UN LANZAMISILES EN EL CONSEJO DE SEGURIDAD

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Por: RAFAEL A, ALFARO P.

El día en Nueva York estaba totalmente nublado, lo cual se complementaba con la lluvia que caía sobre toda la ciudad, que comenzaba a experimentar el intenso frío que anunciaba la proximidad del invierno. Ese día, 30 de noviembre de 1989, en horas de la tarde, se llevaría a cabo la reunión número 2896, del Consejo de Seguridad, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas.

Durante todos los días anteriores, en la Misión Permanente de El Salvador ante este organismo multilateral, se habían vivido largas jornadas de trabajo, acompañadas muchas veces de angustia y desesperación, por la falta de comunicación con San Salvador, producto de la destrucción que había causado la llamada ofensiva final, llevada a cabo por la guerrilla comunista del FMLN. En esos días había caído en territorio salvadoreño, una avioneta proveniente de Nicaragua, conteniendo una fuerte cantidad de lanzamisiles tierra-aire, SAM-7, de fabricación soviética, enviados por el gobierno sandinista a las fuerzas guerrilleras en nuestro país.

Lo anterior dio como resultado que el 27 de noviembre de 1989, el Representante Permanente de El Salvador ante las Naciones Unidas, embajador Ricardo Castaneda Cornejo, dirigiera una nota al presidente del Consejo de Seguridad, cargo ocupado ese mes por la República Popular China, solicitando una reunión urgente de dicho ente de la organización mundial, debido a la amenaza a la paz en Centroamérica por parte del gobierno sandinista de Nicaragua. Era la primera vez en la historia que El Salvador recurría al más importante órgano de mantenimiento de la paz y la seguridad en el planeta, para denunciar directamente a otro Estado, que se entrometía en los asuntos internos del nuestro.

La mañana del 30 de noviembre, fecha señalada para comparecer ante el Consejo de Seguridad, en nuestra misión se podía observar al embajador Castaneda Cornejo, junto al embajador de El Salvador en Gran Bretaña, doctor Mauricio Rosales y al licenciado Guillermo Meléndez, representante alterno ante las Naciones Unidas, dándole forma a la intervención que pronunciaría esa tarde el entonces viceministro de Relaciones Exteriores, licenciado Ricardo Valdivieso, quien llegaría a Nueva York procedente de Washington D.C., en horas del mediodía.

A los otros dos representantes alternos, el licenciado Alexander Kravetz y el suscrito, junto a la licenciada Marisol Argueta, hoy de Barillas, quien acababa de integrarse a nuestra misión para realizar una pasantía, se nos habían encomendado responsabilidades diferentes, siendo Alex el encargado de coordinar toda la logística necesaria, para la reunión de esa tarde, ayudado por Marisol, mientras a mi se me había designado para ir al aeropuerto, a recibir al viceministro Valdivieso a su llegada.

Las horas fueron pasando de forma rápida, lo cual reducía el tiempo remanente para tener todo listo para las cuatro de la tarde, hora señalada para el inicio de la sesión. En la tercera planta del número 46 de Park Avenue, en Nueva York, doña Aracely Jovel, agregado de nuestra misión, con la ayuda de doña Julia Chávez (Q.E.P.D.) y doña Mirna Mena, asistentes administrativas, ordenaban las copias del discurso, las cuales serían distribuidas a los miembros del Consejo de Seguridad, así como a los traductores y demás asistentes.

En esos instantes se recibió una llamada telefónica de nuestra embajada en Washington D.C., informando que debido al mal clima, el viceministro Valdivieso, acompañado del coronel Carlos Armando Avilés, llegarían a Nueva York hasta las tres de la tarde, debido a que la salida de su vuelo había sido retrasada. Así mismo le solicitaron al embajador Castaneda Cornejo que nadie fuera a esperarlos al aeropuerto, pues ellos tomarían un taxi, llegando directamente al edificio de la sede de las Naciones Unidas, adonde yo les debería de esperar, en la entrada de delegados, pues ellos no tenían identificación para ingresar.

Pasadas las tres de la tarde, los embajadores Castaneda Cornejo y Rosales se dirigieron en su auto al edificio de las Naciones Unidas, mientras Guillermo Meléndez, Alex Kravetz, Marisol Argueta y el que escribe estas líneas, abordamos un taxi con las copias de la intervención y otros documentos. Al llegar, nos dirigimos directamente al salón del Consejo de Seguridad, adonde ya estaba colocado el rótulo, con el nombre de nuestro país, en el lado derecho de la inmensa mesa semicircular.

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