ruido

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Así es la vida, un momento estás en la cima y al siguiente en plena caída. Aún estoy a tiempo de engañarme, de decirme "¡eh! Todo estará bien" mientras veo como el suelo se acerca más y más. Podría incluso pensar que ese es el final, que cuando llegue al suelo cerraré los ojos y no los abriré más, estoy tan asustado del final como lo estoy de que no lo sea. Cuando choco contra el suelo todo se vuelve negro, y suspiro, pero sé que no acaba ahí.

Despierto otra vez, deseando que ese sueño recurrente acabe llevándome un paso más allá. Sigue lloviendo, tanto fuera como dentro, y las gotas que chocan contra la ventana se traspasan a mis mejillas. Vuelvo a mirar esa foto con el marco roto que aún no he cambiado, y no porque me dé pereza (que es la excusa que le doy a todos), si no porque me recuerda tanto a mí mismo que cambiarlo tomaría demasiado esfuerzo.

Siempre he pensado que "descompuesto" es una buena palabra para describirme. Me siento como un puzzle al que se la han perdido unas cuantas piezas; dios sabe dónde. Quizás se me fueron perdiendo en el camino, quizás ni siquiera las tenía desde un principio y lleve meses buscando algo que ni siquiera es mío. Lo más retorcido que se me pasaba por la cabeza era que el destino lo hubiera querido así.

Y así, tumbado en la cama, me quedé pensando en cosas que realmente no tenían importancia, las usaba a modo de seguridad. Así, la voz solo se convertía en un susurro lejano e indescifrable.

Tras unos minutos más de paradojas y teorías sobre lo irrelevantes que eran todas las cosas a mí alrededor, decidí levantarme de la cama. La nota en mi mesa me trajo el inminente recuerdo de que me encontraba solo, y no solo a modo de metáfora, estaba solo de verdad. Y sospecho que esta vez no es algo temporal. Sentía que debía leer aquella nota, que se encontraba plenamente abierta sobre mi escritorio, llamándome e incitando a que me hundiera con ella. No sé si fuera una pérdida de tiempo o un preparatorio de lo que vendría después, pero me quedé unos minutos mirando la nota. Diría que fueron los minutos más horribles y torturadores que sufrí desde hace tiempo. Al final, agarré la nota y la leí. La leí una vez, y otra, y otra. La leí una vez más y me seguía pareciendo igual de indescifrable que las veces anteriores en las que la leí. ¿Cómo es que algo tan morfológicamente sencillo e infantil como lo era esa palabra, me parecía todo un misterio? En otras circunstancias no me habría sorprendido, pero ahora sentía como si mi corazón hubiera dejado de latir, ya ni siquiera conseguía notar mi respiración. Seguía buscando significados ocultos, alguna especie de código o cifrado entre las letras; algún signo de duda en aquel firme trazo; o alguna mancha de lágrimas que hubieran sido derramadas. Pero no había nada, me encontraba inédito ante una nota que solo tenía una palabra, y que solo tenía un significado, una función. Solo quería despedirse.

"Adiós".

aquí dentro siempre llueveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora