The power of love: Ágape

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Otro día más, como de costumbre el rubio despertaba a las 6 de la mañana para ir a trabajar. A esa hora hacía un frío endemoniado, pero si no salía de la cama entonces no habría dinero para comer ese día. Se levantó rápidamente para apagar la alarma del despertador, miró a su gato siamés durmiendo a un costado del colchón y sintió envida de que él pudiera quedarse a dormir todo el día.

Después de eso fue al baño a orinar, lavarse los dientes y la cara, inmediatamente se vistió con unos jeans algo viejos, se dejó la misma camiseta con la que había dormido la noche anterior y tras colocarse sus botas y una chaqueta tipo militar salió de su pequeño y modesto departamento en su bicicleta hacia el trabajo. Conforme iba pedaleando los primeros rayos del sol iban iluminando la ciudad, los comercios aun no abrían así que desayunaría algo más tarde.

Una vez llegando a la fábrica en donde trabajaba encadenó su bicicleta a un poste y se dirigió a cumplir con su deber de todos los días, sus compañeros le saludaron y el solo agitó la mano en el aire a modo de saludo, a esa hora del día no quería saber de nada ni de nadie, era como si su mente estuviese en "piloto automático".

Aquel trabajo de soldador era lo mejor que pudo hallar gracias a un amigo suyo, no era fácil tener que ganarse la vida estando completamente solo. Pero Yuri era realmente fuerte pese a que sus padres fallecieron cuando él aún era un pequeño y el único familiar que tenía era su abuelo que vivía en un asilo y al que visitaba frecuentemente.

– Oye Yuri... ¿Ya viste esto?- le dijo uno de sus compañeros mientras almorzaban y le mostró al rubio un anuncio en el periódico.

– ¿Una competencia de baile?- el rubio arqueó una de sus cejas al leer el anuncio -¿Qué te hace pensar que yo voy a ir a bailar a ese jodido lugar – dijo mientras mordía un trozo de su sándwich de pavo.

–¿Pero ya viste cuando dinero es? Seguro que con eso tienes para pagarte tus clases de patinaje, además te mueves bastante bien–

-Tú lo has dicho... me muevo bien en el hielo, pero patinar no es lo mismo que bailar... no seas imbécil– dijo el rubio aun pensando en lo ridícula que era esa idea.

– Deberías intentarlo, puede ser que esto te acerque más a hacer lo que realmente quieres – le intentó animar su compañero.

– mhh... pues puede que tengas razón, viejo– dijo el rubio tomando la nota del periódico mientras bebía su soda. En verdad era una generosa suma de dinero.

Tras terminar su jornada de trabajo fue como de costumbre a patinar. El hielo era un lugar en donde él podía sentirse libre y tenía un talento nato para el patinaje artístico, solo que no tenía los recursos necesarios para cultivar esa habilidad suya.

A sus 18 años poseía un cuerpo atlético, una agilidad y flexibilidad que le permitían moverse en el hielo con bastante gracia y precisión para realizar aquellas piruetas, sin embargo le faltaba técnica y se frustraba mucho cuando algún movimiento no le salía.

Entrenaba varias horas al día por la tarde, luego del trabajo, hasta quedar exhausto. Ya en la noche volvía a su casa, pero aquella noche decidió antes pasar por el bar de J.J. Solamente echaría un vistazo antes de volver a casa, además no quería encontrarse con él ya que no le caía muy bien.

Quería ver bien el escenario aquel en donde chicas y chicos bailaban en poca ropa. En verdad todo aquello le parecía repugnante y tras varios minutos de estar ahí comenzó a pensar que quizás había sido una mala idea haber ido, así que caminó hacia la salida.

–¿Pero miren a quien tenemos aquí?– el rubio rodó sus ojos azules en cuanto escuchó aquella voz.

– ¿Vienes a buscar trabajo, gatito? – J.J. le sonreía mientras le rodeaba la cintura y el rubio se alejó inmediatamente.

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