❄ ¡Bienvenido, entrenador!

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Narra Njord.

Gracias a que el Sector V fue disuelto el mundo del fútbol pudo volver a la normalidad.

Y lo más importante de todo: ¡El entrenador Frost volvería al Alpino hoy mismo!

Desde hace ya una hora, había comenzado a nevar, algo bastante típico de Hokkaido; aún así, yo esperaba en la puerta del instituto.

Protegido del frío con mi cálida ropa, perfecta para los días más helados del invierno; mi conjunto preferido de guantes y bufanda, color cían; y mi abrigo de pelo sintético, azul marino.

En el extenso camino, cubierto por nieve, se comenzó a distinguir una silueta ¡Y estaba completamente seguro de que era la suya!

Daba pequeños pasos en su dirección, que poco a poco se aceleraron hasta que terminé corriendo hacia él.

Al verme sonrió cálidamente sin detener sus pisadas. Cuando lo tuve justo delante de mí, me lancé para abrazarlo.

Al darme cuenta de la impulsiva reacción que tuve al verlo, mis nervios aumentaron en milésima de segundo; y si eso fuera poco, mi cara comenzó a arder... ¡Esa fue la primera vez que mantuve un contacto tan directo con el albino!

Ese gesto, por suerte para mí, fue correspondido. Sus mano derecha movió todo mi pelo, con la finalidad de alborotarlo, pero no consiguió mucho.

—¡Me alegro mucho de volver a verte, Njord!— Escuchar de nuevo su voz, me llenó de emoción hasta tal punto que me resultó complicado soltarle.

—Señor Frost, yo también estoy muy feliz de volver a verle.— Le dije sonriente.— Será un placer entrenar con usted como antes.

—Lo mismo digo. Y prometo que esta vez no me marcharé sin avisar.— Bromeó a la vez que llevaba una de sus manos a su nuca.

Tras esto, sus ojos celestes observaron todo el paisaje que nos rodeaba: los árboles y las instalaciones del instituto, todo ello cubierto por un puro manto de nieve.

—Es increíble, parece haber cambiado desde la última vez que lo vi.— Comentó con un leve tono de nostalgia en su voz.— Sin embargo, solo he estado fuera un mes y medio.

—La verdad es que, a todos los del equipo, también se nos ha hecho muy largo este tiempo sin usted. Le hemos echado bastante en falta.— En realidad no sabía si el resto pensaba como yo, pero me daba bastante vergüenza reconocer que, quizás, yo era el único que pensaba eso.

—Hablando del equipo...— Miró otra vez a su izquierda y derecha.— ¿Dónde están?

—Recuerdo haber visto a un par de ellos, entrenando; el resto, supongo que estarán en sus habitaciones.— Respondí dudoso.

—¿Y cómo es que tú no estás entrenando como siempre sueles hacer?— Me preguntó alzando una ceja.

—Sabía que hoy volvería al Alpino y quería recibirlo de la mejor forma posible.— Aún sigo sin comprender como pude disimular mis nervios tras su duda.— Claro que un abrazo no es algo muy especial.

Los labios del señor Frost se torcieron hacia arriba, formando una sonrisa, que a los pocos segundos fue tapada por su mano derecha.

—En ese caso ¿Qué te parece si vamos a esa chocolatería a la que íbamos, a veces, después de las prácticas?— Me propuso sonriente, pues sabía cuál sería mi respuesta.—

—¡Me encantaría!— Asentí impetuosamente ante su idea.— No hay nada mejor que tomar una bebida caliente los días en los que nieva.— Añadí con tono de profesor.

El mayor rió al ver mis gestos. No recordaba haber visto una sonrisa tan radiante en su cara desde hace tiempo, casi parecía otra.

Sin pensarlo más, nos dirigimos al local: un espacio mediano; con paredes, marrón oscuro; suelo y techo, color café; sillas y mesas, con forma de tazas y pastel enorme respectivamente; por último, un extenso mostrador con varios de los postres que servían.

Alguna que otra vez regresé a ese lugar después de que el entrenador se marchara; sin embargo, a pesar de la viveza del recinto, me sentía desanimado.

Esa tarde fue distinta, en ningún momento borré la sonrisa de mi rostro. Mantuve una animada conversación, con la persona por la que tanto afecto he desarrollado, mientras tomábamos un delicioso dulce y una taza de chocolate cada uno.

En esa extensa conversación simplemente nos informamos de lo que hicimos el uno sin el otro.

Yo, escuché su gran aventura junto algunos de sus excompañeros; él, se enteró de los múltiples entrenamientos, tanto de fútbol como snow.

Abandonamos el establecimiento, obviamente tras pagar, y acompañados por la nieve que todavía caía, regresamos al instituto, donde el entrenador me acompañó hasta mi cuarto.

—Njord, agradezco que hayas pasado toda la tarde conmigo. No tendría ningún problema en volver a repetirlo.— Noté como sus labios se acercaban más a mi rostro, que ahora parecía literalmente lava, hasta que rozaron mi frente y depositaron un delicado beso en esta.— Buenas noches.— Añadió dulcemente.

—I-igualmente... señor Frost.— Mi vista se quedó fija en el suelo, como si buscará algo que se me hubiese perdido.— Y bienvenido o-otra vez al instituto.— Sin esperar una respuesta por su parte me encerré en mi habitación.

Apoyé mi espalda contra la puerta y dejé que mi cuerpo se escurriera hacia abajo, mientras mis manos cubrían mi sonrojado rostro, hasta que este tocó el suelo.

Durante toda esa noche, la confusión reinaba en mi mente, impidiéndome pensar en otra cosa que no fuera ese beso; incluso, me atreví a barajar la posibilidad de que, en un principio, no fuera dirigido a mi frente.

—Ha conseguido mudarse de mis pensamientos a mi corazón en menos de una tarde ¡En verdad su velocidad es increíble!— Dije para mí mismo en susurros.— ¡Bienvenido, entrenador!

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