Capítulo 18,19

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18


El día nuestra boda yo estaba en un shock de confusión irreversible.

La única cosa que tenía clarísima era que estaba enamorada de mi hombre, aunque no se lo había dicho todavía. Y sólo porque él tampoco me lo había dicho. Decírselo sólo mostraría mi vulnerabilidad a su poder, porque era obvio que no me quería. Era mejor callar: mi técnica de sobrevivencia. Aunque la desazón de mi romanticismo me afligiera. Todo lo demás era nebuloso para mí. Estábamos muy nerviosos y no entendíamos nada de lo que pasaba.

Sus ojos deslumbrados, vigilaban mis movimientos, mientras caminaba, del brazo de mi papá, por el jardín posterior de la casa de mi abuelo, en una soleada mañana de invierno. Blas descargó su tensión en sus uñas, durante todo mi recorrido al altar. Su mirada logró estremecerme, como si fuera la primera vez de todas las veces... Como si fuera el centro del mundo, su mundo y de su vida. No parecía existir nada más para esos ojos verdes...

I Was Born To Love You: Queen: Made In Heaven, 1985.

Y yo, bueno yo vivía embelesada con él a tiempo completo. Era demasiado bueno para ser real y no sabía cuándo se rompería el encanto. Porque yo era Emilia, nada más. Sabía que nuestros familiares cercanos, nuestros amigos, el mismo Dios lo sabían perfectamente. Mi corazón gritaba: Blas, no te vayas a ir sin mí...

Estaba asustada también por el tiempo que íbamos a pasar juntos antes que me dejara. Las nuevas normas de Blas me estaban enloqueciendo. Se le había metido en la cabeza que no debía continuar estudiando en la universidad. Pensarlo me quitaba el sueño. Estaba aterrada con la idea. Él iba a correr desde la boda con la economía marital ¿Cómo acudir a mi abuelo si ya estaba casada? ¿Cómo estudiar si él se oponía? ¿Cómo iba a convencerlo? Mi esperanza era la luna de miel, porque el sexo seguía siendo el mejor medio de comunicación ¡De muerte! Aunque seguía negándose a jugar con representaciones. Tenía la idea que el video era un castigo por andar de pervertidos. De represalia, no le permitía asustarme. Y estaba cargado, pero ni por eso aflojó.


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Yo había conseguido el libro de Kama Sutra. Tenía la esperanza de envolverlo para reanimar su vena viciosa, que reprimía con ahínco. Acordamos que cada uno llevaría a la luna de miel un objeto sexual para sorprender al otro. Algo que quisiera hacer con el otro. Yo quería probar todas las posiciones posibles y las imposibles también. Quería amarrarlo, vendarlo, cubrirlo de helado de avellanas y devorarlo sobre su cuerpo. Fingir que éramos otras personas, en situaciones de peligro e incertidumbre, incluso de pecado ¡Quería sacarle el jugo a este hermoso fruto de la naturaleza meridional!

Iríamos a Tailandia, paraíso de modernidad y costumbres ancestrales, coexistiendo, hombro a hombro. Nuestra primera elección había sido Bali. La mía. Y él estuvo de acuerdo. Pero las fechas no cuadraban ni los vuelos. Todo se había planeado precipitadamente. Blas pensaba que ya iríamos en algún momento.

Hicimos los votos matrimoniales, intercambiamos aros, firmamos donde teníamos que firmar. Tomaron fotos: las indispensables. A Blas le incomodaban mucho: el sonido de los disparos y la luz de los flashes. Me apretaba la mano, tan fuerte. Sólo fueron tres a pedido suyo. Pero, nos resistimos a bailar. Era demasiado ridículo para los dos. Somos pésimos en coordinación rítmica.

Él hizo más de lo que yo esperaba. Había trabajado mucho con Manuela para driblear el día. Pero a las 6 p.m., estaba agobiado con tanta gente, bullicio y reflectores. Lo encontré sentado en unas gradas, cerca de la casa, comiéndose las uñas, una tras otra. Nos escapamos sin decirle nada a nadie. Montamos la camioneta azul con nuestras maletas y directo al aeropuerto. Solos y en paz.

El Rompecabezas de Emilia y BlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora