del staff.

Abrí los ojos con decisión y sentí como la adrenalina corría por mi cuerpo. ‹‹Vamos, no es la primera vez que cantas delante de miles de personas››. Pero sí la que dejó todos mis sentimientos al descubierto. ‹‹Todo saldrá bien, ya verás››. O eso espero.

—Voy.

Y con esas palabras, subí las escaleras que me separaban del escenario y crucé las puertas hasta llegar al centro de éste. La muchedumbre comenzó a gritar y a decir mi nombre. Yo sonreí y saludé a todos. Agarré fuertemente el micrófono y me dispuse a hacer lo que mejor se me daba: rapear.

La música comenzó a sonar y respiré hondo, cerrando los ojos, me dejé llevar por lo que mi corazón gritaba y le cedí el mando: mi boca cantaría todo lo que éste había estado ocultando, todo lo que había estado impidiendo salir.

La letra comenzó a fluir y, poco a poco, me tranquilicé dejando a mi cuerpo moverse al son de la música, como si de mi salvación se tratase, como tantas veces lo había sido él.

Puse todos mis sentimientos sobre el escenario y conté nuestra historia. Cómo nos conocimos, las primeras miradas que compartimos, las risas, los momentos felices, los tristes, las discusiones, los logros y los viajes compartidos. Relaté las memorias de nuestra amistad y de cómo ésta se había ido convirtiendo en algo más. El cómo lo había dejado de ver como un simple amigo y había pasado a amarlo de una forma que me daba hasta miedo de sentir. Cómo pasé de las simples caricias, al deseo de estar siempre en contacto con su piel, de la simple mirada de complicidad, a rogar porque sus ojos se fijaran en mí. De los simples momentos en los que dormíamos juntos, al nerviosismo de sentir su cuerpo contra el mío. De las noches en vela por estar practicando, a estar allí para intentar olvidar sus ojos y su bella sonrisa que me arrebataban el sueño. De la coincidencia del encuentro de nuestros ojos, a la sutileza de buscarlo con la mirada y sentir miles de emociones con su sonrisa regalada por haber sido descubierto. De la satisfacción que me impregnaba en el pecho cuando veía como nuestro esfuerzo iba recibiendo sus frutos, al sentirla el doble de fuerte cuando se trataba de algún éxito suyo.

Pero claro, no todo había sido bonito, por supuesto que no. La alegría que me daba con tan solo estar a su lado, se había visto afectada por la exigencia de querer más de él, de estar siempre a su lado, de poder compartir todos los segundos del día junto a él. El orgullo que sentía por él, se vio ennegrecido por los celos de que todo el mundo posara su atención en él, impidiéndole que me mirase sólo a mí. La felicidad de compartir momentos con él a solas, se volvieron cambiados por el dolor de saber que no podía llegar más allá, que no podía agarrarle la mano cuando quisiese ni besarle cuando desease. El éxtasis de decir que yo era su amigo, que yo había estado con él durante mucho tiempo, se volvió insignificante al saber que sólo sería eso: un amigo. Podría gritar a todo el mundo que yo era uno de sus hermanos y una de las personas que más le conocía, pero nunca podría proclamar que era su pareja, su confidente y el amor de su vida. Nunca me convertiría en nada de aquello.

Trasmití el dolor que sentía mi corazón al tener que ocultar todas aquellas emociones, dejé que mis sentimientos de vacío, tristeza y soledad inundaran todo el espacio. Expliqué la impotencia que suponía el no poder estar con la persona que más amabas cuando ésta estaba a tu lado. Dije cómo me sentía al tener que elegir entre mi sueño y mi corazón, en el caso de que mi amor sintiese lo mismo que yo. Describí el miedo que experimentaba al saber que si dejaba mis sentimientos fluir, lo podría perder para siempre. Dibujé con mis pasos las vueltas en la cama y las noches de agonía ante el pensamiento de terror de que, si mi secreto se descubría, lo podría estropear todo. Intenté expresar con mi cuerpo todas las lágrimas que había derramado en la oscuridad de la noche. Quité la máscara que se había depositado en mi rostro en los últimos tiempos y dejé salir a la luz todo ese dolor que mi corazón sentía. Me desnudé ante una audiencia que observaba todos mis movimientos y ante él, que sé que me veía desde lejos, como yo había estado haciendo siempre.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2017 ⏰

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