La sombra que resalta en la penumbra de mi triste habitación, que se acerca con tranquilidad y silencio, con malas intenciones e inestable respiración; sabe que le temo, pero aun no me daña, sabe que no duermo con sus ojos clavados en los míos, y quizá, ese es mi castigo.
Sin embargo, se que no estoy solo, siento algo más, algo más débil, pero puro, algo más inocuo. También le da miedo, lo puedo sentir y la entiendo. ¿Cómo no le va a tener miedo a esa cosa?
Recordando los últimos días, he sentido la misma presencia pura y tranquila. Como si me persiguiera, como si me vigilara de una forma cariñosa y apacible. Y no siento miedo, aunque ella crea que si. Yo quiero ser su amigo, porque parece sola, sola como ultimo diente en boca, como niño en orfanato, sola, como un fantasma.
Ella no lo sabe, pero sé que esta ahí, se que quiere cuidarme, que quiere protegerme. Mi ángel, mi protectora. Ella sabe que también estoy solo, que necesito compañía. - Ven, no me temas, que yo a ti no te temo. Quiero ver tu cara ya, quiero tocarte y abrazarte, quiero que sepas que te acepto.-
Me observa de lejos en las noches frías y lúgubres, como luna, como ninguna. Pero se esconde, se esconde de mí y de esa cosa, la cosa que tranquila y lentamente, viene hacia mí.
Ya es tarde, gracias por estar ahí aun así.
