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Ahora Papyrus se encargaba de ella, algo que la aliviaba bastante. Ya no tendía que sufrir días llenos de hambre, pues el menor ya no se separaba de ella y cuando lo hacía sólo era para preparar algo de comer. La imagen de Papyrus hablando frente a ella cada vez se le hacía más visible, y más difícil de ignorar, soltó un suspiro y asintió sin entender de qué hablaba, se había perdido en su mundo nuevamente.

—¿Entonces estás de acuerdo? ¡Nos divertiremos en la feria, Chara! —la abrazó con fuerza y una sonrisa tierna en el rostro—, es una lástima que no puedas ir… ¡pero Sans y yo te traeremos regalos!

Asintió y soltó otro suspiro que fue tomado como tristeza por parte del menor. Papyrus le miró pensativo, ir juntos a la feria era algo que se podía tomar como salir en familia ¿no?

—¿Y si le pido a Sans que te deje ir? —murmuró, aquello ganó la atención de la mayor—. Digo, ya pasó más de un año desde que te salvamos. Y si alguien te reconoce sólo salimos corriendo—sonrió. Chara sólo le miró emocionada.

—¿Vas en serio? —el menor asintió—, ¡gracias Paps! Sólo que no tengo ropa, sólo esto.

Se señaló, sólo traía una camisa con la frase Kill or be killed en el centro y unos shorts cortos. Además, ya no sufría por las cadenas, a su pesar ya se había acostumbrado.

—Y si no intentas escapar o ir con la ley podrás andar libremente por la habitación, ¡espero que Sans acepte! —la soltó—, iré a comprarte ropa. Él vendrá conmigo, no intentes escapar de nuevo Chara, por favor.

Asintió y se tiró a la cama, no volvería a intentar escapar cuando ellos no estaban. Ese día lo pagó caro, no pudo caminar bien por meses y las cadenas se acortaron bastante, nuevamente no podía cambiar de posición.

—well, nos vemos, vamos bro' —el mayor estaba recargado en la puerta con una sonrisa vaga en el rostro—. ya sabes, nada de escapar o te irá peor.

—No lo haré, vago. Ahora fuera, odio que estés aquí —tapó su rostro con ambas manos, el sueño le estaba ganando rápidamente.

—¡Ya verás, pronto se llevarán de maravilla! ¡Nye heh heh! —lo tomó del cuello de la camisa y ambos se fueron. El silencio inundó el cuarto, dándole un extraño sentimiento a la castaña.

¿Qué estaba pasando? Siempre adoró que aquel par saliera y tardara fuera, así no debía soportarlos. ¿Por qué comenzaba a extrañarlos, incluso a aquel vago? Suspiró dándose cuenta, su cordura comenzaba a irse al caño, dando inicio a un sentimiento de calidez forzada pero cómoda alrededor de los hermanos.

Miró a su alrededor, la habitación estaba totalmente diferente a la de hace unos meses. Ni siquiera parecía la misma, ahora había libros y peluches que el menor le regaló. Incluso un armario para su futura ropa, el cuarto sería pintado en unos días con ayuda de Sans.

Por alguna razón comenzaba a dudar de la última respuesta que le dió a Papyrus.

—¿Segura de que no serás feliz aquí, hermanita? —preguntó, la tenía atrapada entre sus brazos. No lucía nada feliz.

—Por supuesto, yo no seré feliz mientras esté con ustedes —balbuceó con dolor, sus mejillas estaban salpicadas de un color carmín. Una mezcla de agua y sangre se deslizaba por su barbilla.”

Bostezó restándole importancia a lo pensado, después de todo, ¿valía la pena pensar en ello? Ahora estaba siendo tratada bien por actuar como ellos querían. Papyrus quería una hermana, fingió dársela, y Sans no tenía idea de qué quería.

—Santo cielo… me aburro.

Soltó un suspiro, quería darse un baño pero estaba atada aún. Sólo le daban esos lujos cuando Papyrus la acompañaba, este solía venir a dormir con ella cuando su mayor trabajaba. O sea, la mayoría de las noches.

Decidió dejar de pensar y dormir un rato, al ver el calendario notó que faltaban días para la dichosa feria. Bufó antes de cerrar sus ojos y descansar en silencio.

Mientras tanto…

Aquella sombra se deslizó con cuidado en la habitación, no lucía para nada feliz al ver así a la chica. Parecía un animal al estar encadenada de esa forma.

[ . . . ]

—¡Sans, te dije que dejaras la ropa abajo! ¡Hay que lavarla, no le daré eso así a nuestra hermana! —gruñó ante la vaguez del mayor, él traía varias bolsas en mano mientras que el otro usaba magia—, y ten cuidado, alguien te puede ver.

Rodó los ojos al ver que Sans desapareció con varias cajas, maldijo en silencio para después soltar un suspiro y poner una sonrisa. Ansiaba ver la expresión de Chara ante tanta linda ropa, eso sí, nada de vestidos. Algo con lo que el par de hermanos concordaba era en que la castaña se veía demasiado extraña usando esas prendas.

—¡Chara! —gritó sonriente, alargando la última vocal con furor—, ¡hermanita, ya voy contigo!

Comenzó a subir los escalones uno por uno, a la par que veía un rastro de agua que comenzaba a llamarle mucho la atención.

—¡Compramos mucha ropa con la que te verás linda! ¡El mejor amigo del gran Papyrus ayudó! —abrió la puerta de golpe, permitiéndole ver a la chica dormida en la cama. Una flor amarilla estaba encima suyo.

Aquello sólo preocupó al menor, eso significaba que alguien entró a la habitación. La movió preocupado, ella no respondió.

—¿Chara? Hey, Chara, no estoy jugando —no hubo respuesta—, ¡respóndeme!

Nuevamente no obtuvo respuesta, revisó la flor. Una flamenquilla, una flor muy peligrosa, capaz de matar aún con la aplicación de magia curativa, el veneno te consume lenta y dolorosamente hasta que das tu último respiro.

—¿Papyrus? Deja de gritar, me duele la cabeza —balbuceó siendo atrapada por los brazos de su hermano, quien sólo comenzó a llorar aliviado—. Espera, ¿dónde está la flor?

Le apartó y comenzó a buscar la planta con la mirada, lucía asustada por su posible pérdida. Papyrus le dió la flor, confundido por la reacción de alivio por parte de Chara.

Sister [Chara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora