U N O

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Sus primeros pasos se escuchaban resonando entre los pasillos oscuros del colegio. Era el primer día de clases y Takanori Matsumoto subía las escaleras hasta el segundo piso de la institución para incorporarse a su nueva aula, estaba por conocer a las personas con las que compartiría la mayor parte de su día a día durante un buen tiempo.

Takanori estaba nervioso, movía repetitivamente los mechones castaños que salían de su gorro negro mientras escondía la mano contraria en la bolsa izquierda de su camisón rojo con detalles negros y jugaba con las llaves dentro de la misma prenda. La mochila que colgaba detrás de él no contenía mucho, pero se aferraba a ella como si su vida estuviese ahí también. Antes de entrar miró a los cristales y trató de tantear el terreno contando cada persona dentro del salón y, para su sorpresa, sólo fueron diez personas.

Qué grupo tan pequeño. Pensó, pero ni siquiera eso le quitó la ansiedad de encima.

—Buenos días.

Saludó amable, con voz un poco ronca debido al frío y avanzó a paso lento sin rumbo exacto para alguna silla. Se propuso integrarse naturalmente días antes de pararse en ese lugar, aunque, como si fuese un instinto, terminó dando hasta la esquina contraria de la habitación sin hacer mayor contacto con alguien más. Su asiento quedó completamente al otro lado de los alumnos que parecían ya estar familiarizados entre sí.

Las risas se escuchaban más fuerte de lo que podía tolerar Takanori. Cada platica entre parejas de amigos era distinta y muy a la ligera en su volumen, ya que el recién llegado podía alcanzar a oír los temas de conversación que, a su parecer, debían ser privados.

Entre el parloteo y las bromas de reencuentro de los compañeros, una figura alta y delgada dejó su asiento para dirigirse hasta el otro lado, donde estaba Takanori, para tratar de investigar más a cerca de la persona que había entrado al último.

Takanori no despegaba su mirada del piso y contaba los segundos mientras jugaba con ambos pulgares haciendo círculos para tratar de distraerse en algo que no fueran las voces del resto. Las pisadas estaban cerca de él y cuando notó que un par de piernas estaban plantadas frente a su escritorio se decidió a alzar la cabeza, sólo para encontrarse con la mirada oscura a través de los ojos rasgados y achinados de un muchacho que le sonreía amablemente; él estaba ahí de pie, inclinado hacía Takanori con una expresión demasiado segura, al contrario de Matsumoto que devolvió de nuevo se posición incómoda y dudó en corresponder al sutil saludo de mano que le ofrecía su nuevo compañero.

—Hey.

El tonó en la voz del chico era más grave, pero no se notaba hostil. La intención que tenía era acoplar al nuevo, así que se esforzaba por no hacer un mal movimiento.

—Hola, qué tal.

Animado por la respuesta, el chico se acercó más y recargó su peso sobre el escritorio mientras hacía a un lado su cabeza, dejando que los mechones largos de su cabellera negra se mecieran un poco con sus acciones. Miraba curioso a Takanori.

—¿Cómo te llamas?

—Takanori Matsumoto —se presentó devolviendo la mirada a su dirección—. Y tú, ¿cuál es tu nombre? Quisiera saber más sobre ti.

Por un momento detuvo su conversación al darse cuenta de que el simple saludo se le había ido de las manos. Sin saber cómo regresar y arreglar su comentario algo fuera de lugar y apresurado, no le quedó más que esperar la respuesta del chico quien estaba tomando asiento junto a él.

—Bien, yo soy Akira Suzuki. Este es mi segundo año en la institución, mi mejor amigo está en otra clase, en el piso de abajo y me encanta jugar futbol los fines de semana. Escucho punk−rock y colecciono cosas de Sex Pistols.

CLICHÉ [REITUKI]Where stories live. Discover now