Junio de 1981

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—Mira pequeña, no esta hermoso el día? —musitó McKinnon mientras mecía a la niña pelirosa en sus brazos—. ¡Feliz primer año de vida mi querida Elizabeth! ... No puedo creer que estés tan grande —murmuró mientras imaginaba en su mente como hubiera sido la cara del padre de la niña si estuviera allí con ellas.

«De seguro hubiéramos sido unos grandes padres», pensó mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro.

El rostro de la mujer cambió de inmediato al notar que el cielo se tornaba cada vez mas oscuro.

—Me encontraron —exclamó indignada mientras salía de la casa a toda prisa con la bebé aun en brazos.

El pueblo donde la familia McKinnon decidió esconderse era pequeño pero Marlene sabía a la perfección donde debía dejar a su indefensa hija. Recorrió por un rato el pueblo hasta estar segura que nadie las seguía. Apresuró su andar al notar que llegaba a la vieja mansión que estaba buscando.

—Madeleine, Madeleine por Merlín, ábreme, soy Marls. —gritó la chica mientras golpeaba la puerta de la antigua residencia.

—Querida, ¿qué se te ofrece? —preguntó preocupada una mujer de pelo blanco y rostro arrugado. La vieja Madeleine, una squib no muy conocida en el pueblo. La familia de Marlene eran los únicos que mantenían contacto con ella. Dumbledore los había presentado, y desde ese momento los McKinnon consideraron a la anciana como una más de su familia.

—Me encontraron, y vendrán por mi —exclamó la muchacha muy asustada, en sus ojos se notaba miedo... mucho miedo y tristeza—. Necesito que la cuides, ellos no sabrán que esta contigo —le dijo mientras le entregaba en brazos a la niña junto a unos bolsos y una carta dirigida a la residencia situada en el número 12 de Grimmauld Place.

Madeleine tomó en brazos a Elizabeth, tantas horas la había cuidado que ya era como su adorable nieta. Una dulce y arrugada sonrisa se le dibujo en el rostro, en verdad tenía mucho cariño con la pequeña.

Marlene le dio un beso en la mejilla a su hija, y al retrocer unos pasos, la niña comenzó a llorar estirando sus pequeños brazos hacia su madre mientras su pelo se tornaba negro. La squib se asombró al ver como de un color rosa intenso, el pelo de la pequeña se había vuelto negro.

—Es metamorfomaga —dijo aún sorprendida y notó como Marls ascendía la cabeza en modo de afirmación—. Y su padre? —preguntó un poco preocupada—. Aún no es momento para que él sepa sobre ella, pero con la dirección a la que esta dirigida la carta te darás cuenta —susurró la hermosa mujer al alejarse de ellas.

Maddie observó como la señorita McKinnon marchaba hacia su casa a enfrentarse con lo que le esperaba. Una vez que desapareció de su vista decidió entrar de nuevo a la vieja mansión junto a Elizabeth en brazos, prefería resguardarse en la seguridad de su hogar. Ella no estaba segura de que podría pasar.

—Valientes mujeres como tu madre ya no quedan pequeña —susurró mientras la bebe lloraba en su pecho—. Pronto volverá lo prometo, se que ella no te dejará sola —la vieja Squib trataba de no llorar, como podía estar diciendo algo que hasta ella misma pensaba que era imposible.

Ese pequeño pensamiento positivo que todavía le daba esperanza a la mujer se marchó de su mente al notar desde su ventana como la marca tenebrosa se apoderaba del cielo que cubría la casa de la familia de Marlene. 

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⏰ Última actualización: May 07, 2014 ⏰

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The daughter of a marauder.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora