Capítulo 13.

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Estaba sentado en el sofá, mis manos entrelazadas en mi regazo y la espalda recta. La tele estaba prendida, pero realmente era un sonido más porque no le prestaba atención. Marlene venía a las tres y eran las dos y cuarenta. Y Arabella no parecía querer aparecer.

Me había prometido venir más temprano en los recesos en nuestros repasos intensivos. Claro, para un obsesivo de llegar a tiempo a todo Arabella Heart era mi maldición. Jamás llegaba temprano. Con Blake siempre esperaba a que la puerta estuviera a punto de cerrarse para entrar, excepto en época de exámenes. Y a pesar de estar al borde un ataque nervioso, Arabella no le importaba y terminaba haciendo lo que quería.

Mi teléfono vibró en la mesa de café frente a mí y casi salte sobre ella para agarrarlo. Sin molestarme en ver quién llamaba, contesté.

—¿Aló? ¿M-Marlene?

No, algo muchísimo mejor. ¡Arabella! —exclamó burlona y me la imaginaba levantando sus brazos para presentarse a sí misma.

—Espero que me des la excusa más impresionante del mundo para que me digas por qué aún no estás en mi casa viendo que no me ponga a llorar. Marlene viene en veinte minutos, ¡veinte minutos! —vomité todas las palabras de mi boca. Estaba nervioso de ella, y aún no estaba en mi casa. Mis mejillas se pondrían de un rojo más brillante que su cabello.

Qué bueno que ella vaya, porque yo no puedo —dijo sarcástica.

¿Acababa de escuchar eso? ¿O son mis nervios distorsionando el sonido?

—Tú... ¿qué? ¿Qué?

Situación graciosa. Mamá cambió la cerradura de mi baño porque la vieja manilla no funcionaba bien. Entré a bañarme, puse el seguro para evitar accidentes incómodos con Dorian, y cuando iba a salir, ¡tada! El nuevo seguro funciona raro y ahora no me deja salir. Así que estoy desnuda con toda la protección de mi toalla, mientras espero a que venga el cerrajero a darme libertad. Y por lo que veo, saldré como en unas dos horas.

Fruncí la boca al igual que mi ceño, casi al punto que mis cejas se tocaban.

—Arabella, no me da risa lo que me dices. Vente ahora mismo o no solo mi dignidad saldrá lastimada hoy. —No me gustaba amenazar, pero estaba en una de las situaciones más vergonzosas de mi vida.

—¡Oh, vamos! ¿Mi palabra vale tan poco? —exclamó molesta y luego siguió balbuceando por la línea—. Es que juro que cuando lo vea...

Y sin más, se cortó la llamada.

Miré la pantalla extrañado. Dios, diecisiete minutos y Marlene estaría aquí, y Arabella no se dignaba a aparecer. Si las cosas se ponían raras, tendría que recurrir a Sam. Y nadie nunca quiere recurrir a Sam para hacer compañía.

Cuando estaba a nada de apretar el contacto de la morena para exigirle explicaciones reales, un mensaje de whatsapp saltó en mi pantalla de ella. Una foto. Toqué la notificación y entré en nuestro chat.

Era una foto de ella con los hombros desnudos y se notaba el comienzo de una toalla tapando sus pechos. Su cabello mojado caía sobre su cara y una puerta de madera se observaba en el fondo, de la cual, al lado se observaba una regadera. Y tenía una de fastidio, supuse que por el hecho de estar encerrada en un baño y porque le dije mentirosa.

Dios, soy un mal amigo. Con un sentimiento fuerte de culpabilidad, la llamé de inmediato.

Sabía que llamarías —dijo con suficiencia—. Eres débil, Hilbert Julliard.

—Déjame en paz, por favor. Lo siento, estoy nervioso y abrumado. Y... soy un idiota. —Me sentía avergonzado, me desquité con ella cuando Arabella decía la verdad—. Es mi culpa, no sé poner mis sentimientos en orden.

Vamos, hablas con la persona experta en no tener sus sentimientos en orden. Y relájate, si se empieza a poner rara la situación, busca una excusa y llámame de inmediato. —Sentí un pequeño peso de irse de mis hombros. Al menos tenía su apoyo, no quería tener que pedirle consejos a Sam. «Bésala, puede que le guste o que te ponga una orden de alejamiento. Así sabrás sus verdaderos pensamientos», me diría. Y no quería una orden de alejamiento de la dulce Marlene Woods—. Algo tengo que hacer por dos horas.

Se formó un pequeño silencio y observé la hora en reloj sobre la tele y tragué grueso. Catorce minutos y contando.

Voy a colga...

—¡ESPERA! —le grité y escuché la mudez en su lado línea—. N-No me dejes solo. Al menos no hasta que llegue ella.

Otra vez, el silencio. Luego un suspiro.

Bien, rayos. ¿Sufres de autofobia o algo? —Escuché su risa por su propio chiste—. ¿Quieres hablar de en algo especial?

—Solo habla. Tu voz es suave cuando no me estás gritando. Cuéntame algo de ti.

—¿De mí? —Podía sentir su duda—. No lo sé, definirme es difícil. Yo pienso que evoluciono todo el tiempo. No soy la misma de la que era hace un segundo, y hace un segundo, y hace un segundo... ¿sabes? —No respondí y ella rió—. Tranquilo, yo tampoco lo sé muy bien. Pero puedo hablarte de cualquier cosa, si eso quieres.

Se formó otro silencio, mientras pensaba.

Cuando escucho cosas sobre el espacio, todo toma un color violeta, como un hematoma. No disfruto de los días nublados, me parecen que son deprimentes, y me gusta sentir cómo la calidez del sol envuelve mi piel. Cuando me río con ganas, tapo mi boca en acto de reflejo. Supongo que tiene que ver con mi odio a mi sonrisa. Me parece chueca y... grande. Soy un desastre andante, pero pienso que estoy bien así aunque muchos digan lo contrario. No sé de mi papá desde hace un tiempo y deseo que se mantenga así.

»Suelo decir que mi color favorito es el rojo, pero ahora creo que es el amarillo; aunque a ratos es el morado. Soy indecisa y terca, mas al tomar una decisión me aburro de ésta y vuelvo a mi enredo usual. Soy la mezcla de música triste y risas espontaneas, o eso dicen Jossie y Valentine. Me muevo, crezco, evoluciono y sigo; nunca estoy quieta. No puedo definirme tan sencillamente, porque mi ser cambia cada mañana, cada segundo. Y es tan extraño y aterrador, pero pasa todo el tiempo... el cambio.

No dije nada, ella no dijo nada. Estaba asimilando toda la información que acababa de soltar, analizando cada palabra. Quería contarle también sobre mí. Como podía recordar nombres de personajes de series con facilidad, pero era incapaz de recordar todo el nombre Cristóbal Colón. O cómo conocí a Sam. O tal vez me parecía abrumador el hecho del espacio, y que moriría sin poder comprenderlo.

Pero no podía.

Expresarme con palabras nunca fue mi fuerte. Me enredaba, sonrojaba y no siempre encontraba las palabras que necesitaba. Tal vez por eso me gustaba tanto la presencia de Sam y Arabella. Ellos no buscaban tener una conversación: ellos eran la conversación. Idea tras idea, no podían centrar su atención a una sola cosa y aun así te hacían entender todo a la perfección.

Y otra vez el pánico atacó mi cuerpo. Si no podía expresarme, ¿cómo podía hacer que Marlene me entendiera?

—Arabella, no puedo hacer esto —anuncié desesperado. Quería verla, pero a la vez no... argh, era una cadena de pensamientos dolorosa de analizar.

Sí, sí puedes. Puedes, y lo harás —impuso, e imaginaba sus ojos entrecerrados, sus brazos cruzados y su furia—. ¿Vas a mandar a la chica a la mierda porque no puedes aguantar estar con ella en una misma habitación sin orinarte encima? No. No me interesa. Estudiarás con ella, hablarás con ella y lo disfrutarás.

—Yo... simplemente... —Sentía como si algo se moviera en mi estómago, chupandomi seguridad desde adentro. Y como el sonido del filo de la guillotina cayendohacia el suelo, dos toques amables se escucharon desde la puerta.

N/A:

BUENAS BUENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS. JEJEJJEJEJEJJEJEJEJJEJEJEJEJJEJEJEJJE. Isabelita aquí.

Sí, el capítulo está como corto, pero debido al suspenso tonto que quería crear, corté lo otro que estaba escribiendo y puse esto. Así que cuenten este como una primera parte y el capítulo 14 como la segunda. Spoilert alert: se vienen momentos algo incómodos e Hilbert siendo avergonzado x9898w9epospaopaldpatata98q23938q9.     

Dame una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora