Capítulo 11

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No sabía cómo, pero se había despertado en su cama y lo último que recordaba era haber despedido a Joan, que ya se iba a acostar, y quedarse ella con los planos sola en la sala común. Su siguiente recuerdo era haberse levantado en su cama tapada con las sábanas y los planos perfectamente colocados sobre su escritorio.

Tras una relajante ducha que dejó sus músculos preparados para cualquier acontecimiento que se presentase aquel día, se vistió con unos pantalones ajustados, una camiseta sencilla y una chaqueta que la abrigase del frío. Se calzó sus botas militares y salió de la habitación cepillándose con las manos algunos mechones de pelo.

Llegó a la cocina y se la encontró vacía. Miró al reloj colocado en la pared encima de su cabeza y al ver la hora que marcaba cogió una manzana del frutero de la mesa y salió corriendo de la sala mordiendo la fruta.

Había quedado con el equipo a las diez de la mañana y ya pasaban diez minutos de la hora fijada. Corrió por los pasillos terminándose la pieza de fruta y la tiró en la primera basura que encontró sin haber probado prácticamente bocado.

Llegó a la puerta tras la que estarían sus amigos y recobró el aliento antes de abrirla. Empezar con ejercicio por la mañana no estaba mal, pero siempre prefería que fuera antes de su ducha porque ahora volvía a tener todos los músculos en tensión de nuevo.

Empujó las puertas y encontró a Roxy anudándose su pelo en una coleta larga mientras la saludaba. Harry comprobaba que todo estuviese correcto y no se percató de su presencia. Joan, en cambio, se colocaba un auricular en el oído. Al escuchar la puerta abrirse le dedicó una sonrisa y tiró un pequeño aparato hacia ella.

Gabby lo atrapó en el aire y se lo colocó en el oído cuando comprobó que se trataba de un auricular idéntico al suyo.

-Buenos días, bella durmiente- Joan se ajustó la correa de un dispositivo que le había obsequiado Harry y que en teoría reaccionaría cuando la obsidiana blanca se encontrase cerca. Sin embargo, el muchacho no había mostrado muchas esperanzas de que fuese a funcionar dada la rareza del mineral.

-Así que fuiste tú el que me llevó a la habitación- acusó Gabby apuntándole con un dedo.

Roxy y Harry no prestaban atención a la conversación, ya que este último había llamado la atención de la latina para mostrarle un camino más rápido al cementerio. Ella se había agachado para acercar la vista al callejero que le mostraba el chico. Estaba tan concentrada en lo que él le decía que no notó el ligero rubor de sus mejillas ni el tartamudeo en sus palabras cuando se aproximó.

-No podía dejar que durmieras en ese sillón- indicó Joan cogiendo las llaves del coche que estaban sobre la mesa.

-Desde cuándo tanta preocupación- interrogó divertida Gabby, en realidad no era extraño en Joan hacer cosas así, lo raro era que a ella no se le hubiese ocurrido antes que el causante de su despertar hubiese sido él. Prácticamente desde que había entrado allí se había encargado de cuidarla e incluso cuando aún no eran tan amigos siempre había buscado su comodidad.

-No podía permitir que tuvieses dolor de espalda en esta misión- bromeó Joan mientras Gabby entrecerraba los ojos hacia él.

-Chicos, ¿nos vamos?- preguntó Roxy que parecía haberse aprendido el camino.

Joan asintió y le lanzó las llaves, las cuales ella atrapó sin ninguna dificultad y salió de la habitación con energía haciendo mover su pelo recogido de un lado a otro conforme andaba.

Gabby se dispuso a seguirla pero antes se giró hacia Joan y le sacó la lengua provocando una carcajada en este.

Impossible (Nante #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora