Capitulo 20

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— Por desgracia, ahora. Tengo que recoger mis cosas. Hay un avión militar en el aeropuerto. Espera a todos los que estábamos en esta parte del país. Sale a media noche, así que no dispongo de mucho tiempo. Volveré para la boda y no me marcharé más.

Intenté sonreír, pero no pude. Estaba demasiado triste y preocupada. Entramos en la casa y Harry subió directamente hasta su habitación. Ale y Michael, que estaban en la cocina, que se quedaron mudos al escuchar lo que había ocurrido. Ale me abrazó, mientras yo lloraba desconsoladamente. Michael nos miró, apenado, y se sentó en un taburete, esperando a que Harry bajase. 

Tardó sólo unos minutos. Ale y yo nos quedamos de piedra cuando le vimos con su uniforme militar. Vestía unos pantalones y chaqueta de camuflaje con colores verde y beige, entrelazados, y unas botas verdes de cordones.

— ¿De dónde has sacado esa ropa? – Preguntó Michael, sorprendido.

— Estamos obligados a llevar el uniforme a todos lados, por si se presenta una emergencia.

— Estás muy guapo. – Dijo Ale, mientras le abrazaba y le daba un beso de despedida.

— Te acerco al aeropuerto. – Se ofreció Michael.

— No te preocupes, Michael. Yo le llevaré. – Intervine.

Harry sonrió, y me dio la mano. La apretó y acarició con sus dedos durante unos segundos. Caminamos juntos hasta el coche y le cedí las llaves. Estaba demasiado nerviosa para conducir en esos momentos. En el camino me juró, una y otra vez, que volvería para la boda y que se quedaría.

En el aeropuerto apenas estuvimos juntos unos minutos. Harry tenía un pase especial y entrada directa a una zona restringida. Antes de entrar nos dimos un último beso. De hecho, fue el beso más hermoso que jamás me había dado nadie. Me miró una última vez, con sus ojos enrojecidos por la pena, al igual que los míos, y me abrazó, intentando consolarme. Mientras veía como desaparecía, lloré sin consuelo. Caminé por el aeropuerto sin importarme que la gente mirase cómo las lágrimas resbalaban por mis mejillas, sin control.

Cuando llegué a los ventanales en los que se podían observar los despegues y aterrizajes, me senté en un banco. En la lejanía se veía el avión militar y cómo varios soldados iban subiendo en el más absoluto orden. Media hora después, el avión entró en pista de despegue y vi cómo se alejaba, hasta desaparecer en el horizonte.

Cuando volví a la casa de la playa, ya había pasado la media noche. Al día siguiente volvíamos a la ciudad y a nuestra rutinaria vida. No pude pegar ojo en toda la noche. Estaba muy preocupada por Harry. Él dijo que volvería, pero yo no estaba tan segura de eso. Mis últimas lágrimas mojaron la almohada antes de quedarme dormida.

Michael y Ale se portaron muy bien conmigo. Intentaron animarme y me aseguraron que todo iría bien. Estaba exhausta solo quería quedarme a solas en mi casa. En esos momentos no soportaba la cercanía de ninguna persona. Me sentía muy infeliz. Por fin había conocido a un hombre con el que me apetecía compartir mi vida. Me había enamorado de él y ahora podía perderle en cualquier momento. Me maldije a mí misma por permitir que esos sentimientos se adueñasen de mi corazón y mi mente. No me sentía preparada para sufrir otra vez ni pasar por el trauma de la decepción, como me pasó con Ryan. Aquel momento fue demasiado traumático y no estaba en condiciones de volver a revivirlo con Harry. Tenía que tomar una decisión. O esperaba a Harry, o hacía mi vida tal y como era antes de que ambos descubriésemos nuestros sentimientos.

También estaba el hecho de que, aunque no era seguro, mi amante nocturno volviera a visitarme. Tenía que decirle adiós, pero era tan difícil… Se lo prometí a Harry. Le dije que me separaría de él, pero en esos momentos no podía evitar que una corriente de deseo me atravesara y quisiera fervientemente que me hiciese suya de una forma salvaje, para intentar borrar de mi mente todo sentimiento hacia Harry. Necesitaba ocupar mi mente en otra cosa en tanto él volviese, si es que regresaba. Me juré a mí misma que si volvía sano y salvo, mis aventuras nocturnas con aquel semental terminarían para siempre.

Cuando Ale me dejó en casa ya era de noche. Habíamos pasado el día en la playa, tomando el sol y charlando sobre los planes que tenían tras la boda. Al empezar a atardecer, recogimos nuestras cosas y volvimos a la ciudad. Al abrir la puerta del apartamento, vi un papel en el suelo. Me agaché a recogerlo y me sorprendí al descubrir que se trataba de una nota escrita por mi amante nocturno:

“¿Dónde estás? Te echo de menos”. Su caligrafía era muy masculina y más bien clásica.

El pensar tan sólo en volver a tenerle dentro de mí hacía que me subiese la temperatura corporal. Quería que me visitase esa noche. Ardía en deseos de estar con él, pero no había forma de contactar para decírselo. Dejé mi maleta en la habitación y tras cenar ligeramente, fui al baño. No me apetecía una ducha. Quería un baño relajante de agua tibia. Encendí un par de velas y apagué la luz. Tras sumergirme en el agua, cerré los ojos y poco a poco fui sintiendo cómo mis músculos se relajaban hasta el punto de así quedarme dormida.

Escuché un ruido fuera del cuarto de baño y sonreí. Estaba ahí. Había vuelto. Cerré mis ojos cuando escuché cómo abría la puerta. Se situó tras de mí y soplando apagó las dos velas, quedando en la más absoluta oscuridad.

— Te he echado de menos.

Tuya en la oscuridad (Harry, Zayn & Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora