Capítulo 23. Una llamada.

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Narra Mason

—Creo que nunca en mi jodida vida me había sentido tan mal emocionalmente. —reí conmigo mismo y le di una profunda calada a mi cigarrillo.

Un par de horas atrás...

Estaba tan feliz de que sea jueves. Sí, lo sé, no era viernes pero el saber que sólo quedaba un día más en la semana me tranquilizaba de algún modo y me hacía sentir eufórico con lo que pasaría en un par de horas.

Fiesta.

¿Cuánto había pasado desde la última fiesta a la que había asistido?

Me arriesgaría a decir que más de un mes, no lo sé. Sólo sabía que necesitaba una jodida fiesta después de tanto drama en una semana. Lo sé, se supone que luego de algo agitado lo mejor es un plan tranquilo, pero lo que quería en esos momentos era salir, bailar hasta que me costara la respiración y beber.

¿Quién diría que con lo que más tarde recibiría la tercera opción sería más que a asumida? Aceptaría lo que sea con tal de olvidarlo.

Volviendo al tema de mi jodida semana, pues básicamente se basó en discusiones con mamá y papá. Algo tonto, realmente. Todo empezó el domingo por la tarde cuando mamá y papá regresaron a casa y recibí un estúpido sermón sobre mi comportamiento irrespetuoso, pues había llevado a unas chicas a una casa de familia y no sé qué. Me molesté demasiado, a decir verdad, primero porque yo jamás en mi vida había llevado a una chica por la noche, incluso cuando estaba en pareja y pretendían que era capaz de hacerlo ahora que estaba soltero. Sabía que era un imbécil sin cabeza en momentos, pero no para tanto y me ofendió que pensaran de ese modo de mí, y lo peor fue que se los hice saber y no de una forma muy dulce. Y segundo porque quise gritarles en la cara que se trataba de la hija del amante de mamá, estaba tan cabreado que nunca antes había sentido esa sensación de querer ser malo a propósito, de echar las cosas en cara pero no, no pude. Porque soy un maldito marica.

Sí, lo soy.

¿Por qué no sólo decirle a mis padres que mamá nos engaña con alguien más y ya basta de todo drama? Tenía miedo, pues aún mantenía mi granito de esperanza en que podría acabar con esa estupidez de relación y poder ser la familia que una vez fuimos; mi padre, poco a poco comenzó a ser el mismo... ¿Pero y mamá qué? Por un momento pensé que ya era demasiado tarde.

El martes por la noche tuve que guardarme mi orgullo y dignidad temporalmente y "hacer las pases" con mamá. ¿Por qué con comillas? Pues aún seguía molesto en ese momento, incluso ahora... no sé si saben el dolor de la decepción proveniente de alguien tan importante en tu vida pero es realmente grande, incluso cuesta al mirar a los ojos porque ya no sabes si están mintiendo, hasta en lo más mínimo y estúpido podrían estar fingiendo y eso dolía demasiado. Como sea, ninguna de mis palabras fueron honestas, últimamente comenzaba a sentir un gran rencor con mi madre que no sabría si algún día podría perdonarla, pero esa noche fingí hacerlo y la retuve en casa. ¿Qué tan extraño suena eso? Pues con Morgan llegamos a la conclusión de que se encontrarían con su padre y no tuvimos más opción que esa. Busqué una receta por internet y le preparé un delicioso postre con frutos rojos, que a ella le encantan y le pedí disculpas por haberla tratado mal. En un momento pensé que comenzaríamos a hablar sobre ese día y entré en pánico, pues de algún modo yo había lanzado una indirecta demasiado directa que sé que resonó dentro de ella pero por suerte no dijo nada.

»—Soy un idiota por momentos pero no soy estúpido, no quieran engañarme«

Y luego está Morgan. Se siente extraño que ella sea la única que me entiende cuando me encuentro en mis momentos de enfado y por ende, pueda calmarme. Me alegra muchísimo no estar solo en esto y creo que ninguna otra como ella hubiera hecho las cosas igual.

Un Plan Desastroso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora