Irreversible

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El olor del perfume que siente cuando le da un beso de bienvenida no es del que KyuHyun le regaló personalmente para su cumpleaños, y el cual SungMin siempre se pone antes de salir. O sí, pero el deje del aroma de otra fragancia le ataca los sentidos.

Es entonces, a finales de octubre, la primera vez que los siente, creciendo en su interior con fuerza incontrolable y sofocante. Potentes y corrosivos celos.

Al principio trata de no pensar demasiado en ello, de no creerlo. Trata de buscarle todas las explicaciones razonables posibles y al final termina guardando sus sospechas en una caja imaginaria, la cual esconde en las profundidades de su mente, tras una cortina de negación y rechazo.

Las cosas van bien y Kyuhyun comienza a pensar que realmente, y a fin de cuentas, fue todo producto de su imaginación. Y la masa corrosiva detiene su avance. SungMin siempre llega de su trabajo como profesor de música a la misma hora y Kyuhyun, quien trabaja como programador desde su casa, siempre lo recibe
con un cálido beso. De vez en cuando salen a pasear o a cenar. Su vida amorosa sigue viento en popa, exactamente como venía siendo desde hacía casi siete años.






Es noviembre. El clima se vuelve cada vez más frío y se acerca la navidad. Y su aniversario. Siete años juntos. Pero Kyuhyun nota que SungMin no se muestra tan emocionado como en años anteriores. Sin embargo, decide que no le interesa; decide que no es sospechoso.

Entonces lo vuelve a sentir. Esa fragancia extraña, ajena, en SungMin. Y vuelve a tratar de guardar la sensación que le quema el pecho dentro de la caja escondida tras las cortinas de su mente. Vuelve a tratar de ignorarlo, pero ya no es sólo una vez y SungMin vuelve a casa siempre envuelto en ese perfume que no es suyo, y la caja está demasiado llena y las cortinas ya no son suficientes para ocultar la inmundicia.

Y le asquea. Le revuelve el estómago y le quema la nariz, porque ya sólo siente ese hedor desconocido pero a la vez familiar, y ni rastro de la esencia de su SungMin.

¿Lo estaba engañando? No. No podía ser. Simple y sencillo como eso. No había manera que se tratase de eso… pero la sensación le corroe el corazón cada vez más aprisa, cada vez más voraz; porque de las cortinas sólo quedan cenizas y la caja de su mente yace con las entrañas expuestas, rebalsadas.

Pero no podía ser, así que trata de no pensar en aquello. Seguro es su imaginación. SungMin no sería capaz , así que trata de olvidarlo, y casi lo consigue… hasta que SungMin comienza a llegar cada vez más tarde del trabajo, alegando que estaban realizando un programa especial en la universidad para atraer estudiantes extranjeros y que no le quedaba más que quedarse a hacer horas extra.

Son excusas; viles y crueles mentiras que se apilan sobre las otras tantas que ha decidido considerar verdades, porque como un idiota ha querido hacerle una visita sorpresa para llevarle algo de comer mientras realiza esas horas extra y resulta que SungMin no esta allí… y que el programa especial para atraer estudiantes extranjeros no existe (¿Está seguro de que vino a la universidad correcta?).

Pero no quiere creerlo. Su razón se lo grita (¡Ya no te ama!), pero su corazón se resiste (Debe tratarse de otra cosa…). Es así incluso cuando revisa el celular de SungMin mientras este duerme luego de hacer el amor desesperadamente una noche (Ahh… Te amo… ¡Te amo Kyu!), y se encuentra con unos mensajes de texto de una persona desconocida (¿A qué hora nos encontramos? La comida de ese restaurante es exquisita. Espero no hayas llegado muy cansado luego de nuestra sesión de hoy. No queremos que tu novio se entere).

Era una persona sin forma, sin rostro y sin sexo, pero Kyuhyun la odia con cada ápice de su ser. Sus neuronas arden por saber quien es, sus manos anhelan entrar en contacto con ese cuello y las noches se le hacen
interminables pensando en cómo esa persona le estaba arrebatando a la luz de su vida justo frente a sus ojos. Cómo lo miraba, cómo escuchaba su voz, como acariciaba cada parte de su cuerpo. El cuerpo de SungMin. Su cuerpo.

Piensa (¡Te está engañando!), piensa (¡Ya no te ama!) y piensa (Te va a abandonar…), pero su corazón se niega a creer, porque SungMin aún lo saluda con un beso al llegar al departamento, aún le toca la guitarra cuando está estresado —lo cual es todos los días—, aún le hace el amor como si fuese la primera vez, aún le dice “Te amo” a cada momento y aún lo mira como si fuese lo más importante de su vida, con ese brillo en los ojos capaz de opacar cualquier estrella.

Pero todo deja de tener sentido y color cuando encuentra esa respuesta de SungMin hacia esa persona en su celular (Soy genial, ¿no? Creo que mejor me dedico a la actuación.  Gracias a eso, Kyu no sospecha nada), cuando nuevamente lo revisa y desea mil y una vez (No, no, no, ¡no!) no haberlo hecho.

Y su mundo se derrumba (¿por vez número…?), porque SungMin es su todo y… ¿qué le queda si le quitan todo? Nada. No queda ni lo que solía ser antes de conocerlo puesto que todo se lo había entregado a ese chico bajito, de cabellos negros, labios dulces, ojos brillantes y piel de porcelana.

Se va apagando poco a poco (Te lo dije). Ya nada le interesa y cada día es más doloroso que el anterior (¡Basta!) y la lluvia no deja de caer en la calle y en su corazón (¿Por qué…?).

Cada día y a cada momento se libra una batalla en su interior. Corazón contra razón (¡Déjalo ir! No puedo ¡No te ama! No importa…) y ahora, a sólo un día de su aniversario, los celos hacen que le hierva la sangre, como si sus venas fuesen un caldero al rojo vivo.

Ya no sabe si las sonrisas de SungMin están dirigidas a él, ya no sabe si los “Te amo” se los dice sólo por costumbre y ya no sabe si le hace el amor pensando en él o en esa otra persona.

Ya no sabe nada.

Ya no cree en nada.

Ya no es nada.

Ha desaparecido todo rastro de lo que alguna vez fue esa persona llamada Cho KyuHyun. Se ha perdido; se ha desvanecido en sí mismo y la masa corrosiva no hace más que inflingirle dolor conforme avanza en oleadas dentro de sí, como una gangrena, consumiéndolo desde el interior. Pero en medio de todo el sufrimiento, la razón ha ganado la batalla y, aunque le duela, ya sabe lo que debe hacer.

Lo único que le queda por hacer.






Es de noche y SungMin acaba de llegar de trabajar, mucho más tarde de lo habitual, y le da las mismas excusas, con sólo un toque nuevo: “Esta será la última vez. Lo prometo” y por un momento, KyuHyun quiere creerle nuevamente. Lo necesita con fuerzas avasalladoras, tanto que la garganta le duele producto de contener los gritos que no escapan de sus labios. Palabras que gritan que no le importa nada; que si lo prometía, KyuHyun estaba dispuesto a creer y a volver a confiar y continuar sus vidas como hasta ahora, porque SungMin jamás ha roto una promesa. Pero solamente puede soltar un “me alegro” sin vida para luego tomarlo entre sus brazos y besarlo con todo su amor. A su SungMin.

Lo besa desesperadamente, tratando de recorrer cada rincón de su boca. Sus manos buscan su cintura y su nuca; la derecha entremezclándose con sus cabellos y la izquierda masajeando la parte baja de la espalda. La ropa sobra y momentos después se encuentran desnudos en su cama.

KyuHyun trata de grabar todo en su mente y en su corazón. Cada caricia y cada sonrisa. Cada te amo y cada suspiro. Se obliga a pensar y a creer que todo es por y para él. Y SungMin lo ayuda, porque es un gran actor —ambos lo saben ya—, y mira a KyuHyun con ternura infinita y con amor infinito, le susurra una y otra vez que lo ama y que vaya más rápido y que, por el amor de Dios, no se detenga.

Y sin previo aviso se incrusta en él, profundo, como si su cuerpo fuese una vaina perfecta, acomodándose a él. SungMin suelta un grito silencioso y se remueve bajo él de manera agitada y sus brazos encuentran el cuello de KyuHyun y siguen deslizándose hasta su cabello, halándolo desesperadamente.

SungMin quiere gritar su nombre, pero su garganta se seca y se contrae ante la sobrecogedora sensación, tanto así que las lágrimas comienzan formarse en la comisura de sus ojos y sus labios se mueven queriendo articular palabras que no dejan sus labios.

KyuHyun también llora, porque sabe que es la última vez. Porque a fin de cuentas ha decidido hacerle caso a la razón (¿o era su corazón?) y todo ha acabado para él. Para ambos.

Se separa de SungMin, sólo un poco, pero lo suficiente para salir de dentro de él, y el pelinegro suelta un quejido agónico. Kyuhyun se recuesta a su lado y lo mira con ternura infinita también, y le acaricia el rostro con
amor cuando el mayor voltea suavemente la cabeza para devolverle la mirada, puesto que no se puede mover sin que su cuerpo grite de dolor.

KyuHyun entonces lee la pregunta escrita en los ojos negros y amables que tanto ama. Esos que brillan cada vez que se posan en él. Esos que opacan a las estrellas.

—Porque te amo más que a nada en el mundo —susurra quieto.

Es cierto. Lo ama tanto que está dispuesto a dejarlo ir… si tan sólo su corazón lo dejara.

Y a pesar de todo, SungMin le cree, y con las pocas fuerzas que le quedan (porque está cansado y tiene tanto sueño), le sonríe y llora tanto como Kyuhyun. Y con fuerzas que saca de no sabe dónde, gira su cuerpo hacia él, quien no es más que un ovillo de lágrimas, y lo rodea con un brazo lánguido y exhausto. Duele. Duele demasiado, pero lo hace de todas maneras, y aquel líquido en su interior comienza a fluir con más fuerza, cada vez más rápido a encontrarse con el aire nocturno, tiñéndolo del rojo más profundo.

Rojo pasión.

Rojo amor.

Rojo locura.

Rojo sangre.

SungMin lleva una mano enguantada en carmesí al rostro de Kyuhyun, obligándolo a levantar la mirada y clavar sus ojos culpables en los comprensivos propios.

Y le sonríe, susurrándole luego un “Feliz aniversario” porque seguro pasa de la medianoche,
y lo besa una última vez, delineando un “Te amo” con sus labios pesados.

Las horas pasan con lentitud mortecina aquella madrugada. Una, dos, cincuenta, mil… Kyuhyun ya no lo sabe y tampoco le interesa, ni siquiera cuando el sol comienza a filtrarse dentro de la habitación, calentando todo a su paso, a excepción de su corazón y a excepción de ese cuerpo frío a su lado. Y se esconde tras unos segundos, como sintiéndose culpable por no poder hacer nada por ellos.






Y es de mañana, lluviosa y gris. Y es de tarde, fría y oscura.

La noche llega entonces acompañada de una nota deslizada bajo la puerta que KyuHyun no lee jamás, porque su sangre, como la de SungMin, también fluyó, terminando de pintar el cuadro incompleto del atardecer de dos almas en esas sábanas antes blancas.

Y la organizadora se preocupa cuando no ve a la pareja aparecer en el restaurante que SungMin había reservado exclusivamente para él y Kyuhyun por aquella noche. Y el menú que SungMin había seleccionado con tanto esmero queda sin tocar. Y nadie ve el pequeño clip de video que recopilaba todos sus recuerdos de siete años uno al lado del otro y el cual SungMin se había pasado armando durante supuestas horas extras en el trabajo.

Porque todo es secreto. Todo es vano. Todo es celos y traición. Todo es olvido y locura. Todo es muerte y reencuentro. Y a fin de cuentas, también todo es amor. De ese amor que se padece, que te consume por completo y que es tan irreversible como la misma muerte.


Fin.

{KyuMin} IrreversibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora