Verano

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Dicen que cuando uno está muy triste le gusta ver las puestas de sol. 

Lo cierto es que SeHun no está triste, ni feliz, ni aburrido, ni nada. 

SeHun... sólo está. 

Está sentado en pequeña terraza de su departamento en la residencial donde ha vivido toda su vida. Está mirando uno de los últimos atardeceres del verano.

El sol ha bronceado un poco su piel, sus pantalones cortos y su playera sin mangas son incluso demasiado sofocantes para el clima de la ciudad.

Durante el invierno había estado extrañando demasiado el verano y ahora que ha llegado, puede fácilmente decir que lo detesta. Lo único bueno del verano son las puestas de sol y el helado como fuente principal de alimentación.

Así que disfruta de los últimos rayos del sol, que pintan el cielo azul con su calidez. Una perfecta pintura abstracta con una paleta de colores naranjas, rosas y lilas. 

Es un momento de paz, de una ligera e imperceptible sonrisa en el rostro.

Cierra los ojos y levanta la mirada, dejando que un último rayo toque su rostro. Una última caricia antes de que la noche lo visite. 

Y entonces sucede, una gota de lluvia cae sobre su mejilla. Una pesada y gorda gota que lo hace abrir los ojos sorprendido.

Sus oscuros ojos se encuentran con su molesto vecino del piso de arriba. 

El chico de las gafas permanentes que por alguna razón no las está usando en ese momento.

—¡Lo siento! —grita desde arriba, a pesar de que no hay necesidad.

SeHun lo mira con molestia mientras JongIn seca su rostro con ambas manos, sorbiendo por su nariz y respirando con dificultad.

—Lo siento —repite con la voz quebrada.

— Eres muy molesto —murmura SeHun y vuelve a lo suyo.

JongIn y sus molestos sollozos continúan un rato más. SeHun intenta ignorar a su vecino. Lo ha intentado por años, pero JongIn es tan él que se le hace imposible.

—SeHun —llama JongIn— ¿puedo bajar un rato? —pregunta con temor a una respuesta negativa. Es lo que menos necesita en ese momento: Más malas noticias.

SeHun suspira y si no fuera demasiado flojo, se iría a su habitación y se evitaría todo ese lío. Pero lo es. Y muy en el fondo, una parte de él, no quiere estar tan sólo.

—Como quieras —responde seco. Como es habitual. Y no hace falta mucho más para que tenga a JongIn bajando a tropezones por la escalera de emergencia que conecta los balcones del edificio.

—Ponte tus anteojos, te vas a matar —sugiere más con un tono de orden.

Y no sabe si fue muy brusco o que, pero eso hace que JongIn llore aún más.

—¿Qué pasa, JongIn? —pregunta fastidiado. No soporta el llanto de la gente.

JongIn no responde durante largos segundos, seguramente porque el llanto no le deja no hablar o porque ni siquiera tiene una razón válida para su llanto.

—Estuve viendo Billy Elliot —responde con la mirada abajo.

SeHun tiene ganas de golpearlo. Siempre odió la obsesión de JongIn con esa película. Cuando eran amigos, le obligo a verla cada último viernes de todos los meses, sin falta. Se sabe hasta los diálogos. Y eso es algo que le molesta hasta ahora. Porque no los ha podido olvidar.

Los chicos no lloran [SeKai] [KaiHun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora