Jimin respiró profundamente mientras preparaba para su primer día de escuela en una nueva ciudad. Caminaba con paso decidido, sosteniendo sus libros con firmeza, listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara.
—Estoy emocionado por empezar en este nuevo lugar —murmuró para sí mismo, tratando de infundirse confianza.
Sin embargo, su entusiasmo pronto se vio interrumpido cuando se dio cuenta de que no sabía dónde se encontraba su salón de clases. Decidió dirigirse hacia la dirección de la escuela en busca de orientación.
En el camino, una brisa fresca jugueteaba con sus cabellos, y el murmullo de la ciudad lo envolvía en un abrazo reconfortante. Fue entonces cuando un aroma tentador, una mezcla embriagadora de chocolate y menta, capturó su atención y lo transportó a un mundo de sensaciones.
—Mi alfa... —murmuró su lobo interior, lleno de expectación.
Antes de que pudiera procesar lo que significaba esa voz en su cabeza, un golpe inesperado lo hizo tropezar y caer al suelo. Al levantar la vista, se encontró con un individuo cuya presencia imponente lo dejó sin aliento.
—Mocoso tonto, fíjate por dónde vas— gruñó una voz familiar. Reconocí al instante al dueño de esa voz, y mi lobo interior se agitó.
—Es él —susurró mi lobo.
Traté de disculparme, pero apenas pude articular las palabras. Me sentí obligado a adoptar una postura sumisa ante su presencia, aunque lo detestaba.
—¿Eres retrasado o qué? —me espetó con rudeza, haciéndome reaccionar.
Me puse de pie, decidido a no dejarme intimidar.
—Disculpa —respondí con firmeza, ocultando los nervios que me invadían—. No soy un retrasado, como tú por no disculparte después de haberme tirado.
Intenté mantener la compostura, aunque por dentro estaba lleno de temor y nerviosismo.
—Mírame a los ojos —me ordenó con una voz que resonaba en el aire con autoridad, cada palabra cargada de un peso que se dejaba sentir en el ambiente. Su mirada penetrante me hizo sentir como si estuviera desnudando mi alma frente a él, sin escapatoria posible. No pude resistirme y mis ojos se encontraron con los suyos, oscuros y profundos como el abismo. En ese instante, supe que estaba atrapado en su dominio, que cualquier intento de escapar sería en vano.
El miedo se mezclaba con una extraña sensación de satisfacción. A pesar de su hostilidad, había algo en su mirada que despertaba una chispa de complicidad. Nos desafiábamos mutuamente, alimentando la tensión entre nosotros. Era una situación incómoda y peligrosa, pero también excitante.
—¿Acaso, me tienes miedo, mocoso? — Su pregunta cortante resonó en mi cabeza, revolviendo mis pensamientos y haciendo que mi corazón latiera con más fuerza, como un tambor que amenazaba con romper mi pecho. Se acercó con pasos seguros, su presencia imponente llenando todo el espacio a su alrededor. Retrocedí instintivamente, buscando una salida que no encontré más que la fría superficie de los casilleros a mis espaldas.
—¿Qué haces? —mis piernas flaqueaban, la cercanía de su aliento enviando escalofríos por mi espalda.
—Eres bastante lindo para ser un Beta— susurró con una voz que hizo que mi piel se erizara y mis mejillas ardieran intensamente. Sus palabras me confundieron, no entendía su intención ni el significado detrás de ellas.
—¿Qué?— pregunté, pero mi voz sonó débil y temblorosa en comparación con su firmeza.
—Nada, mocoso. Solo asegúrate de no cruzarte frente a mí de nuevo, o sabré que solo eres uno más de esos beta que les gusta regalarse— añadió con una crueldad que cortaba como un cuchillo afilado. Sentí cómo su desprecio me atravesaba, haciéndome sentir pequeño e insignificante en su presencia. —Y son exactamente esa clase de personas las que más odio.—
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¿Eres mi omega?
FanfictionEn los bosques de Corea del Sur, Min Yoon Gi, un alfa marcado por su orgullo, rechaza a Park Jimin, su omega destinado, sumiéndolo en un dolor profundo. Jimin, con el corazón lleno de esperanzas desgarradas, anhela fervientemente el amor y la acepta...