-¿Qué te apetece hacer?- Me preguntó mi padre.
-Salir a dar un paseo.- Era lo que acostumbraba hacer.
-Está bien, pues vamos.
Cuando bajábamos las escaleras (vivimos en un segundo, así que mi corazón podía soportarlo, tampoco estoy tan mal) nos encontramos con la vecina del primero.
-Te lo has pasado bien con el chaval que acaba de salir, ¿eh?- Me preguntó echándome miraditas pícaras y sonriéndome.- Menudo grito has pegado.
Ahora entendía la petición de Josh. Será hijo de...
-Era un reto y, en realidad, me lo estaba pasando genial.
-Claro, claro.- Y se metió en su casa.
-¿Y eso?- Preguntó mi padre.
-No le des importancia. ¿Vamos?- Le pregunté señalando con la cabeza el último tramo de escaleras que nos quedaba por bajar.
-Vale, pero algún día me lo tendrás que explicar.
-Sí, sí. Claro.- Aseguré con tono falso.
Empezamos a caminar por la calle y al poco tiempo de haber salido vimos varios cristales extendiéndose.
-Por cierto, ¿cómo vais con la enfermedad?
-Todavía no hemos descubierto nada nuevo. Ninguna cura por ahora, lo siento.- Me dedicó una sonrisa triste.
-¿Ni tampoco de dónde viene o dónde se creó?
-Claro que no. Si no ya lo habríamos dicho.¿Vamos al parque a tomarnos un helado?
-Sí, claro, vamos.- Dije con tono de desgana.
Al llegar al parque nos cogimos unos helados de un kiosco cercano y nos sentamos en un banco.
Al acabar el helado alquilamos una bicicleta eléctrica para dos, para volver a vivir esos momentos en los que era pequeña. Estuvimos una hora dando vueltas en la bici y después empezamos a dar un paseo por la playa. No paraba de recordar lo que mi padre me contó una vez sobre mi madre; que le gustaba caminar por la playa mientras recogía piedras lisas de masaje y pasárselas por los brazos para relajarse.
Al cabo de un rato, en una parte muy alejada del principio del paseo marítimo, empecé a encontrarme esas piedras. Las cogí y me las empecé a pasar por los brazos imaginando las muchísimas veces que mi madre lo habría hecho y las muchísimas otras veces en las que yo lo haría.
Cuando llevábamos mucho tiempo caminando las piernas empezaron a dolerme y el corazón a molestarme un pelín más de lo normal. Decidimos sentarnos en la arena a hablar un rato.
-Bueno, ¿qué tal el instituto? ¿Algún amigo nuevo?- Me preguntó.
-El instituto bien.- Le miré.- Y sobre el amigo...- Aparté la mirada hacia el mar.- He conocido a alguien.- Me encogí de hombros, muy a lo Josh.
-¿Sí? ¿Quién?- Su tono fue curioso.
-Al que has visto antes en casa.-
-Que solo sea un amigo.- Su tono cambió a gruñón.
-¿Y si no?-
-Nos mudamos.- Dijo mordiéndose la lengua como siempre hacía como se enfadaba.
-No te atreves.- Dije retándole.
-¿Que no? ¿Te lo demuestro?- Me dijo aceptando el reto.
-Si te quieres ir vete, múdate, pero no vuelvas a por mí porque no pienso ir.- Dije mientras me levantaba y me iba.
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La Enfermedad de Cristal
Teen FictionY si... ¿tuvieses una enfermedad? Y si..., ¿más que una enfermedad, tú la sintieses como una maldición? Y si... ¿no quieres que nadie sepa que la tienes? Y si... ¿te murieses solo por hacer cosas humanas? Y si... ¿la enfermedad te impide ser del tod...