Hace poco tiempo que el reino del cielo no derramaba sus lágrimas sobre los fértiles campos del reino de la tierra. Las criaturas que habitaban por los frondosos árboles pedían a gritos una fuerte lluvia, el lugar estaba muy seco para su gusto. Entre ellos, los duendes que se encargaban de resguardar el hogar de cada ciudadano pedían a Hyoko, el emperador del reino de la tierra, que fuera a protestar sobre el horripilante hecho. Siempre consultando con su consejero, el confiable humano, Mizuguchi Yuto, quien hace muchísimo tiempo ejercía el cargo, pero este mundo mágico hacía que su edad se congelara haciéndolo ver muy jóven.
- ¿Qué opinas Yukkuri? ¿No creerás que Yamato se tomará mal todo esto? ¡Como un acto de queja! ¡Que desgracia! - aquejaba el emperador Hyoko.
- Creo que ya es hora de hacer que ese holgazán actúe señor, si me permite decírselo - volteó la mirada para dar una sonrisa tímida, ya que sabía, lo que había dicho le costaría una gran reprimenda.
- ¡Controla tus modales! ¡Nos puede escuchar jovencito! - gritó la autoridad.
- Creo que tendrá más posibilidades de escucharte que a mí con esa imponente voz señor - agregó el 'joven' tocando el hombro de la 'deidad'
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