¿Qué es el amor? Es un sublime arcano,
símbolo del misterio de la vida.
¿Qué es el amor? Es un capricho vano,
un simple antojo, una ilusión fingida.
¿Qué es el amor? Es un delirio insano
que rompe una existencia maldecida.
No hay del amor definición correcta,
y la da cada cual según su secta.
José Batres Montúfar (1809-1844)
Tú, cariño mío, aún no habías nacido cuando ocurrieron todas estas cosas que me dispongo a relatarte. Tuviste la gran suerte, la inmensa fortuna, de no ser testigo de tantas y tantas atrocidades que se perpetraron por entonces. Es ahora, al echar la vista atrás, cuando me horrorizo pensando que, después de todo, no han pasado tantos años desde que Hitler, y todos sus diabólicos secuaces, dejaron Europa sumida en la más absoluta ruina imaginable, pues nada menos que cuarenta millones de muertos fueron los que la política —siempre causa y a menudo consecuencia de la mayoría de nuestros males— provocó durante la II Guerra Mundial. Y de esos cuarenta millones, casi cuatrocientos mil fueron ingleses. Pero lo más aconsejable es que empiece por el principio.
Corría el mes de agosto de 1940. Tan solo unos meses antes, exactamente el diez de mayo —lo recuerdo por haber sido especialmente tormentoso y desapacible— Winston Churchill había reemplazado a Chamberlain y, no sé si por añadidura o por una mera e infausta coincidencia, Gran Bretaña se vio sola ante los ataques invasores de Alemania. El hecho de que Churchill, desde entonces primer ministro, se pusiera al frente del país para resistir los embistes de la guerra hizo que, un tiempo después, el tres de julio, la flota inglesa atacase a la francesa en Mers el-Kêbir y, el día ocho, en Dakar, tras lo cual los nuestros se replegaron y procuraron defender las fronteras inglesas de las incursiones alemanas con la elegante heroicidad que se esperaba. A consecuencia de aquello, en agosto, que es cuando comienza la verdadera historia de nuestras vidas, la Luftwaffe comenzó una atroz ofensiva contra Gran Bretaña que se cobró la vida de decenas de miles de personas inocentes, algunas de nuestra propia familia, como era de prever. Las batallas aéreas fueron, desde ese fatídico mes hasta bien entrado octubre, continuas y encarnizadas.
¿Alguna vez has sentido auténtico pánico tan solo mirando al cielo? Esos, mi vida, fueron nuestros tiempos, unos tiempos en los que bastaba con mirar hacia arriba y escuchar el zumbido de los bombarderos enemigos para echarnos a temblar e implorar a Dios que nos dejara vivir un día más. Cada anochecer, cuando los aviones se retiraban al impío lugar del que procedían, dábamos gracias por no haber muerto.
Fueron tres meses devastadores. Podrías imaginarlo con facilidad.
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No se lo digas a nadie
Short StoryLa joven e independiente Flavia Haughton sale de paseo un día de agosto de 1940, días después de que los bombarderos de la Luftwaffe alemana comiencen sus ataques a Gran Bretaña. En las rocosas costas de la isla de Portland, Flavia encuentra a Isabe...