¿Que es lo que siente mi corazon?

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Solo se escuchaba el ulular del viento en la planicie que conducía al Bosque de Arcturus. La luna llena se elevaba majestuosa; en medio de la cúpula celeste. Antaño, en esa época del año, las sacerdotisas de Hecate, la Diosa de las tres formas, realizaban rituales para consumar alguna venganza, conquistar un corazón o emponzoñar un alma. Dicho conocimiento aún podía usarse en la actualidad, solo por aquellas personas con la voluntad y pericia necesarios. Sucy había sido iniciada en algunos de esos Misterios por su mamá (quien en esos momentos se hallaba muy lejos de Inglaterra) a pesar de ser muy joven. Ella admiraba a esas primeras hechiceras que con un solo gesto, podían controlar la voluntad de los hombres, crear de la nada el enamoramiento, desatar súbitas maldiciones, o jugar con el clima del planeta. No obstante, la especialidad de Sucy Manbavaran eran las pociones. Ella sabía que las combinaciones de ingredientes que se podían realizar era casi infinita, así como los resultados.
Llegó al sitio indicado. Una encrucijada. En ese recoveco del camino, depositó su ofrenda a la Diosa del Infortunio y de la Noche. Un aullido ronco y profundo se escuchó en la lejanía. A unos cuantos metros de ahí, encontró unos matorrales que en sus hojas contenían el ingrediente que le faltaba. El rocío de unas hojas de laurel recolectado en plena madrugada. Procedió a obtener las gotas que necesitaba para terminar su filtro.
Cumplida la tarea que se había propuesto, regresó con paso tranquilo a Luna Nova. Esa poción que Sucy Manbavaran tenia pensado terminar, le ayudaría a conocer sus verdaderos sentimientos hacia su compañera de cuarto, la chica oriental llegada del otro lado del Mar, Atsuko Kagari. Ella sabía que un filtro de amor, creaba el deseo y sentimientos en una persona que por sí mismos no podían sostenerse. No era lo que ella quería. Ella se sabía fría, calmada, algo malévola a veces, pero sin intención de dañar a alguien sólo porque si. Sin embargo, esa muchacha le hacía alegre la existencia, a pesar de que se cuidaba de no mostrarlo demasiado. En sus escasos 16 años, ella no se había sentido así, y no era la pubertad, bien lo sabía. Además de que le latía fuerte el corazón y se le subía la presión cada vez Akko la tocaba, el estar cerca de ella le insuflaba fuerza, además de que al verla, despertaba en ella cierto deseo sexual. Le costaba no sonrojarse cuando pensaba en esas cosas.
Akko!!! Akko! Despierta, -le decía Sucy a la mañana siguiente- como siempre, llegarás tarde a la clase de Finneland, seguro te reñirá de nuevo.
-Cielos, pues qué hora es? -preguntó Akko- me iré en cinco minutos, adelántate Sucy!
-No iré a la primera clase, no me siento bien, creo que iré a la enfermería, un poco más tarde -replicó la brujita pelirosa- recostándose nuevamente en su cama.
A Akko le pareció algo extraño él comportamiento de su compañera, pero debía llegar a clase ya. Se despojó de la camiseta blanca y de los shorts que usaba como pijama. Desde donde se encontraba; Sucy no dejaba de recorrer con la vista las formas del cuerpo de Akko, delicado, firme. Tenia el color de la avellana en ciertas curvas, y sin embargo, sus piernas eran blancas como el mármol, y seguramente suaves como la nieve. Un estremecimiento recorrió la espalda de Sucy. Akko se vistió con el uniforme de gala, pues fue lo primero que encontró. Akko salió corriendo de la habitación cerrando la puerta tras si. Sucy se levantó, y le echó el cerrojo a la puerta. Se dirigió a su mesita de trabajo, y tomó la botellita color verde. Le dió un largo trago y esperó. Dirigió su mirada a la cama de Akko. Un cartel con la imagen de la bruja de espectáculos "Shiny Chariot", y la leyenda "Magical Festa" colgaban del muro. Ahí, entre la colcha  y una almohada, se hallaba lo que buscaba: la falda de diario de Akko.
La poción que tomó le ayudaría a conocer los verdaderos sentimientos de su corazón, no obstante, también estimularía su deseo sexual (un efecto secundario). Con el afán de una persona poseída, tomó la prenda y comenzó a frotarla con sus manos, y a olerla. No solo olía a lavanda, (la fragancia de Akko) sino también al perfume natural de la chica. Acercó la tela a su cara, y aspiró una y otra vez. Sucy casi se desmaya.
-Akko, Akko. . -comenzó a murmurar la hechicera de piel pálida- de repente, en la habitación se sentía demasiado calor. . . Y Sucy comenzó a tocarse. .
Unos fuertes golpes resonaron entonces en la puerta de la habitación. .

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⏰ Última actualización: Oct 21, 2017 ⏰

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