No sé porqué acepté "hablar" de lo que yo mismo vi, tal vez porque deseo con todas mis fuerzas que esto sea un mal entendido, o una pesadilla, no soportaría perderla.
Estoy conduciendo el auto de Jimena rumbo a su casa, ahora fui yo quién encendió la radio y puso todo el volumen a esas canciones tan deprimentes que le encantan a ella. Es gracioso, mientras estamos tristes, buscamos canciones tristes para deprimirnos todavía mas... o vemos películas tristes, leemos dramas... en fin, hacemos todo lo que pueda hundirnos más en ese sentimiento.
Por el rabillo del ojo la observo por instantes, tiene los brazos cruzados a la altura del pecho y el ceño ligeramente fruncido, su cuerpo está aquí, pero su mente en otro lado. Piso el acelerador para acabar pronto con esto, necesito que hable claro para ya no atormentarme con pensamientos dramáticos, sólo falta que me consiga una multa por ir a exceso de velocidad, o que me orine un perro...
Estaciono el auto frente a la casa de Jimena, salgo de mi lugar y no puedo evitar caminar hasta la puerta de su lado. Por más enojado que esté, he tomado la costumbre de abrir su puerta para ayudarla a bajar, y así lo hago, no puedo evitarlo.
Ella lo sabe, disimula una sonrisa y me agradece el gesto volviendo su vista al frente, intento mantener mi semblante serio y me limito a caminar a su lado. Para mi desgracia, todo mi ser ya está sincronizado al de ella. Apenas damos los primeros pasos, una de mis manos ya está en su cintura sin poderlo controlar, para cuando reacciono, la tengo muy apretada a mi costado rozando mi cuerpo. Aflojo mi agarre y sigo sus pasos, no quiero que piense que soy un facilote, ¡no señor!, también tengo mi dignidad, aunque no lo crean.
Tras abrir la puerta y dejar su mochila en un sofá, se acomoda en otro y me señala el lugar a su lado. Obvio lo hago sin chistar, y no es porque ella me mande, no, es... es porque YO quiero, que quede claro, además aquí yo digo la última palabra.
_Pedro_ habla por fin después de dar un largo suspiro _debí contarte algo desde el principio_ se gira para quedar de frente a mí, sus ojos están ligeramente empañados y eso me apachurra el corazón, se supone que debo estar enojado, pero justo ahora sólo quiero abrazarla.
_Puedes hacerlo ahora_ respondo, tomo una de sus pequeñas y frías manos entre las mías y espero a que continúe.
_Mira_ exhala sonoramente _te conté que nunca he tenido buena relación con mi hermana_ asiento _Pero nunca hice nada para ganarme su odio, lo juro_ su voz apenas es un susurro cuando dice lo último, me muevo un poco desesperado y vuelvo mi atención a ella.
_Cuando papá y mamá murieron, las cosas entre nosotras fueron empeorando cada vez más. Iza y su madre siempre fueron mi único apoyo. Poco tiempo después, Lili conoció a Diego_ su expresión es de enojo y algo se remueve en mí de sólo escuchar ese nombre Después de muy poco, él ya estaba viviendo en nuestra casa, mi hermana parecía muy feliz con eso y para mí estuvo bien porque dejó de molestarme un poco_ su risa no tiene ni un poquito de humor.
_Siempre hubo algo en él que no terminó de agradarme_ me mira como si estuviese pensando si debe o no seguir hablando _Para no hacer el cuento mas largo, te diré que yo prefería estar lo menos posible en casa para evitar encontrármelo a cada rato. Cuando Lili no lo veía... él... él me insinuaba cosas_ agacha la cara y eso hace que algún presentimiento malo se apodere de mí por lo que pueda decir.
_Ya sabes, ese tipo de cosas incorrectas_ aprieto los dientes imaginando esas escenas, pero no digo nada _Nunca lo provoqué. Por las noches, hasta me encerraba con llave en mi habitación por si acaso se le ocurría intentar algo_ no puedo escuchar más, estoy pensando en que ese desgraciado me las va a pagar cuando lo tenga enfrente de nuevo, puedo ver los labios de ella moverse mientras sigue hablando, pero no logro poner atención. Sus gestos cambian de tristeza, odio, tristeza de nuevo, frustración, es hasta que sus ojos se empañan de nuevo que logro salir de mi trance.
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Amor Desconocido
FanfictionCuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado en sus dedos. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta de...