-Jimin, por favor. Me ofendes, ¿Cómo crees que te voy a estar mintiendo? Soy tu amigo. Te juro que vi a tu novia con ese tipo. Se estaban besando. En serio. Palabra de amigo-y extendió su dedo meñique para poder agarrarlo con el del contrario.
Qué gran mentira
Jungkook ya llevaba cierto tiempo guardando este sentimiento hacia su amigo. Los celos le invadieron asquerosamente cuando se puso de novio. Jimin era tan apuesto, arrastraba tras él a cientos de mujeres. Y ésto lograba que la envidia le corriera por las venas.
«¿Por qué ella? ¿Por qué no él? ¿No veía que le podía dar todo? ¿Ella qué tenía de especial?» Ellos compartían cientos de cosas. Películas, música, humor. Todo era perfecto. Admiración y amor era lo que sentía Jungkook por Jimin.
Pero qué lastima. No sucede lo mismo al revés.
-No puedo creer que me haya hecho esto. Todo el tiempo que le dediqué a ella, todo tirado a la basura. Hoy quiero emborracharme, ¿Me escuchaste? Menos mal que me trajiste a este bar, me parece que ya lo tenías planeado…
El aire se puso tenso por la mirada desconfiada que le dió Jimin. Jungkook tragó en seco. Pero su amigo echó una carcajada enorme junto con un golpe en el hombro.
Qué miedo, ¿No, Jungkook?
Cervezas y más cervezas. Shots de tequila, del Soju más fuerte, de vodka, de lo que se pudiera. Estaban tan borrachos que no podían ver con claridad, ni hablar con coherencia, tan borrachos que si se levantaban de sus asientos se caerían.
-Te acordás ese día que estábamos en la playa y el agua creció tanto que tuvimos que irnos corriendo?-un Jimin risueño recordando los momentos con las mejillas coloradas.
-Sí… Nos asustamos un poco, ¡El agua casi se lleva mi sandalia! La pasamos bien…
-En serio, yo no sé qué haría sin vos Kookie. Sos mi gran amigo. Yo te quiero mucho Kookie -dijo entre hipos y sollozos mientras apoyaba sutilmente su mano en el muslo de Jungkook-. Yo te aprecio. Yo…
-¿Qué?
-rió- no, nada. Creo que estoy muy borracho, ¿Vamos a mi casa?
Como pudieron pidieron un taxi y llegaron al departamento de Jimin. Entre tropiezos y manotazos pudieron entrar al hogar. Luces apagadas, que continuaron apagadas. Movimientos torpes e inocentes que se cruzaron. Roces y más roces. Tal vez la tristeza de saber un “engaño”, ayuda a destapar lo que teníamos guardado. Nos impulsa. Nos motiva. Una pequeña chispa que siempre estuvo ahí, se prende y se vuelve una gran llamarada.
Echémosle la culpa al alcohol, como siempre.
