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Cuando decía que no aceptaría a otro más que a Jimin, todos estuvieron contra mía. No conté con mi familia, con nadie.
Querían tirarlo, echarlo a la basura como si fuese una monstruosidad, pero yo lo veía con otros ojos, los cuales lo miraban con compasión y cariño.

Yo quería a ese adolescente de cabellos negros, labios regordetes rosas parecidos que fueron hechos con plastilina, ojos pequeños y artificiales de color azul brilloso, los cuales eran vil cristal pero no me importaba, porque me miraban indiferente. Su piel blanca hecha de material parecido al yeso suave especial para poder asemejarse a la de un humano, lo cual no era para nada el parecido, pero yo sentía que Jimin ya era más humano que androide.

¿Cuándo se había transformado en un robot-humano tan gruñón?

–Deja las nubes por un momento, idiota.– Me pegó con su agenda negra hecha para tomar notas. La carátula dura pegó fuerte a mi cabeza que fue inevitable no gemir de dolor y llevarme las manos para apaciguar su golpe.

El verano comenzaba y con ello lo más importante, el calor, el cual pasaba por mí ventana sin invitarle. El vapor que provocaban las hojas con su viento leve entraba directo a mi habitación para fastidiarme, el rostro lo tenía sudoroso y por ende vestía una bata cómoda que me llegaba hasta los tobillos, lo único que podía hacer era tirarme aire con un abanico pequeño para poder refrescarme la cara. Con Jimin cerca mío, intentando que prestase atención al libro frente mío, no podía. El calor sumado a su presión por ser un buen heredero de la familia Jeon, no resultaba.

–Tus calificaciones son bajas y tus exámenes son demasiado fáciles, no sé cómo puedes sacar tan bajo.- Replicaba el chico mayor, que portaba un traje negro y por debajo una camisa blanca, elegante para la época.

–Si, si.– Me tapé los oídos tratando de que se callara.

–Con un simple si bastaba, cuando me traigas una buena nota escucharé todas tus quejas.– Se giró para caminar hasta la puerta del armario y detenerse para mirarme, tenía una pose de guardaespaldas.

Suspiré cansado.

Recuerdo cuando recogí a Jimin en un basurero cerca de casa, caminaba tranquilo para visitar a la abuela y llevarle algunas medicinas que mamá me dijo que llevara. Mis pasos eran campantes, sin mirar a los lados y con la cabeza en alto, tal como mamá y papá me habían enseñado.

Me detuve por un extraño ruido provocado a unos cuantos metros de mi, no tuve miedo, con ocho años me sentía más grande que los demás y con ese pensamiento, aceleré el paso hasta una calle que no tenía salida en el cual al final se hallaba un basurero con muchas bolsas podridas, pero algo me llamó la atención.
Un gato arañaba a un muñeco por el estómago, lo rasguñaba sacándole filo a sus uñas. No entendía el propósito de aquel felino, pero si entendía que no debía hacerlo.
Corrí y busqué una piedra tirada al piso, con la misma lo tomé y lo aventé a uno de los basureros de metal oxidado provocando que el gato se marchase asustado brincando el muro. Ahí fue donde tuve la oportunidad de acercarme y admirar lo que tanta curiosidad me provocó.

Un muñeco de tamaño humano promedio de unos veinte años se hallaba sentado con las piernitas extendidas al igual que los brazos, sus ojos de cristal estaban abiertos mirando hacia la nada, eran pequeños y parecían de vidrio.

Eso significa que se trataba de un androide, aquellos que las familias ricas poseían para poder educarlos a su gusto, enseñarles y no quedarse solos, algunos lo utilizaban para el servicio de la casa. Eran exclusivos, nunca había visto uno en mi corta vida y tuve la necesidad de recogerlo y llevarlo en mi espalda directo a la casa de la abuela, me costó mucho cargarlo pero valió la pena. Ya en su casa me explicó una cosa Interesante para mi.
Los androides crecían de habilidades debido al amor de sus dueños. No sentían, tenían un corazón de metal que era llenado por el portador llamado amo o dueño.

Robot Man;  [Jikook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora