Cinco

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En cuanto pudo, Steven se escapó al baño del trabajo y marcó a su casa; emocionado por hacerle saber a su esposa, la gran noticia

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En cuanto pudo, Steven se escapó al baño del trabajo y marcó a su casa; emocionado por hacerle saber a su esposa, la gran noticia. Aguardó mientras repiqueteaba los dedos en el lavabo. Al tercer tono, ella contestó:

— ¿Steven? —Preguntó dudosa. Era muy raro cuando él la llamaba en horas laborales. Quizá hasta se asustó un poco. Su jefa había salido y ser su asistente, no era trabajo difícil.

— Hola, nena. No te asustes, todo está bien.

Melany respiró hondo y se tranquilizó a sí misma. Oír hablar a su hombre, seguía acelerando su corazón como los primeros días. Él había sido la mejor decisión que ella había podido tomar.

— ¿Cómo estás? ¿Por qué me llamas a esta hora? — Preguntó, dejando un sujetapapeles a un lado. 

— Tengo una buena noticia. —Espetó mordiendo el bolígrafo. Mel lo animó a que siguiera hablando —Bueno, es que ¡Me ascendieron!

— ¡¿Qué?! —Exclamó ella, soltando la engrapadora que había tomado — ¡Dios mío! Felicitaciones, cielo. Oh, te lo mereces.

— Gracias, Mel. —Dijo Steven, ocultando la alegría que había incrementado con la emoción latente de su esposa. Rió, negándose a sí mismo, que se estaba sonrojando.

—Eres el mejor. Te felicito, amor.

Él se mordió el labio, evitando la sonrisa tímida que se formaba en su boca. Se despidió de ella cuando escuchó que alguien se acercaba a los baños. Guardó el teléfono y se enjuagó la cara, para ir a recoger algunas cosas de su antiguo cubículo y subir al siguiente piso, donde estaría junto a sus amigos Edd y Adam.

***

Estaba ansioso por llegar a su casa. Se desprendió de la corbata y el saco, conforme se acercaba a la urbanización. El celador esperaba en su lugar a que él entrara con el coche, le dio las buenas noches y siguió para aparcar el vehículo frente a su casa.

Aseguró el carro y se aventuró a la entrada. Olía delicioso. Se relamió los labios, omitiendo como su boca se hacía agua de sólo olfatear ese sabroso aroma.

— Buenas — Saludó, en voz alta mientras se daba la vuelta y cerraba la puerta detrás de sí. Cruzó el pequeño espacio de la puerta y halló a su esposa metida en un vestido elegante, en el comedor. Dos velas sobre la mesa detrás de ella, le daban una idea de lo que estaba sucediendo. —Hola.

— Hola —. Respondió ella, caminando en dirección a él, tomando su portafolio y saco para ponerlos sobre la encimera de la cocina.

— ¿Qué es todo eso? —Inquirió él, sonriendo.

— Una pequeña cena de celebración.

Ella caminó de vuelta al comedor y él la siguió, anonadado con su hermosa figura. El vestido negro con lentejuelas rojas que subían en forma de lengua por los costados de su cuerpo, se ceñía a la delgada silueta de su mujer. Melany se dio vuelta para ver el rostro de Steven, el cual tenía grabada una tonta sonrisa.

— Eres tan tierna, —Comentó, depositando un beso en sus labios —tan hermosa, tan atenta.

— Y tú tan inteligente, dedicado, sobresaliente — Respondió acariciando su rostro. — Te ascendieron por ser el mejor de tu departamento... Qué sexy.

—Cállate —. Dijo Steven, en medio de una risa apenada. Ella se había maquillado pulcramente y sabía bien que ese rojo rubí que pintaba sus labios, le encantaba a él. 

No podía evitarlo y le robó el aliento con un beso profundo y delicioso, que combinó con un toqueteo en la cintura. Ella le apartó con un ligero empujón.

—Cariño, jamás se come el postre antes de la cena.

Él volvió a reír. De los dos, ella siempre había sido la más graciosa. Su sentido del humor era algo digno de amar.

Tomaron asiento, uno frente del otro e iniciaron una charla recíproca. Él le pudo comentar con detalles cómo había sido el ascenso, lo que le habían dicho y cómo había reaccionado ese grupo de colegas que le tenían tanta envidia.

La comida estuvo perfecta, la conversación animada y Melany lo escuchaba como si no existiera nada más en el mundo. Sus enormes ojos estaban puestos en su esposo, en cada acción, gesto, broma, palabra. Él era una bombilla y ella se sentía atraída a él como una polilla.

Bebieron champaña hasta que se vació la botella y empezaron a divagar sobre temas sin importancia. El licor comenzó a hacer su trabajo en ella, porque decidió detallar a profundidad el físico de su compañero.

Tenía unos hombros anchos, una altura que tocaba el metro ochenta; sus rasgos eran finos, pero masculinos. Mientras hablaba, ella notaba sus labios y sus hermosas cejas. Disimuló su creciente estímulo cuando él terminó de parlotear y se puso de pie para llevar los platos a la encimera. 

Melany le atajó, abrazándolo por la espalda. Ambos sabían lo que vendría a continuación. La tensión incrementaba conforme cada caricia tomaba lugar en el cuerpo de los dos. Él se dio la vuelta y la besó, con delicadeza.

Cuando Melany levantó ambas manos para pasarlas por su pecho, él la elevó y la llevó cuarto arriba en brazos. 

—Te ves tan hermosa —Comentó, mientras ella se tomaba el tiempo de desabotonarle la camisa. Ella besó su cuello y luego su boca. —Quiero... cierra los ojos.

Ella permitió que él le diera la vuelta para bajarle el cierre del vestido. Steven aprovechó y también dejó un par de besos en el camino. No importaba los años que llevaban juntos, cada noche de encanto, ellos aprendían más sobre cómo amarse el uno al otro. Él rozó su piel como si tocara una escultura en mármol y le soltó el cabello rubia que cayó como un velo sobre sus hombros. 

—Te amo, Stev. —Musitó ella, cuando sintió caer el vestido por los costados de su cuerpo.


UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora