Capítulo VII El comienzo de una nueva vida sin él

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_ Casa de Playa Malfoy _

Al salir de la chimenea junto con mi pequeño equipaje en la mano sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, se extendió desde la raíz de mi cabello hasta la punta de los dedos de mis pues, produciendo al mismo tiempo una humedad en mis ojos de la cual comenzaba ya a acostumbrarme, humedad que no deje que terminara en lágrimas. La melancolía que cobraba vida dentro de mi pecho dolía, me hacía sentir tanta desolación que molestaba, pero ¿Cómo no sentir nostalgia al estar en este lugar tan puro y cálido en el que había vivido momentos irrepetibles?

Frente a mis ojos se expandía con pulcritud, belleza y elegancia el lugar que para mi, más que casa era una Mansión, tan casta y blanquecina que no parecía real, pero lo era, yo era testigo de ello. Los muebles, lámparas, paredes, cómodas y diferentes objetos hacían juegos unos con otros, en donde el color que predominaba mayormente era el blanco con unos detalles en dorado, tal vez plateado y muy poco negro. Pero realmente era la tonalidad clara la que transmitía una gran paz y pureza con solo pisar el suelo de la estancia, hasta el propio aire que se respiraba era fresco. Totalmente natural.

Justo a mi derecha estaba ubicada la espaciosa y abierta cocina, sin embargo, a la izquierda se encontraba el indispensable cuarto de estudio, el de juegos estaba justo al lado y en la puerta contigua estaba el baño de las visitas. Precisamente, al frente de mi se hallaba la hermosa y gran sala de estar, en donde los muebles y demás objetos que decoraban el lugar producían un ambiente acogedor e intimo. Por otra parte, la puerta doble ubicada en el extremo opuesto de la principal era de cristal, permitía de esa forma que los rayos solares se colaran, al menos, en ese lugar, aunque no solo eso, se podía divisar a través de ella la piscina en forma de L y las numerosas palmeras que daban una sombra inigualable en la que mesas y sillas reclinables se escondían del sol. Un poco más lejos, se encontraba la inmensidad de la viva y transparente playa, en la cual habitaban numerosas especies marinas que eran una buena compañía al nadar.

Regresando a la casa, esta está constituida por dos pisos, sin contar la planta baja, los cuales están distribuidos en habitaciones con sus respectivos cuartos de baños.

— Cuantos fenomenales recuerdos vienen a mi cabeza al pisar, otra vez, este lugar, el cual ha sido el silencioso testigo del amor existente entre Draco y yo... — Susurré cohibida ante tantas emociones rememoradas.

Aquí, fue precisamente donde disfrutamos de nuestra maravillosa Luna de miel, además, se había vuelto nuestro lugar preferido en vacaciones o simplemente, el refugio en aquellas ocasiones en las que queríamos estar tan solo él y yo, sin compañías ni preocupaciones. Nuestro abrigador lecho de amor. Un nostálgico suspiro se escapó de mis labios sin proponermelo.

— ¿Y ahora, qué se supone que haga?... — Me pregunté mientras subía sin ánimo escalón por escalón que me dirigiría al pasillo donde se encontraban todas las recamaras, entre ellas, la principal, la cual guardaba celosamente tantas noches de amor, pasión, ternura, alegría hasta de tristezas vividas entre Draco y yo. Instintivamente, posé mi mano libre sobre mi redondo vientre — Realmente, yo creo que sí — Afirmé con un susurro la misma respuesta que le di a mi esposo cuando tiempo atrás me pregunto: ¿Los habremos concebido en la Casa de Playa?. Había formulado aquella interrogante con esa sonrisa tan suya, aquella que necesitaba tanto en este y en todos los momentos de mi vida. Lo necesitaba a él.

Con otro suspiro entré en la habitación y dejé el equipaje sobre la cama. Miré con nostalgia las blancas y sedosas sabanas, los cristales por los cuales se mostraba la inmensidad de la playa bajo nosotros y el cielo en la superficie. Hubiese preferido estar en este lugar por otro motivo y acompañada por el hombre al que le pertenecía mi corazón, sin duda, las cosas fueran diferentes. Un repentino bostezo me hizo regresar a mi realidad.

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