Seis

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La película del día de su boda, se repetía en su mente una y otra vez

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La película del día de su boda, se repetía en su mente una y otra vez. 

Estaba sudando como si hubiera corrido una maratón. Sólo usaba una pantaloneta para dormir. Siempre había sido así. Respiró hondo, sintiendo el colchón caliente debajo de su cuerpo. Sus piernas se pegaban la una a la otra debido al sudor. Abrió los ojos parcialmente y vio el televisor apagado. 

Se sentó en el borde de la cama y decidió darse un baño. El reloj decía que eran las tres de la mañana. Tragó saliva, viendo la lustrada baldosa blanca. Se puso de pie para ir por la toalla que estaba extendida en el cuarto de lavado, en el primer piso y golpeó sin querer el armario. Por instinto se giró para verificar que no había despertado a su esposa, pero halló la cama vacía.

Se extrañó, acercándose para palpar las sábanas. Estaba frío su lado de la cama. Ella no se había acostado. Recordó que cuando llegó la encontró acostada en la hamaca del patio trasero y luego había ido a acostarse a su lado. Pero ya no estaba allí. Salió del cuarto, descendiendo al primer piso y escuchó el susurro de la televisión. La luz azul que destilaba la pantalla del aparato, parpadeaba golpeando contra las paredes.

Melany estaba acostada en el sillón, completamente dormida. Su boca estaba entreabierta y sus cejas estaban en un ángulo relajado. Se veía menos agresiva cuando dormía. El cabello se extendía por los cojines de seda. Tenía puesta una chaqueta de Steven, de la universidad. No dejaba nada a la imaginación. Sus delicadas piernas estaban completamente a la vista. 

Respiró hondo para agacharse y acariciar su mejilla. Melany permaneció quieta, profunda en su totalidad. Steven logró introducir su brazo por debajo de su cuello y con su otro brazo cargó sus extremidades inferiores. La llevó escaleras arriba y la descargó en la cama. Ella se movió a penas, disfrutando de la comodidad. El hombre se las ingenió para quitarle la sudadera y la cubrió con las sábanas blancas.

Ella de inmediato, se giró para el lado donde Steven dormía y acarició la almohada que él usaba. Sin perder más el tiempo y emocionado por la idea de estar a su lado, sin perderla de vista ni un segundo, se metió en la ducha. El agua fría refrescó cada pedazo de su piel. Se secó y vistió con velocidad y se metió en la cama, tocando la tímida mano de su esposa.

Su corazón latía como si fuera una melodía de nunca terminarse. Su respiración se hizo una murmuración para arrullar. Steven sintió que era imposible no dormir con tranquilidad, sabiendo que veía a la mujer que amaba frente a él.

***

Cuando el sol alumbró toda la casa, Steven ya estaba en la cocina bebiendo de un café antes de irse. Con su mano libre intentaba acomodarse la corbata. Se la desajustó un poco y se bebió el resto de café, de un sorbo. Subió para buscar su portafolio y halló en la mitad del corredor, a Melany.

Tenía el cabello húmedo y estaba envuelta en una bata de baño.

— ¿Me quitaste la ropa anoche? —Demandó saber, observándole ofendida. Steven sonrió un poco, sin poder evitarlo —¡Lo hiciste!

—Sólo te quité la chaqueta, no ibas a poder dormir con ella. —Le explicó, pasando por su lado para entrar al cuarto y agregó divertido: —Además antes no me preguntabas, me exigías que lo hiciera.

Esa mañana estaba de buen humor. La ducha en la madrugada y ver a su esposa dormir, le habían causado cierto bienestar. Había olvidado por unas horas, por lo que estaban pasando. Pero Melany se había quedado dormida con lágrimas secas en sus mejillas, a causa de la película que había visto. 

— No me da gracia, Steven. No quiero que lo hagas de nuevo.

— ¿Por qué no?

—Porque no quiero que me veas así, es irrespetuoso.

Steven paró de revolotear por todo el cuarto, buscando su saco y se detuvo frente de ella. Su esposa se cruzó de brazos, como una reacción reflejo y Steven aprovechó su altura a su favor, acercándose a ella para intimidarla.

La susodicha retrocedió hasta que su espalda encontró la pared.

— Conozco muy bien tu cuerpo, sé cuántos lunares tienes, sé las cicatrices que habitan en tu piel. Sé que te gusta que te bese el cuello, sé que disfrutas de oírme cuando estamos juntos. Fui el primer hombre en verte desnuda. Así que, no intentes esconderte de mí, cariño.

Se hincó para dejarle un beso en la mejilla y se fue. Melany estaba respirando con dificultad. Su corazón saltaba dentro de su pecho y se abrazó a sí misma, sintiendo frío.

UNA ROSA MARCHITA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora