Prólogo.

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Un día alguien dijo: "La esperanza es lo último que se pierde". Y puede ser que en el sentido más literal de la frase, sea verdad. Aunque en lo que a mi respecta, opinaba al contrario, tanto la fe como la esperaza, no podría hacerte emerger de los problemas.

Hacia bastante que mi mente no trabajaba - por decirlo de alguna forma - con positividad, quizá desde el día en que me fijé que el vaso estaba medio vacío, no obstante eso no fue lo único que me hizo darme cuenta de que era una persona considerablemente pesimista.

Desde que tengo uso de conciencia mis pensamientos tornaron un rumbo inesperado tanto para mi como para los que me rodeaban.

Me parecía absurdo tener responsabilidades sólo por el hecho de estar vivos, estar vivos no por propia elección.

Estudiar, trabaja e intentar hacer algo de provecho en la vida me parecia aún más absurdo al pensar que todos nosotros tenemos el mismo destino, morir.

Todo lo que hagámos no servirá de gran utilidad si al fin y al cabo vamos a acabar descomponiendonos, o quizá si, pero pocos llegan a ese punto.

De todas maneras, mis prioridades incluían llevar mi vida lo más cómoda posible. Aunque algunas veces optará por hacerme olvidar.

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