Capítulo XVI El enemigo: La verdadera realidad

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Aquel grito me desesperó mucho, aquel no podía ser un aviso de algo agradable, al contrario, así que liberé una de mis manos del agarré de mi esposo para llevarla hasta mi vientre en un acto de pura protección. Después de ese momento, no sé que más pasó. No recuerdo nada, todo me confundía, el ruido, los gritos y las risas a mi alrededor no ayudaban, mucho menos la punzada en mi cabeza.

— ¡HERMIONE! ¡HERMIONE!

Escuché como alguien gritaba mi nombre con intensidad. Lo escuchaba muy cerca, pero al mismo tiempo demasiado lejos.

— ¡HERMIONE!

Volvieron a vociferar mi nombre con fuerza y en ese momento reconocí aquella voz, era Draco, mi esposo.

Intenté abrir los ojos, pero la punzada en mi cabeza empeoró al haberse filtrado un poco de luz, así que volví a unir mis pestañas con rudeza. La cabeza me pesaba como nunca antes y sentía mi sien latir con brusquedad. No podía respirar por la nariz y necesitaba hacerlo, separé mis labios todo lo que pude y dejé que entrara una bocanada de aire que al instante volví a dejar salir, seguidamente, repetí ambas acciones. Intenté abrir lo ojos nuevamente y fue inevitable.

¿¡Por qué Draco seguía gritando así?! ¿¡Quién se reía con tanto sadismo?!

Deseé mover una de mis manos para al menos tantear el sitio en el que me encontraba, pero no pude hacerlo, mi cuerpo estaba entumecido. En ese mismo momento noté que yacía sobre un helado y húmedo piso rocoso y mis labios titiritaban bruscamente debido al frío que sentía. Mis propios huesos se estaban congelando.

¿Qué me habían hecho?

— ¡Cuanto asco me das! — Una voz extrañamente familiar espetó con rabia. Traté de concentrarme todo lo que pude para descifrar a quién pertenecía, pero no logré adivinar, tan solo noté que el que se reía de forma histérica era el mismo que hablaba — ¡ME AVERGÜENZO DE TI, DRACO!

— ¡NO MÁS QUE YO DE TI!

Escuché unos pasos acercarse a toda velocidad y me asusté, pero no podía demostrarlo, no podía siquiera abrir los ojos.

— ¡NO TE ACERQUES A ELLA! ¡NO LA VUELVAS A TOCAR! ¡VEN, VEN Y MÉTETE CONMIGO MALDITO MORTIFAGO!

Volvieron a reír con desprecio muy cerca de mi. Sentí que algo se aferraba con brusquedad a mi barbilla obligándome de esa forma a alzar la cara. Deseé con todo mi corazón poder abrir los ojos y ver qué era lo que pasaba realmente, necesitaba hacerlo por Draco, la angustia en sus gritos me estremecía con mucha violencia. Gracias a los cielos, logré separar mis parpados solo lo suficiente como para ver un rostro blanquecino muy conocido, el cual estaba contraído por muecas de disgusto, asco y hasta preponderancia.

Frente a mi estaba la persona que más me odiaba en todo el mundo.

— ¿Cómo te pudiste haber enamorado de esta asquerosa Sangre Sucia tan inferior a nosotros? ¿¡QUÉ RAYOS FUE LO QUE LE VISTE?! No puedo entenderlo, siquiera puedo mirarlo… — Escupió Lucius Malfoy cada palabra con desprecio y repulsión… — Me da asco tan solo tocarla con mi propia varita. ¡Es tan desagradable! — Quitó con brusquedad la mencionada vara con la cual sostenía mi mentón y sin poder evitarlo, mi cabeza calló con fuerza contra el piso.

— ¡El desagradable aquí eres TU! ¡FUI YO EL QUE TE DESOBEDECIÓ, NO ELLA! ¡Métete conmigo y déjala en paz!

Me obligué otra vez a abrir los ojos, pero esta vez lo hice a plenitud para mirar de una vez por todas lo que ocurría a mi alrededor y honestamente, no me gustó nada lo que vi.

Estábamos en una especie de callejón sin salida que comenzaba a teñirse de negro. El sol empezaba a ocultarse en el horizonte. A unos pocos pasos frente a mi se encontraba Lucius Malfoy, mi suegro, de espalda con su habitual indumentaria negra, frente suyo estaba Draco atado de pies y manos, con la camisa por fuera y los primeros botones de la misma abiertos dejando al descubierto su pecho humedecido por sudor, su cabeza la mantenía erguida hacía su padre mientras su cabello alborotado tapaba buena parte de su frente, casi ocultaba sus ojos. La misma secreción en su pecho estaba en su rostro también.

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