Capítulo XXIV Juntos para siempre

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En grupos los estudiantes iban retirándose a sus respectivas Salas Comunes mientras los Prefectos se aseguraban de que aquello fuera así realmente y con esto el Comedor de a poco iba envolviéndose en un aura tranquila y silenciosa tras haber cesado las conversaciones animadas, las risas y bullicio en general tanto de las Serpientes, Águilas, Hurones aunque especialmente la de los Leones que aun habiendo pertenecido a aquella Casa debía reconocer que los múltiples quejidos de Snape tenían bases. ¡Los Leones sí que sabían rugir!

Como era habitual el panel de Profesores tuvimos que esperar hasta que el ultimo estudiante saliera de la estancia así que aproveché de conversar con Minerva y sin notarlo al momento se unió Severus, Albus y hasta Pomona para finalmente integrarse Sybill, Filius, Rubeus y los demás. Tocamos temas como el de la Selección de Casa donde Sybill Trelawney aseguraba haber adivinado las elecciones del Sombrero, Rubeus Hagrid mencionó algo sobre un nuevo espécimen que no estaba seguro si sería apropiado mostrarle a los de primero o dejarlo mejor a los de cursos avanzados y por supuesto no pudieron faltar las preguntas directas dirigidas a mi donde en su mayoría eran hechas por cortesía, otras para tener información fresca que pudiese repetirse tanto hasta alterarla, pero aun sabiendo eso gustosa las respondí.

— ¿Quién iba a pensar que ambos terminarían juntos? — Inquirió el que había sido nuestro Profesor de encantamientos, Filius Flitwick.

— Yo, obviamente — Soltó Trelawney ofendida logrando que un bufido casi inaudible saliera de los labios de Snape que aun así me había hecho reír a pesar de que luché con todos mis instintos por no hacerlo.

Gracias a los cielos Minerva volvió a hablar logrando así que todos los ojos se posaran en ella y ya no en mi, aunque la que un día fue mi Profesora de adivinación parecía querer escrutar mi expresión unos minutos más como si con ello pudiese conseguir el porqué de la burla camuflada en una risa que traté de soltar sin mirarla un segundo.

Finalmente, una cansada Rolanda Hooch se despidió tras haber visto salir al ultimo grupo de estudiantes de Casas distintas. Yo aproveché la oportunidad para hacer lo mismo y de a poco fueron levantándose uno a uno los Profesores para retirarse a sus despachos no sin antes desear una feliz noche y un estupendo inicio de clases.

Severus se ofreció a acompañarme a mi oficina y me negué rotundamente a pesar de que quedaba muy cerca de la suya, justo en la ala que llevaba a las mazmorras hábitat de los Slytherin. Tuve que hacerlo, ya que por alguna razón, tal vez las ojeras acentuadas bajo sus ojos o las frecuencia en la que bostezaba, supuse que estaba muy cansado así que no quería que perdiera minutos de sueño en algo así. Yo sabía perfectamente el recorrido que debía tomar hasta mi oficina.

Resignado tomó su propio rumbo asegurando que si algo me pasaba su ahijado no se lo perdonaría, quizás toda aquella insistencia se debía a eso, a él.

Caminé por los oscuros pasillos del Colegio notando que con cada paso sentía más frío y eso me aseguraba que nada había cambiado, las mazmorras seguían igual de gélidas que cuando Draco estudiaba allí o cuando ejercí mis primeros años como Profesora. Rápidamente me refugié en mi oficina y sin pensarlo mucho me dirigí a la chimenea para encender el fuego con mi varita.

La oficina del Profesor de Pociones, en este caso Profesora era exactamente igual a como la recordaba cuando tenía que cumplir castigos con Severus Snape. Es decir, demasiado negra y tétrica para mi gusto, así que comencé a apuntar a la madera oscura que había en todos los muebles a mi alrededor, los estantes, las butacas, los escritorios y más hasta pintarlos de color caoba. A las cortinas negras que adornaban la única ventana de la estancia las transformé mejor en un color crema sedoso muy cerca del dorado. No era mucho, pero para mi el cambio era suficiente, aunque aun faltaba el cuarto.

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