III: Unión

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Aclaración: la imagen no me pertenece, créditos respectivos a su autor/a. 

*Es una visión más clara de la apariencia de Ulysses. No encontré a alguien más perfecto que Yue para representarlo <3. 

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Un príncipe corrió hacia el bosque siguiendo a un ángel tonto que trataba de luchar contra sentimientos innecesarios. La mayoría huiría de la soledad, pero ellos sólo se sentían confortables rodeados de oscuridad. La luz era cegadora, molestosa y terminabas acostumbrándote a la esperanza.

Tener esperanza cuando el mundo iba a colapsar era de humanos, pero Ulysses no era humano. Él había sido enviado con un propósito a la Tierra, el lugar donde residían los hijos de Madre Luna, su creadora. No podía decepcionar a aquella que depositaba un rayo de luz en sus manos, porque si caía en lo equivocado, no habría escapatoria.

Y lo equivocado era precisamente ese príncipe que lo acorralaba. Le dolía ver sus lágrimas; gotas cristalinas que se deslizaban por las mejillas blancas y frías, y que lo apuñalaban, desgarrándolo por dentro. ¿Por qué Madre Luna no le dijo que encontraría a alguien como ese niño? ¿Por qué Madre Luna confiaba en él?

—Detente —gritó ese demonio con una voz lastimera—. Detente —repitió, tropezando con la raíz escondida de un árbol en la nieve—. Detente, por favor —suplicó de rodillas en el suelo, con las palmas acariciando los copos y su rostro mirando la espalda de ese hombre insensible.

—No —negó, tragando saliva para fortalecer su espíritu y su voluntad quebrantada—. No me detendré.

Ulysses continuó su camino rumbo al santuario, internándose en las profundidades del bosque de pinos. Viktor sollozó en silencio, pidiéndole con pensamientos a Madre Luna una explicación que no doliera tanto, pero no había. El destino y Dios eran injustos, sí, eran inhumanos.

-n-

En el cumpleaños número dieciocho del segundo príncipe de Snowland, la boda se celebraba en el Palacio de Invierno. Los invitados eran pocos; la familia Nikiforov y Katsuki, y los Consejeros de la Corona de Hielo. Nadie estaba feliz ni sentía la dicha de unir dos vidas en una sola, pues sabían que había preocupaciones mayores que se avecinaban al reino.

Yuuri portaba un traje blanco, que hacía juego con el espectacular traje azul de Viktor. Sin embargo, pese a que los dos brillaban con sus respectivas prendas, ninguno disfrutaba del momento. No era como ellos habían planeado su futuro.

¿Dónde estaba la linda esposa? ¿Cómo podrían tener hijos si eran hombres? ¿Acaso Madre Luna había enloquecido? Cuando los dioses bajaron a la Tierra y otorgaron sus poderes, la gente podía concebir sin importar el género porque la magia lo permitía y los linajes eran más puros. Actualmente, ¿quién tenía la magia necesaria para hacer ese enorme esfuerzo, siendo ellos varones?

—¿Podemos ir a descansar a nuestra alcoba? —cuestionó Viktor, quien se sentaba al lado de Yuuri frente a una mesa exclusiva para los esposos.

—¿Nuestra alcoba? —recalcó, exaltado. ¿Por qué no le dijeron que iba a dormir con él? —¿Por qué?

—No tengo la más mínima idea de querer intimar contigo, pero quiero descansar —respondió muy sincero, reincorporándose de su asiento.

—Sí, claro —afirmó, aún confundido por esos cambios tan repentinos.

La música armonizaba la sala y las parejas danzaban en el centro, luciendo sus vestidos más finos y los trajes más costosos. En realidad, el ambiente no era pésimo. El vino era delicioso y la comida también, incluso el pastel de vainilla con fresas y zarzamora. Se escuchan las risas de los invitados y en el exterior el pueblo celebraba la boda del príncipe favorito de Snowland con brindis y bailes típicos del reino.

Reyes del invierno #PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora