❄один❄

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[Timeless]

¿De verdad se puede? ¿De verdad se superar a alguien? ¿Sobretodo a alguien importante?

Dicen que las cosas encuentran su lugar y se van. Si es así, ¿Por qué algo tan mundano e insignificante como una silla vacía en el comedor provoca un silencio asfixiante que corta el sabor de la comida?

«Tal vez sea su culpa que la planta de lavanda que reposaba en la esquina de la ventana se encuentra más allá de su último respiro.»

Sus ojos no paraban de mirar a la nada que se sentaba tan campante frente a ella en ese pequeño comedor blanco, robando con su sádica sonrisa la pureza que irradiaba el color con los finos rayos del sol. No tenía cara, por eso sonreía sin parecerlo, su inexistencia pero existencia en su mente amaneciente abría el juego que le obligaba a participar cuando se cansaba de verla entretenida en sus pensamientos, distraída de su infernal presencia en el vacío frente a ella; al lado de ella, sobre ella, bajo ella.

Le decía con voz burlona, recibiendo esa bendita mañana con la maldita pregunta. «¿Quién soy hoy?»

La sentía regocijarse en su lugar, como una ruleta girar eufóricamente sorteando caras al azar en su emoción por disfrazarse de aquel que saque la mayor tristeza de la cara ya taciturna de la rusa.

Si el emparedado de atún en sus manos ya carecía de interés explosivo en su paladar ahora sólo era una masa moviéndose sin sentido de su boca. No quería verlo, no quería saberlo, no cuando ya había pasado tiempo que abrir los ojos por la mañana no era algo deprimente y el licuado de helado de fresa y nuez sabía infinitamente delicioso con un emparedado de atún y zanahoria mientras leía animadamente los comentarios sobre la foto que había subido a su Nstagram.

Hacia tanto tiempo que los tres asientos vacíos frente a ella pedían a gemidos ser útiles en ese callado y deprimente alrededor grisáceo que rara vez sentía el calor de otra piel que no fuera la de ella, extrañando en los recuerdos que viajaban volátiles como en polvo que una vez contenía una cálida historia.

Para su mala suerte la presencia terminó por sortear con tremenda velocidad el rostro de su verdugo de emoción tan pronto el bocado de su boca terminó su viaje por su garganta, sintiéndola tensa y preparada para la maldita sorpresa que la dará su misma cabeza apenas tenga un pequeño destello irradiado desde el fondo de algún desafortunado recuerdo.

La voz que sólo hizo eco en su cabeza, pues por más que las paredes beige del apartamento extrañaran el curso de estos jamás se podrán volver a ser acariciadas por él y se conformarán con el fantasma de su calidez, fue como el chasquido de un gatillo.

Disparando a un punto dónde las lágrimas y un dolor en su pecho no encontraban punto de retorno.

— Hola. —Así es, fue un simple y sencillo «Hola» lo que hizo su garganta estrujarse al compás de su corazón, quién como perro al llamado de su amo acude al llamado.— Ha pasado un tiempo.

Era interesante. El hecho de que la persona que se suponía ocupar el asiento frente suyo vistiera una playera muy holgada y blanca con unos pantalones de mezclilla claros a juego de su suave apariencia y sonrisa encantadora y tierna, con un plato imaginario de cereal con fruta y leche esperando a ser devorado en un santiamén.

— ¿Vas a querer huevos estrellados o panqueques? —Odiaba como su imaginación iba a toda máquina cuando se trataba de idear cada posible palabra que pudiera provenir de él en cualquier situación, odiaba haberlo conocido tan bien que su mente por sí sola le daba la respuesta correcta y reproducía la situación como una mañana más de la muchas que hubieron.— Porque no dejaré que comas sólo eso. —Los hoyuelos de su sonrisa se hicieron más profundos cuando soltó su pequeña risa al terminar con su torpe ruso que apenas practicaba.— Siempre haces combinaciones cuestionables a la hora de comer.

«Stay close to me» [EN EDICIÓN] Viktor Nikiforov x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora