Prólogo
Fuego, sangre, destrucción…Recordar este tipo de aventuras siempre ha sido duro para un soldado, una historia real donde uno desea olvidar para poder seguir con su vida. Desgraciadamente, cada vez que uno se sumerge en la oscuridad natural creada por sí mismo en cuanto se cierran los parpados, las imágenes vividas cobran la fuerza suficiente como para atravesar tu corazón.
Los recuerdos dolorosos que surcan mi mente en este instante angustiarían a cualquier individuo que pudiera mirar a través de mis ojos, las caras de aquellos que fueron abatidos en batalla y que pedían piedad y ayuda mientras esperaban que el manto de la muerte les cubriera sin siquiera escuchar sus plegarias no es un recuerdo dulce para nadie. Aquel paisaje desolador cubierto de sangre y lágrimas se cernía ante mis ojos en cada rincón que visitaba, cobrando víctimas que seguramente no supieron la razón de su muerte incluso después de que ocurriera. Triste pero cierto, las bajas de ambos bandos eran visibles en cuanto el hechizo de la isla fue anulado por una raza codiciosa que deseaba poseer más tierras de las que en realidad necesitaba, la nuestra. Olvidamos nuestro pasado como si en el futuro no fueran a tener consecuencias, y aquello casi nos costó la supervivencia de todos los seres vivos de nuestra tierra. La oscuridad a punto estuvo de cubrir uno de los últimos fortines que poseía la humanidad, pero gracias a todos aquellos bravos guerreros que dejaron su vida en el campo de batalla no pudieron cruzar las puertas de Feruthor, asegurando así que el sol pudiera volver a brillar sobre nuestras cabezas.
En honor a ellos y para que su noble sacrificio no caiga en el olvido, mis palabras han de ser escuchadas, para que los errores del pasado no vuelvan a repercutir en el futuro evitando así más perdidas innecesarias de nuestros seres queridos. Ya que, quizá el jinete de fuego no vaya a poder salvar el maravilloso mundo que dejamos en herencia para nuestros sucesores.