Karin nació con un el don de su madre y desde entonces su libertad fue negada.
Permaneció varios años rodeada de personas que solamente querían utilizarla y dañarla, solamente era una de las armas de su aldea, no tenía sentimientos, no tenía pensami...
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El camino hacia Konoha se hacía cada vez más largo para ella y en todo el trayecto Takara no había dado indicios de despertar, no obstante no se detuvo en ningún momento sin importarle cuan cansada estaba, ella llegaría a la aldea por el bien de la única persona en años que la había ayudado y confiado en ella ciegamente.
Haría todo lo que estuviera en sus manos para que fuera feliz.
Además, estaban destinadas a estar juntas, sus dones las habían unido desde el momento en que nacieron dentro de ellas.
Juntas pudieron haber sido invencibles, sin embargo, el destino no lo quiso así y ahora tendrían que pasar por un camino que terminaría en desgracia y sería doloroso de muchas formas para ambas.
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Una vez Karin llegó a Konoha con Takara aún en sus brazos inconsciente se detuvo unos segundos analizando lo que estaba a punto de hacer, si bien se había jurado nunca volver a entrar a ninguna de las grandes aldeas tenía que hacerlo. En ese momento no importaba lo que ella quisiera o no, importaba la salud de la niña que sostenía en brazos y nada más que eso.
Así que tras suspirar se acercó a la entrada esperando que las cosas salieran bien por lo menos una vez.
En la gran entrada se encontraban dos hombres hablando entre ellos animadamente sin percatarse de la presencia de ambas, Karin tuvo que acercarse más.
Cuando finalmente repararon en su presencia, su atención no se centró en la niña que sostenía en brazos, sino en la persona que tenían delante, Karin.
Se quedaron pasmados unos segundos y antes de permitirle hablar, emitieron una alerta al reconocerla pues su primer pensamiento no fue otro más que las muertes a inocentes que pudiera causar, el caos que traería su sola presencia en la aldea y de lo que fuera capaz.
Al ver que sus semblantes cambiaban y el ambiente se tornaba tenso, las alertas dentro de Karin se dispararon al ver que ni siquiera había logrado cruzar palabra cuando ya todos sabían quién era y lo que había hecho. Dentro de ella sabía que no era buena idea acudir a una gran aldea, pero su desesperación por estabilizar la salud de Takara era mayor que su egoísmo.
Los dos ninjas de la entrada atacaron para retenerla el mayor tiempo posible y así darle tiempo a los refuerzos que habían sido llamados.
Karin aún con la menor en brazos, tuvo que maniobrarse para alejarse y protegerla al ser la única vulnerable. Tuvo que alejarse lo suficiente para dejar el cuerpo detrás de unos árboles, y cuando se aseguró de que estuviera oculta, saco su arma y salió a enfrentarse a aquellos cegados por atraparla con vida.
Una batalla inevitable se estaba llevando a cabo frente a la gran aldea de la hoja. Dos contra una no era justo, pero ya estaba acostumbrada a que las cosas fueran así.
Aun así, ninguno de ellos era suficiente como para acabar con aquella poderosa portadora. Ni lo serían nunca.
Karin evitando a toda costa utilizar su don se dedicó a utilizar sus propios ataques para que se dañara entre sí, además de su guadaña con la cual los alejaba o desviaba los ataques, mientras observaba como los refuerzos finalmente llegaban a perturbar más la paz que Karin ingenuamente intentó conservar.
