CAPÍTULO 48

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Salgo del baño envuelta en la bata blanca que seguramente Emilia se ha encargado de dejar preparada antes de nuestra arrivo a la casa.
No encuentro a Lorenzo en la habitación y eso me da vía libre para poder vestirme con tranquilidad.
No podría lograrlo con él aquí; no con sus ojos devorándome.

Encuentro una nota que me ha dejado sobre la mesa de luz y en la que me dice que ha bajado a reunirse con su familia y que me espera allí cuando esté lista.
Se me forma un enorme nudo en el estómago al pensar en afrontar una cena familiar en la que seguramente seré el centro de atención.
Tomo un par de respiraciones profundas y trato de relajarme pensando en que Lorenzo estará allí brindándome su apoyo.

Ya con el vestido puesto me coloco de pie frente al espejo.
Debo reconocer que el vestido me sienta bien. Se adhiere a mi cuerpo como una segunda piel en los puntos necesarios mientras que la suave tela cae con gracia en otros.
Los zapatos de tacón alto y fino estilizan mis piernas ya torneadas de por si.

Hago una mueca cuando el espejo me devuelve el reflejo algo pálido y ojeroso de mi rostro, evidenciando las catorce horas de vuelo.
Me esmero con el maquillaje en un casi desesperado intento por ocultar los signos de fatiga y lucir hermosa para la cena.
Cinco minutos después y un poco de base y cubre ojeras consigo un aspecto decente. Difumino mis ojos con delineador negro para resaltarlos y tras un poco de gloss rosa, muy natural, y unas gotas de Weekend de Burberry estoy casi lista para bajar.
Peino mi cabello que tras secarlo he decidido llevarlo suelto.

Vuelvo a respirar profundo y salgo de la habitación. Con paso lento cruzo el ancho pasillo que conduce a las escaleras de mármol que forman de gran espiral que desciende hasta el salón.

A medida que me acerco comienzo a escuchar voces provenientes del piso de abajo.

Estoy de pie en lo alto de la escalera y desde allí puedo ver al grupo de personas reunidas alrededor de mi apuesto hombre.
Están su madre, un señor algo mayor que enseguida reconozco como Samuel Castelli, otro hombre más joven y atractivo, aunque no tanto como Lorenzo y también hay otra chica, a la que no llego a verle el rostro.

-¡Oh! Ya está aquí -exclama Beatriz en cuanto me ve -. Ven querida que aquí están locos por conocerte.

Siento que me sonrojo hasta los huesos.
Fuerzo una sonrisa y sosteniéndome de la barandilla, pues temo que mis piernas flaqueen, desciendo uno a uno los lustrosos escalones.
Cuando por fin llego abajo Lorenzo, a los pies de la escalera toma mi mano y me ayuda a bajar el último escalón.
-Sei così bella* -me susurra al oído mientras me aferro con fuerza a su mano-. ¿Estás temblando?

Trago el nudo formado en mi garganta.

-Estoy aterrada -confieso en un hilo de voz.

Lorenzo me rodea los hombros con sus brazos y tras pegarme a su cuerpo, deja un beso en mi sien.

-Relájate. Todo estará bien-susurra antes de apoyar su mano en mi espalda baja y guiarme junto a los demás.

Me reciben con grandes sonrisas y gestos amables que hacen que me relaje un poco.

-Isabella Rienzo, ¡Al fin nos conocemos! -exclama un Samuel Castelli con más vitalidad de la que esperaba teniendo en cuenta sus recientes problemas de salud.

-Un placer, señor Castelli -Le tiendo la mano, y éste la toma entre la suya para besarla con galantería.

¡Ahora entiendo de dónde ha sacado Lorenzo sus dotes de seductor!

-Créame que el placer es todo mío. ¡Al fin conozco a la mujer que que ha obrado el milagro!

-¿El milagro?

Deliciosa AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora