Las hojas siempre suenan cuando estoy ahí, inmerso en mis propios pensamientos y oculto entre la multitud verde que adorna el paisaje. Siempre pienso en si haré esto o si me iré a casa, de nuevo. El camino que sigo hasta aquí es el mismo y acostumbro a mirar el mismo cartel de advertencia cada vez que me acerco a este lugar.
Ojalá fuera tan astuto para hacer lo que los "demás" cuando los estoy mirando, quisiera por un instante ser capaz de seguir sus pasos hasta el final. Cuando la soga se estira y los animales callan, cuando su respiración se corta y mis ojos se llenan de quietud ante tal escena. Me siento injusto por mirarles irse y no intentar nada para detenerlos; los observo hasta el último aliento.
Sus razones dan cuando caminan mientras les miro, la última persona en entrar aquí fue una chica joven, su semblante estaba pálido y su cabello caía sobre sus hombros. Sentí al instante que no volvería a casa. Cuando encontró el lugar perfecto sujeto con fuerza a su fiel cómplice, lo ubicó agresiva en lo alto del pilar fornido y pidió perdón. Se disculpó por cada error cometido, por cada acción no ejecutada y por cada paso no dado. Se disculpó por huir. Susurraba cosas que no entendía desde donde estaba así que me acerqué un poco, intenté no hacer ruido alguno que pudiera evidenciar mi presencia. Una rama caída en el cercano territorio de un par de arbustos tronó estrepitosamente y provocó la intriga de la chica. Creí por un momento que me había visto, pero eso es imposible, yo no me dejo ver. No puedo permitirme ese error.
Volvió a lo suyo, las palabras que murmuraba para sí misma no eran más que rezos, disculpas y una que otra maldición. Entonces se abalanzó y brincó. Su cuello inmediatamente tomó una forma retorcida, su cuerpo comenzó a sacudirse y sus ojos perdieron total brillo. Me sentía el bastardo más grande del mundo, creí que si me descubrían entonces sería responsable de ello. Cuando me cercioré de su partida, me acerqué. Su uniforme de escuela media, el portafolio que abandonó bajo sus pies y el celular violeta que recibía mensajes de texto cada segundo; que escena tan decepcionante.
Me llamo Shinsou Hitoshi, y vengo al Bosque de Aokihagara a observar a las personas suicidarse, honestamente no es algo que me haga sentir ni un poco orgulloso, pero tengo mis motivos particulares para hacerlo. He visto de todo tipo de gente entrando en este lugar, de todas las edades, géneros y países. Los extranjeros vienen más para curiosear y sentir que sus patéticas y vacías vidas tienen un poco de emoción. Me molesta un poco que interrumpan la paz y energía que este lugar transmite, tomándose fotos y sonriendo como estúpidos. Quizás me lo estoy tomando personal. Como dije, tengo mis motivos para estar aquí.
Desde que somos pequeños nuestros padres, profesores y cualquier adulto que se atreve a mirarte a los ojos te advierte sobre este lugar, te hablan sobre lo doloroso y malo que es intentar quitarse la vida y te convencen de que eres capaz de alejarte de semejante situación. Esos mismos adultos son aquellos que han venido hasta aquí para terminar con sus vidas, frente a uno de esos niños que protegió con mentiras e hipocresía absoluta.
En algún momento de mi vida considere suicidarme, muchas cosas ocurrieron en un lapso corto de tiempo y sentí que seguir intentando sobrellevar la situación me volvería loco. Pero hubo alguien que mantuvo su corazón conmigo a pesar de todo. Quizás mi tiempo aún no había llegado y ese "alguien" decidió darme una nueva oportunidad confiando en mí. Quizás esta es mi misión; ser un observador; entender los motivos de otros, entender como la vida se esfuma como espuma de mar y entender lo insignificantes que son los problemas cuando tienes este nuevo inicio. Seguramente están pensando que debería intervenir y evitar que mucha gente se quite la vida y abandonen a familiares y amigos. Pero no es tan fácil.
En alguna ocasión, mientras miraba como un hombre de mediana edad se estaba preparando para ejecutar su suicidio, le oí decir que "lamentaba no poder conocer a su futura nieta", algo en mi interior me impulsó a hablarle, salí de mi escondite y hable con él durante aproximadamente 15 minutos. Le hable sobre lo maravillosa que puede ser la vida, dije las mismas jodidas mentiras que me dijeron a mí años atrás. Al principio se mostró incrédulo de mi presencia, incómodo y molesto. Creí haberlo convencido de no suicidarse. En serio lo creí. Lo vi alejarse más allá del letrero que te invita a alejarte del bosque. A los 3 días su cara apareció en los periódicos junto a una foto de su cuerpo colgando del segundo piso de un complejo de departamentos.
Si no van a suicidarse ahí, en Aokigahara, lo harán en otro lugar. Por eso no he vuelto a entrometerme. Qué triste estar tan cerca de oportunidades así y dejarlas ir porque sabes que no sirve en absoluto.
La muerte es tan hábil para encontrar a los que ha elegido como sus siguientes compañeros, siempre acechando de la forma más discreta posible para atacar en el momento menos esperado. Siempre deja un hueco en el corazón de aquellos que siguen viviendo, y muchas veces ese hueco desaparece muriendo.
Quiero ser honesto desde este momento, a veces no siento que en verdad haya cambiado en algo mi perspectiva de la vida y la muerte a partir de mis visitas constantes a Aokigahara, sigo creyendo que cada quien es dueño de sus decisiones y con ello de su propia vida. Una vida que puede tener momentos buenos y momentos malos y en un instante se convierte en una pena constante con la que decidimos cargar a pesar del verdadero sentir que hay.
Sigo arrepentido de todo lo que deje ir y de las personas que lastimé sin darme cuenta, soy muy infeliz en cada segundo de mi vida, pero quiero encontrarle un sentido a este momento en particular, quiero sentirme capaz de hacer algo bien. Quiero salvar a las personas.
Las hojas vuelven a sonar conforme camino, suelo mirar hacia arriba e intentar divisar las copas de los árboles, pero solo me encuentro caminando en un inmenso cielo verde que cubre mi cabeza. Rara vez logro diferenciar a un árbol de otro, siempre están tan juntos que parece que el bosque mismo es uno solo, una entidad misma que espera paciente a su siguiente víctima. Y yo, yo solo observo.
Tengo 16 años, pero mi alma pesaba como la de un hombre de 80. Me dolía caminar, me dolía sentarme, me dolía comer, incluso me dolía respirar; toda actividad cotidiana me resultaba dolorosa. Era una pesadilla constante. Hasta el instante en que la vida y la muerte me permitieron comenzar de nuevo. Las nuevas oportunidades llegan en paquete completo, sin pena, sin angustia, sin dolor, sin enfermedad. Sin diagnósticos delicados.
Contarles esto no me exime de ninguna responsabilidad futura que pueda tener por permitir que otros se suicidaran delante de mí. No pretendo hacerme el inocente con ello. Este lugar me atrae de una manera inexplicable, casi sobrenatural, todas las noches reflexiono al respecto y espero encontrar respuestas inmediatas. Mi insomnio me da este nuevo panorama analítico en mi aburrida vida de adolescente.
Observar no me ha permitido ayudar a quienes vienen a suicidarse. Pero si puedo ayudar a quienes no han considerado esa opción: la vida está más allá del problema que te atormenta, la vida es más que solo exnovios infieles o padres divorciados, la vida es más que deudas absurdas o enfermedades difíciles. La vida es eso que está pasando ahora. Incluso cuando pienso en ello mi vida sigue andando y yo debo continuar. Debe ser difícil explicarle a un niño que sus padres van a vivir en lugares distintos porque ya no soportan estar juntos, debe ser difícil enfrentar a los bancos cada vez que llega un nuevo recibo de pago, debe ser difícil descubrir que la persona que juro amarte y respetarte le estaba jurando lo mismo a alguien que considerabas una amistad honesta, debe ser difícil escuchar al doctor decirte "ya no hay nada que hacer" porque el invasor en tu cuerpo ha decidido habitar en tu cerebro, hígado y pulmones.
Debe ser difícil darte cuenta que estás muerto.
Soy Shinsou Hitoshi, morí a los 16 años debido a la enfermedad "C", diagnosticada cuando tenía 14 y contra la cual luche a lo largo de 2 años; finalmente mi cuerpo y alma se cansaron. Vine aquí para ayudar a aquellos que mueren a encontrar el camino correcto hacia el sitio que quieren llegar, ese lugar llamado "paz".
Mi anécdota sirve para sanar los corazones heridos de quienes vienen a Aokigahara a suicidarse, me siento el bastardo más grande del mundo por observar cómo se quitan la vida delante de mí, pero no puedo hacer nada. Solo puedo observar.
La muerte para mi es atrevida, tramposa e injusta. Pero tarde o temprano nos llega de la forma más inusual. Gracias a mi propia muerte aprendí a vivir, a pesar de estar muerto.
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[ONE SHOT] Walking in the Green Sky - Shinsou Hitoshi
FanficTarde más de lo normal en encontrar un poco de inspiración para escribir algo nuevo. Narrado por Shinsou y con un aura un poco diferente esta vez, tocaré un tema un tanto fuerte en esta ocasión, pero lo hago con todo el respeto y seriedad posible. E...