Capítulo 4

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Me encuentro en un despacho mirando fotos e información sobre una mujer que tengo que investigar. Sobre la mesa reposa una pistola, papeles desordenados y muchas botellas de alcohol y varios puros. Hay una cartera donde hay una foto mía e información básica: nacionalidad americana, nacido en 1874. Le doy un trago a la botella y la pongo con fuerza sobre la mesa.

Recuerdos de una guerra pasada llegan a mi mente; cuerpos sin vida de soldados americanos y nativos indios bajo mis pies, gritos, llantos y sonidos de disparos envuelven toda la atmósfera, mi uniforme manchado de la sangre de aquellos a los que abato, el cielo envuelto en llamas y humo...

-¡Aah!- un pequeño grito me devuelve a la realidad.

Instintivamente, cojo la pistola y salgo fuera de la habitación. A través de la puerta se puede leer sobre un cristal: “Booker DeWitt, investigador público y privado.” Abro la puerta y miro a ambos lados del pasillo; una chica se encuentra a dos puertas de mi despacho en el suelo recogiendo libros esparcidos por el suelo. Me acerco para ayudarla y ella se gira al escucharme, unos grandes ojos azules me miran asustados y confusos. Luego grita y se abraza a uno de los libros.

-¡He leído sobre esas cosas y sé que hacen daño! ¡Por favor, no me haga nada!

Tardo unos segundos en darme cuenta de que se refiere a la pistola que llevo en la mano y suelto una pequeña carcajada.

-No te preocupes, no te voy a hacer nada. Es solo parte de mi trabajo- digo mientras me guardo la pistola en la parte trasera del cinturón- deja que te ayude a recoger esos libros.

-No hace falta señor, puedo yo sola- se levanta y empieza a recoger los libros nerviosamente. Me tiene miedo.

Lenta y silenciosamente, recojo los libros y se los entrego. Ella me mira con recelo pero veo gratitud en sus ojos.

-Perdóneme señor. No quería montar una escena pero es la primera vez que viajo sola y que veo un arma y me asusté...

-No te preocupes, es lógico. Y no me llames de usted, me exaspera.

-Está bien, señor...

-DeWitt, Booker DeWitt.

-Está bien, DeWitt. Yo me llamo Elizabeth. Perdona por lo de antes, es un placer conocer a alguien que no me insulte de vez en cuando- dice dedicándome una amplia sonrisa.

-DeWitt, despierta. ¡DeWitt!- una voz grita desde las paredes. Siento un fuerte golpe en la cara y me llevo las manos a ella. Cuando abro los ojos, dos pupilas azules me miran con impaciencia. Me siento en la cama y me toco la mejilla.

-Me has golpeado- le espeto.

-No tuve más remedio, no te despertabas de ninguna manera- Rosalind se encoge de hombros- te espero abajo. No tardes.

Estoy en la misma habitación que ayer y a través de la ventana veo que el cielo comienza a aclarar. Me asomo al balcón mientras pienso en el sueño. Ahora recuerdo todo lo ocurrido en mi vida hasta esa escena del sueño; nací en América y participé en la batalla de Wounded Knee, lugar donde cometí verdaderos horrores. Al terminar la guerra me mudé a París para olvidar todo lo que hice. Ese despacho era mi casa y trabajaba como investigador, aunque pocas veces tenía clientes. Tengo problemas para llegar a fin de mes debido a mis problemas con el alcohol y el juego. Ese fue el día que conocí a Elizabeth... y ya no recuerdo más.

Me miro al espejo mientras coloco mi cabello en su lugar; mis ojos verdes parecen confusos y asustados y mi cara está muy tensa. Parezco demacrado y más mayor de lo que soy. Suspiro y bajo a la primera planta. Rosalind me está esperando en el recibidor y me indica que entre en una de las habitaciones.

Desgarros en el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora