Capítulo X La realidad vuelve a golpear

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_ Casa de Playa Malfoy _

Totalmente enmudecida mantuve su mano entrelazada con la mía, mientras el notable movimiento que hacían sus ojos al ir descendiendo línea por línea en el pergamino helaba mi interior. En su frente se había situado una arruga que con el pasar de los segundos se iba intensificando, sus cejas se unían peligrosamente y como si fuera poco, sus ojos estaban abiertos de par en par por la sorpresa que, supuse sentía. Sin embargo, continuó en silencio. No dijo nada. Sus labios se habían contraído en un mueca que me hizo desviar la vista al notar su aflicción. Sentí como uno de sus dedos tembló junto a mi mano y me incitó a volver a mirarle sospechando por el movimiento de sus ojos que estaba leyendo por segunda vez la carta. Suspiré aun sumergida en un silencio que me lastimaba.

No debo llorar, debo soportar un poco más. Tengo que ser fuerte, tengo que consolarlo. Volví a respirar hondamente, y fue hasta ese momento que noté como mi esposo pestañeó tanto que el mirar el movimiento me mareo. Abrió la boca y dejó escapar un gemido, pero sus ojos seguían fijos en el pergamino. Lo estaba leyendo por tercera vez, podía adivinarlo.

— Debe haber un error... — Susurró tan bajo y de forma dificultosa que supe que aquello no iba dirigido a mi — No puede ser verdad... — Otro lamento igual de apagado soltó al viento sin quitar los ojos de los resultados.

Releyó cada párrafo otra vez ¿Cuánto más necesitaba leerlo?

Apretó mi mano. Sabía que se acercaba el momento, el momento en el que me debía tragar mis sollozos, lamentos y el dolor para consolarlo.

— Amor... — Masculló sin mirarme aun — Dime que es mentira, por favor... — Me suplicó clavando sus brillantes ojos en los míos, que luchaba por mantener libres de lagrimas — Es una broma de mal gusto, ¿Verdad? — Negué con un tranquilo movimiento de cabeza y una suave sonrisa con la que le quería trasmitir toda la comprensión posible.

En su momento, yo también había releído la carta tantas veces que olvidé el número exacto. Yo también pregunté si todo aquello era una broma. Sinceramente, aun albergaba la esperanza de que todo fuese una pesadilla, pero sentía todo tan vivo, tan real que no podía serlo.

Apretó sus dientes con tanta fuerza que temí que salieran disparados por toda la sala, su rostro se contrajo por el dolor y no pude continuar verle así sin hacer nada, solté su mano para envolverle entre mis brazos. No tardó en reacción, al contrario, hundió su cabeza en mi pecho y los sollozos comenzaron a mezclarse con el sonido de las llamas de la chimenea al segundo. Con parsimonia le acaricié los cabellos, al sentirle tiritar lo apreté más a mi cuerpo. Lloró, lloró desconsoladamente y yo le pedía a los cielos fuerza para mantenerme firme.

No podía derrumbarme aunque las lagrimas y el llanto que no dejaba salir se estaban uniendo al ardor que sentía dentro de mi pecho.

— Llora... llora todo lo que quieras — Ese era el momento para que se desahogara, para que soltara todo lo que llevaba por dentro y como si le hubiese hecho caso a mis palabras su quejido se multiplicó y mis manos luchaban por darle el confort que necesitaba.

Ciertamente, hubiese querido que su llanto cesara, me mirara a los ojos y me jurara que todo iba a estar bien, pero eso no pasó, no aun.

Permanecimos unidos por nuestros brazos varios minutos, estoy segura que habían pasado muchos, pero exactamente no sabía cuantos. Los hipidos de Draco habían disminuido su intensidad, tanto que llegué a sopesar que se había quedado dormido en mi pecho.

Posé mis dedos en su barbilla y la alcé lo suficiente como para mirarle. Estaba despierto, aunque sus ojos parecían pesarle en demasía, los mantenía casi cerrados, sus mejillas estaban sonrojadas y su rostro entero húmedo. Más sin embargo, el silencio reinó, nuevamente, en el lugar.

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