Bienvenida

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Abro mis ojos y una gota de sudor resbala por mi frente. Mi corazón late tan deprisa que siento como si en cualquier momento va a salirse de mi pecho. Si hubiese una carrera, mi corazón podría fácilmente conquistar el primer puesto ahora mismo.

Me lleno de pánico cuando atisbo la habitación donde estoy. Hay jeringas de todos los tamaños en una mesa de metal, al igual que otras cosas comúnmente usadas por médicos. Una luz tenue entra por la ventana, iluminando vagamente mi rostro. Muevo mis manos pero están presas en unos aros de metal al igual que mis pies. Siento miedo de estar sola en este lugar sombrío. El temor recorre todo mi cuerpo, como si fuesen pequeñas hormigas caminando en mis piernas, brazos, pecho, rostro. Por primera vez, siento la necesidad de estar con mi madre, después de todo, cuando estas con tu mamá no hay nada que pueda asustarte lo suficiente; ellas están allí para cuidarte. Pero ella no está aquí, lo que significa que algo realmente horrible ha sucedido o quizás finalmente me ha dado en adopción por ser un dolor de cabeza en su vida.

¿Dónde estoy? Es la pregunta que resuena en mi cabeza como una casetera vieja. Mientras más intento darle respuesta a esa pregunta, más aumenta mi ansiedad y mi corazón se agita pensando en una tenebrosa respuesta.

Escucho unos pasos y siento algo de miedo; un total desconocido entrará en esta habitación y finalmente sabré donde estoy. Rompo en llanto y mis labios tiemblan como gelatina. Lo único en que puedo pensar es que algo muy malo va a suceder ahora. Cierro los ojos fuertemente, miles de lágrimas desbordan como el agua corre por una cascada. Me mantengo quieta por un momento, quizás piensen que estoy muerta o que sigo profundamente dormida, aunque tratar de tranquilizarme es tarea imposible.

Una pequeña luz ilumina mi cama, alguien entra y dice cosas en inglés, no puedo entender lo que dice ya que habla en murmullos. La puerta se cierra, espero unos segundos antes de moverme y la puerta vuelve a abrirse. Abro un poco mis ojos y observo una figura robusta parada en la puerta. Todas las luces de de la habitación se encienden de golpe y puedo detallarla con más claridad. Su piel es muy oscura como la de un chocolate, sus ojos marrones son enormes, lleva un gorro azul como las cocineras y la grasa le guinda por todos lados. La mujer me observa con el ceño fruncido. Pasan unos minutos de silencio total en la habitación hasta que la mujer busca algo afuera y me tira una bolsa en la camilla.

—Vístete, te están esperando en la sala, estaré afuera para vigilarte —se acerca y con una llave, abre los aros de metal. Abro y cierro mis manos, sintiendo mis dedos. Mantengo la mirada fija en la mujer robusta.

—¿Quién eres tú? —balbuceo, como si mi lengua estuviese amarrada en un nudo.

—Sólo hazlo —musita, dejando la habitación.

Abro la bolsa y observo la ropa que hay dentro: una blusa negra manga larga y una falda que debe llegarme hasta los talones. Enojada, tiro la bolsa al piso y abrazo mis rodillas. Todo es confuso, no recuerdo como llegué a este lugar, ni siquiera puedo recordar donde estaba antes. Me duele mucho la espalda y siento como si hubiese dormido por dos meses en una cama de piedras.

La mujer abre la puerta de nuevo.

—No tengo todo el día, vístete —ordena.

—No voy a vestirme esa ropa tan horrenda —replico. Aunque tengo miedo de reprocharle a una mujer que pesa el doble que yo, me niego a recibir órdenes de cualquier persona.

—Vas a tener que hacerlo, a menos que quieras quedarte todo el día en esta habitación sin comida.

Me doy cuenta del juego macabro al cual estoy siendo sometida y decido hacerle caso por miedo a morir de hambre.

—Está bien —murmullo enojada.

La mujer cierra la puerta y la insulto en voz baja. Abro la bolsa y me visto la ropa horrenda que hay dentro. Parezco una monja, todo mi cuerpo ha sido escondido en esta bata holgada haciéndome parecer como una persona que ha ganado mucho peso e intenta esconderse del mundo. Me pongo los zapatos negros que están al fondo de la bolsa y avanzo hasta la puerta. La mujer está esperando por mí, con los brazos cruzados. Seguidamente, cierra la puerta bajo llave y me conduce hacía una sala. Apenas puedo caminar, no logro descifrar el misterio de este lugar todavía y me limito a recibir órdenes por miedo a que me hagan algo malo. Durante el recorrido, observo el lugar. Las paredes son blancas, sin ningún tipo de adorno, no hay mucha iluminación y el aspecto del pasillo es lúgubre. Me pregunto si no han pagado la factura de luz debido a la escasa iluminación en todos los lugares.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora